El Juli en Madrid con un Pablo Romero; entonces era respetado por la afición Venteña. |
Entre las preguntas que suscita la tauromaquia posmoderna,
hay una que por su cariz de definitiva en el futuro de la tauromaquia se
sobrepone al resto: ¿DEBEN las figuras del toreo lidiar hierros de otras
ganaderías, encastes y tipos? Esa sería la pregunta. Sin embargo, a mi parecer
la pregunta está terriblemente mal formulada, pues debería ser ¿PUEDEN las
figuras del toreo, lidiar otros encastes…?
En la pasada encerrona de Manzanares en Sevilla, donde un
simple toro de Victorino Martín mal presentado y sin el genio de su casa logró
poner en entredicho los conocimientos de la lidia de una supuesta figura del
toreo, se evidencia una respuesta muy clara.
Pero antes, hay que sustraer el problema con una pregunta
anterior: ¿por qué deben lidiar las figuras del toreo toros de otros encastes?
Ante esta pregunta que subyace a la más general, hay que aclarar de inmediato
que ante todo es inadmisible el tipo de argumentación mediocre y conformista,
que extiende la extraña especie que las figuras del toreo “no tienen nada que demostrar, pueden exigir lo que les venga en gana, y se ganaron su sitio”; el
toreo no es un plan vacacional ni de jubilación, y en toda la historia del
toreo, las figuras en cada época dieron la cara con los hierros duros en las
plazas duras para reivindicarse. Permítanme un ejemplo: el torero artista más
regular de todos los tiempos, Antonio Ordoñez, le daba la alternativa en
provincia al novillero que despuntaba y se erigía como promesa del toreo, o
sea, como alguien capaz de derrocar a Ordoñez de su trono. Luego de dársela
entre los algodones de poder elegir sus toros y en la provincia, le confirmaba
la alternativa en Madrid, pero con toros de Pablo Romero. Lo que hacía Ordoñez
entonces era darle dimensión real a su tauromaquia y a la del toricantano,
midiéndola con un hierro poderoso que exigiera sus conocimientos, valor y arte
al máximo. Hay que anotar que Ordoñez siempre salió victorioso de esa corrida
peculiar, mientras que el alternativado, que había triunfado en la provincia en
su alternativa, se estrellaba de frente con los Pablo Romero. Hoy, todos
aceptamos como dogma general que Ordoñez es un maestro de la tauromaquia, y no
el novillero incapaz perdido en la historia; pero además, hoy, tal cosa sería
impensable de hacerse, pues las figuras del toreo no salen de un circuito de 9
ganaderías de encaste Domecq y mixturas de Domecq con Núñez, y perpetúan este
circuito en todas las plazas. El problema no solo resulta en lo eminentemente
taurino (qué tan lícito es lidiar solo un encaste y proclamarse como figura),
sino que el problema central de este fenómeno, llamado monoencaste, es que
redunda en una afectación a otras ganaderías fuera del circuito, que no son lidiadas
por las figuras que acaparan el 70% de los carteles, y que por ello les
sobreviene el riesgo de quebrar en lo económico, y extinguirse en lo genético.
El hecho de agrupar la tendencia mayoritaria en tan pocas ganaderías, ha
degenerado en que el resto, sobre todo las más bravas, lidien tan poco que la
ganadería termina desapareciendo, y con ella su encaste, casta y genética
particular.
Pablo Romero, un gallardo apunto de desaparecer para siempre, pese a que antes El Juli "podía pegarle pases de pecho" |
Ante este fenómeno descrito, la solución es perfectamente
formulable: quienes ocupan el 70% de los carteles en un declarado monopolio,
pueden salvar a hierros a punto de extinguirse (Partido de Resina, los
Coquillas, los Urcolas, los Barcial, por ejemplo) con el simple hecho de
lidiarlos, pues se le compra un encierro al ganadero, que le inyecta capital a
su ganadería y la saca avante. Por eso, se supondría que las figuras, además de
lo técnicamente taurino, éticamente deberían lidiar estos hierros.
Un fenómeno reciente en la sociedad taurina es el reiterado
llamado de la afición sobre las figuras, exigiendo con humildad que los
maestros del toreo actual lidien hierros con mucho mayor interés en los 3
tercios, mayor presentación en su tipo (que no es sinónimo de toro grande),
mayor transmisión de peligro y que le dé variedad a las cosas, cosa que además
ayudaría a las ganaderías que las mismas figuras y su sistema han puesto en
peligro. De inmediato, el bando de los periodistas pagos y los aficionados
acartonados en una fe particular (Julismo, Manzanarismo, Morantismo,
Tomasismo), confunden estos justos reclamos con un ataque a la diversidad de la
fiesta, pues pretenden pensar que lo que procura el aficionado torista, purista
o integrista, es decretar una sola Fiesta donde no cabe el toreo de arte, que
supuestamente solo es posible, cosas del mundo de las conveniencias, con 9
hierros: el monoencaste.
