viernes, 14 de junio de 2013

Un muletazo de El Juli para la posteridad


"Bajando hoy por la Calle Nueva de Almada, me fijé de repente en la espalda del hombre que bajaba delante de mí. Era la espalda vulgar de un hombre cualquiera."
Fernando Pessoa, Libro del Desasosiego.

Y sí, recordando en su natalicio al inmortal Pessoa, hay que hacer relación, como del cielo al cerdo, y hablar de este muletazo, cuya foto, hecha por un tal EL BOMBA, hace revuelo dentro de la afición contemporánea. Es El Juli en Aranjuez: una faena ante un toro discreto a todas luces, que hizo las delicias de la afición torerista (ya que el animal no importa), rematada además con una estocada defectuosa que produjo derrame al toro, y que fue premiada con las dos orejas del animal, mientras al mismo tiempo en Madrid, unos 18 hombres se jugaban la vida con la importante corrida de Adolfo Martín

Pero de estas tristezas está tejida la vida. ¿Qué es lo que interpretamos del muletazo los que rechazamos este mantazo barredor, alisador de los granos de arena,  o quienes ven en él una cumbre del toreo poderoso? Es evidente que la mano baja, tan baja que incluso arrastra más de la mitad de la muleta por la arena.

¿Es poder, el toreo por abajo,  la cumbre en los abismos? ¿Por qué bajar la mano de tal manera, pretendiendo significar algo? Bien, para empezar, y tal como se detalla en el video de este impase, lo que hace El Juli es presentar de manera rastrera la muleta, pero remata por arriba el muletazo, no siendo esto cosa rara en él, ya que en más de una década de alternativa, pocas veces ha rematado un pase por adentro; pero volviendo, en este caso lo que hace es presentar un chiro lleno de arena que al final del muletazo, cuando mande al toro para afuera, levantará a media altura, así que este mito del "toreo por abajo" no puede ser cierto, a menos que el toreo por abajo signifique solo citar, y no dar el muletazo completo bajo un mismo concepto. Esta imagen lo detalla mejor:

1. El cite, sepiamente inmortalizado por EL BOMBA, la muleta rastrera, el mítico animal acudiendo con fiereza al cite. 2. Desarrollo del muletazo, ya sin la muleta tan abajo. 3 "Remate" del muletazo, mandando al toro para afuera con la muleta muy arriba. La tirilla demuestra que en realidad el muletazo, si se entiende por este su desarrollo y remate, y no solo el cite, NO ES POR ABAJO. ES TOREO A MEDIA ALTURA, SIN MÁS.
Entonces, distinguiendo claramente que lo hecho es un cite por abajo para rematar por arriba, mientras la ortodoxia dicta que el toreo es de arriba a abajo, de cite alto y remate bajo, esta imagen, retratada para la posteridad por ese Juan Pelegrín del sepia, EL BOMBA, no es más que una pavada.

Pero sin embargo nos plantea una interrogante: ¿y si realmente este portento del toreo diera el pase citando, embarcando, toreando y rematando en la pala del pitón contrario el muletazo, PERO TODO POR ABAJO, COMO MUESTRA LA INMORTAL Y SEPIA IMAGEN DE EL BOMBA? ¿Qué demostraría aquel imposible, plasmado ante la brava embestida de estos animales que, como el de la foto, lucen un peso de 555 kilos en la tablilla, pese a que, a buen ojo de observador, estaría hasta 100 kilos por abajo? 


Para empezar, lo que demuestra este muletazo de Mario Carrión, es que incluso siendo un torero alto, para torear por abajo no hace falta retorcer o romper la figura de manera antiestética y poco natural, siendo que el toreo persigue la naturalidad. El Juli, igual de alto al reventador amargado, no necesita delinquir con el codilleo o el rompimiento de cintura, como sí lo necesita Perera, pues un torero bajo solo tiene que pegar el muletazo en la mitad del muslo, como de hecho lo muestran las imágenes 2 y 3 de la tirilla arriba expuesta. Así que el alarde de bajar la muleta hasta dejar la mitad del paño en la arena, es solo un engaño, y ganas de mostrar la espalda vulgar de un hombre cualquiera. Lo preocupante del asunto, es que estas disposiciones estéticas de El Juli, de querer posar para EL BOMBA en sepia para la posteridad, y  luego dar un muletazo absolutamente distinto al concepto, le puede acarrear a él, y a la historia del toreo, un gran problema de espalda:



Aún con todo, considero que esta clase de muletazos, tan glorificados por un batallón parido por Jose Morente, plantea un problema estético más que de "poder al torear". Incluso puedo explicarlo con la siguiente foto de Castaño con el toro Marinero de Adolfo Martín, el toro más bravo de San Isidro, toro que además se perdió ese exquisito rompimiento por abajo, al salir en Madrid y no en Aranjuez:


De esta imagen se desprenden varias cosas: la primera, que ejecutar el muletazo con la mitad de la muleta en la arena, es renunciar a los vuelos de la muleta, o también, al aspecto visual que resulta de hacer volar la tela. Otra, que el toro bravo va a los vuelos de la muleta, o sea, a la bamba o parte inferior de ésta, por lo que es falso de toda falsedad, que al toro bravo haya que bajarle la mano en exceso para domeñarlo en el aspecto de la altura de sus cuernos: el toro bravo HUMILLA por sí solo. La siguiente, que para lograr una estética apreciable, no hay que partir ni retorcer la figura: todos los toreros tienen un modo de torear, que va desde el barroquismo corporal de Morante, hasta la renuncia al cuerpo de Juan Mora; y sin embargo, retorcer la figura es un esperpento visual que a Valle-Inclan no le hubiera gustado, en últimas porque hay ausencia de naturalidad y un exceso de histrionismo sin un fondo conceptual (ya sabemos que terminará subiendo la mano durante y al final del pase). 

Otra, que quizá El Juli tenga que citar de tal modo, ofreciendo al campo visual inferior del toro una tela en el piso, porque está tan fuera de cacho que no puede encelar al animal de otra manera: se sabe que el toro ve mejor las cosas que aguardan en el suelo, y no las de arriba; por ello es común ver a los toros embistiendo a las monteras cuando se las topan, y no es común verlos tirando una cornada a la espada durante el pase natural. ¿Qué puede suceder si El Juli retuerce de esta manera su columna, pero cruzado, o "semidefrente", o dando el medio pecho? En últimas: ¿Mandar es bajar la mano, siendo que el toro es quien debe por sí solo humillar debido a su bravura, o realmente el poder, el mando y la autoridad, se refieren a llevar al toro por donde éste no quiere, o sea en curvas? Con El Juli, torero de líneas y pases desde y hacia afuera, hablar de poder insultante es quizá algo a lo que debamos renunciar.

¿Por qué se le baja la mano a los toros? Para bajar con ellos hacia su bravura, y para hacer de esta equidad, un punto desde donde se haga el toreo. Si se da un trapazo, así sea con mano baja, sigue siendo un trapazo. 

Queriendo terminar, dice un verso de Pessoa: "posteridad que ya se olvida para siempre", y con razón es dicho. De tal posteridad es el pase de El Juli, sepiamente inmortalizado por EL BOMBA, para la posteridad del olvido. Por cierto, toreo por abajo, de todo tipo y factura, y del puro, es este:

Teruel en Madrid

Beato y Esplá, para gloria del toreo.

Fandiño en la Santamaría de Bogotá


Robleño en su encerrona en Céret con toros de Escolar

martes, 11 de junio de 2013

La fiesta vive: ¿gracias a los reventadores o a pesar de ellos?


Cierto columnista de un medio emergente no ha visto mejor utilidad en sus hojas en blanco, que cargar en ellas con virulencia contra la afición de Madrid. Respetable, por cuanto la pluralidad de toreros, tauromaquias, conceptos y ENCASTES, es algo que caracteriza al aficionado. Salvando las evidentes distancias entre un premio Nóbel y un columnista irritado con un tendido, esta polémica me recordó un aparte del inmortal Muerte en la tarde, de Hemingway, escritor que subirá como una invocación entre nosotros cuando se acerque más San Fermín.