En realidad lo anterior es una argumentación infundada, pues
el reclamo sobre las figuras apunta precisamente a garantizar mayor variedad y
riqueza en la tauromaquia, cosa que pasa por establecer muchas tauromaquias
válidas, tauromaquias pues que necesitarían muchos toros distintos en cuanto a
encastes, presentación y castas, como ha sucedido en todas las épocas del
toreo. Quienes realmente quieren imponer un monocriterio en la fiesta, son los
toreristas a pies juntos, pues su sistema solo admite un encaste, 9 ganaderías,
y 10 toreros. Al final, el modelo resentido termina en que el aficionado va a
los toros con un profundo interés sociológico, mas no A LOS TOROS, como esto se
ha conocido desde siempre. Pero en últimas, estamos ante una verdad auténtica
más apabullante: históricamente, los conatos de monoencaste han degenerado,
esto es, las ganaderías que algunas figuras en todas las épocas del toreo
prefirieron, terminaron por desaparecer, pues bajando tanto las cotas de casta
y presentación para satisfacer a los toreros (que humanamente prefieren el
dócil al terrorífico), al final se quedaron sin toros bravos ante la erosión
genética. Por eso, nadie en la geografía taurina puede hallar hoy un toro en lo
de Urquijo, monoencaste de los años 30. Por desgracia contemporánea, en aquella
época las ganaderías convivían en armonía económica, pues el mercado era más
variado. Hoy, con monopolio, corremos un riesgo altísimo: que las bravas
terminen todas extintas en el matadero, y que el monoencaste toque fondo, con
lo que ya no existiría el toro de lidia, y sin él, el toreo.
Todos los focos taurinos deberían estar puestos en una campaña contra la extinción de estos toros míticos de Pablo Romero, hoy Partido de Resina. |
A todas luces estamos ante una cuestión grave, que se torna
más desoladora si consideramos la pregunta ¿PUEDEN las figuras del toreo,
lidiar otros encastes…?
Aquí hay que hacer una nueva digresión histórica: las
figuras cuestionadas cada vez más por amplios sectores de la afición,
decidieron desde este 2013 hacer lo que llaman “gestas”, de naturaleza
profundamente envidiosa (por ejemplo, lidiar UN SOLO TORO de Victorino Martín y
el resto de monoencaste), ante el paso adelante que dio Talavante, un torero
que ya ha dado la cara con hierros como Ana Romero, Adolfo Martín o Baltasar
Ibán: encerrarse en Madrid con 6 Victorinos. De inmediato, sus compañeros
tuvieron que validarse anunciando esta clase de gestas, y allí los tenemos,
lidiando como gesto simbólico uno o dos toros distintos al Domecq. Hasta el
momento, pagar esta apuesta ha sido escabrosa:
Manzanares quedó en evidencia con el Victorino, hecho que la prensa ha tapado de manera ridícula. Por ejemplo, ni Mundotoro, ni Burladero ni Aplausos ni Cultoro (lo que podríamos llamar el cuadrado del mal mediático taurino) informaron que a Manzanares el Victorino le tragó tanto los terrenos, que terminó comiéndole la muleta, con lo que el maestro no tuvo otra opción que salir huyendo, cosa que tiene una narrativa distinta a decir simplemente “desarme”. Lo de menos es eso, no hay torero que no haya sido desarmado, aunque deberíamos considerar de qué manera y por qué. Lo que ilustra una foto más debajo de las que documentan el desarme y la huida de Manzanares, es que estos supuestos maestros del toreo, tienen una cantidad de falencias técnicas que rayan en lo novilleril, pues se están acostumbrando a una clase de toro rebajado, que solo responde al último tercio (esto es, que en mi concepto personal no se les puede llamar como BRAVOS) de manera dócil y dirigida, que se romperían en dos con toreo en redondo (que no circular) y que los ha malacostumbrado a lo que debe entenderse: la técnica en la guerra de torear. Hay varias caracterizaciones de esto: El Juli y su cornada por intentar torear en redondo a un toro manso y con derrotes (error técnico de un supuesto maestro “con todas las tauromaquia en su cabeza”), o la consecuencia del descargue de suerte de Manzanares (que el toro bravo le coma los terrenos que el torero no gana, con lo que termina comiéndose vivo al supuesto maestro del toreo). Por ello, debemos decir que El Juli no tiene todas las tauromaquias en su cabeza (le falta el toreo de poder y en 8`s para el manso), y que Manzanares está sostenido en un concepto impracticable con un toro bravo (el descargue de la suerte), cosa que suplen con estos errores técnicos ya dichos. Si El Juli fue corneado por una torpeza semejante, cosa que ya hemos lamentado profundamente y nos dolió, Manzanares ante el bravo con terrenos ganados instrumenta otra faceta rayana en lo ridículo: el toreo de poder se ejemplifica como la manera en que el torero logra dominar el poderío del toro con el poderío de su muleta, para así, tras lidiarlo, torearlo en redondo. Se efectúa entre otras cosas, con toques y macheteos a pitón y costillar contrario, para lo que hay que tener garbo y valentía, pues mientras el torero toca a pitón contrario para que el toro revuelva y baje, concluido esto el toro queda puesto en el terreno del torero. Manzanares, empero, y tras verse incapaz de torear al Victorino con su particular estilo decidió machetearlo, con lo que inauguró una nueva técnica de este hermoso arte de tocar al pitón contrario del toro: tocar a ijar contrario, cosa que sale en la tercera foto, y que expone una sombría respuesta a ¿pueden las figuras del toreo, como supuestos maestros de la tauromaquia, lidiar otros encastes?
Manzanares quedó en evidencia con el Victorino, hecho que la prensa ha tapado de manera ridícula. Por ejemplo, ni Mundotoro, ni Burladero ni Aplausos ni Cultoro (lo que podríamos llamar el cuadrado del mal mediático taurino) informaron que a Manzanares el Victorino le tragó tanto los terrenos, que terminó comiéndole la muleta, con lo que el maestro no tuvo otra opción que salir huyendo, cosa que tiene una narrativa distinta a decir simplemente “desarme”. Lo de menos es eso, no hay torero que no haya sido desarmado, aunque deberíamos considerar de qué manera y por qué. Lo que ilustra una foto más debajo de las que documentan el desarme y la huida de Manzanares, es que estos supuestos maestros del toreo, tienen una cantidad de falencias técnicas que rayan en lo novilleril, pues se están acostumbrando a una clase de toro rebajado, que solo responde al último tercio (esto es, que en mi concepto personal no se les puede llamar como BRAVOS) de manera dócil y dirigida, que se romperían en dos con toreo en redondo (que no circular) y que los ha malacostumbrado a lo que debe entenderse: la técnica en la guerra de torear. Hay varias caracterizaciones de esto: El Juli y su cornada por intentar torear en redondo a un toro manso y con derrotes (error técnico de un supuesto maestro “con todas las tauromaquia en su cabeza”), o la consecuencia del descargue de suerte de Manzanares (que el toro bravo le coma los terrenos que el torero no gana, con lo que termina comiéndose vivo al supuesto maestro del toreo). Por ello, debemos decir que El Juli no tiene todas las tauromaquias en su cabeza (le falta el toreo de poder y en 8`s para el manso), y que Manzanares está sostenido en un concepto impracticable con un toro bravo (el descargue de la suerte), cosa que suplen con estos errores técnicos ya dichos. Si El Juli fue corneado por una torpeza semejante, cosa que ya hemos lamentado profundamente y nos dolió, Manzanares ante el bravo con terrenos ganados instrumenta otra faceta rayana en lo ridículo: el toreo de poder se ejemplifica como la manera en que el torero logra dominar el poderío del toro con el poderío de su muleta, para así, tras lidiarlo, torearlo en redondo. Se efectúa entre otras cosas, con toques y macheteos a pitón y costillar contrario, para lo que hay que tener garbo y valentía, pues mientras el torero toca a pitón contrario para que el toro revuelva y baje, concluido esto el toro queda puesto en el terreno del torero. Manzanares, empero, y tras verse incapaz de torear al Victorino con su particular estilo decidió machetearlo, con lo que inauguró una nueva técnica de este hermoso arte de tocar al pitón contrario del toro: tocar a ijar contrario, cosa que sale en la tercera foto, y que expone una sombría respuesta a ¿pueden las figuras del toreo, como supuestos maestros de la tauromaquia, lidiar otros encastes?
En últimas, se trata del modelo taurino actual, que tiene en
la cabeza a varios colados, y que indefectiblemente se llevará a la cabaña brava
al abismo. No hay que obviar que en breve, los últimos Coquillas serán lidiados
en Francia, y con ellos, se pone sobre nosotros la imagen de la vergüenza, pues
antitaurinamente estamos contribuyendo a la extinción del toro bravo, y con él,
nunca mejor repetido, de la tauromaquia misma. Entre El Juli y Manzanares, solo el primero puede quizas osar a lidiar estos hierros, y en consecuencia, optar a títulos como "figura del toreo" o "maestro de la tauromaquia".
Naturalmente como todo torero desarmado hay que correr, |