El toreo, es cierto, ha presentado a lo largo de su historia una serie de movimientos reventadores de las concepciones en boga. ¿Sobrevive el toreo gracias a los reventadores, o a pesar de ellos? Se puede pensar que hay unos conceptos eternos, y que el aficionado reventador vela para que no sean olvidados, a pesar de la continua transformación, porque sin estos conceptos de VERDAD, el toreo moriría en cuestión de una generación: la verdad es el único valor que sustenta a la tauromaquia. En últimas, lo que alguien opine negativamente, no tiene la fuerza para acabar con el toreo: de ser así, el monoencaste no existiría hoy; así que adjudicarle un poder tal a las críticas negativas, solo es irritabilidad, y una forma de evadir una polémica que debería ser más profunda. Sin más preámbulos, este exquisito aparte de Hemingway:

Toro de Valdefresno inexplicablemente rechazado para Beneficencia; cumple con todos los requerimientos de trapío, remate y edad. 


"De acuerdo con los historiadores, Pedro Romero, que fue torero en España por la época
de la revolución americana, mató cinco mil seiscientos toros recibiendo, entre los años 1771 y
1779, y murió en su cama a la edad de noventa y cinco años. Si eso es verdad, vivimos en una
época muy decadente, en que es un acontecimiento ver a un torero intentar solamente recibir
a un toro. Pero no sabemos los toros que Pedro Romero hubiera logrado recibir de intentar
pasárselos tan cerca como Juan Belmonte con la capa y la muleta. No sabemos tampoco, de
esos cinco mil toros, cuántos recibió correctamente, esperándolos con tranquilidad para
hundirles el estoque entre los omóplatos, ni cuántos recibió mal, echándose a un lado y
dejando que el estoque se hundiera en el cuello. Los historiadores hablan muy bien de todos
los toreros muertos. Si se lee una historia de los grandes toreros del pasado, parece imposible
que tuvieran una mala tarde o que decepcionaran jamás al público. Es posible que no le
decepcionaran nunca antes de 1873, porque yo no he tenido tiempo de leer las reseñas
contemporáneas de las corridas de antes de esa época. Pero, a partir de ese año, la corrida de
toros ha sido siempre vista por los cronistas contemporáneos como entrando en un período de
decadencia.

Durante la época de que se oye hoy hablar como de la edad de oro de todas las épocas
de oro, la de «Lagartijo» y «Frascuelo», que fue, además, realmente, una edad de oro, la
opinión más común era que las cosas estaban tomando mal cariz, que los toros eran cada vez
más pequeños y más jóvenes y que, si eran grandes, resultaban cobardes. «Lagartijo», se
decía, no es un gran matador; «Frascuelo», sí; pero es de una avaricia sórdida para su
cuadrilla y es intratable. «Lagartijo» fue expulsado de la plaza por la multitud en su última
aparición en Madrid.

Cuando llegamos en las crónicas a «Guerrita», otro héroe de la edad de oro que
corresponde al período inmediatamente anterior, simultáneo y posterior a la guerra
hispanoamericana, se lee todavía que los toros son pequeños y jóvenes; los bichos gigantes,
de bravura fenomenal, de los días de «Lagartijo» y de «Frascuelo», han desaparecido.
«Guerrita» no es «Lagartijo», leemos; es un sacrilegio compararlos, y todas esas monerías
floridas hacen estremecerse en sus tumbas a los que se acuerdan de la seriedad y de la honestidad (ya no se trata de avaricia) de «Frascuelo». El «Espartero» no vale nada y lo
prueba dejándose matar; finalmente, «Guerrita» se retira y todo el mundo se siente aliviado.
Ya están hartos de él, aunque, una vez que «Guerrita» ha desaparecido, la lidia se encuentra
en una crisis profunda. Los toros, ¡qué cosa más extraña!, se van haciendo cada vez más
pequeños y más jóvenes, o si son grandes, resultan cobardes. Mazzantini no vale nada; mata
tranquilamente, sí, pero no recibiendo, y no es capaz de salir de su manera de hacer con la
capa, y con la muleta es una inutilidad. Afortunadamente, Mazzantini se retira, y cuando don
Luis Mazzantini se ha retirado, he aquí que los toros se presentan cada vez más pequeños y
más jóvenes, salvo algunos que son enormes y cobardes, y más bien hechos para arrastrar
carretas que para el ruedo. Desaparecido aquel coloso del estoque que se llamó Mazzantini,
desaparecido «Guerrita», maestro de maestros, los recién llegados, como Ricardo Torres
«Bombita», «Machaquito» y Rafael «el Gallo», no son más que impostores que dominan la
plaza. «Bombita» domina los toros con la muleta y tiene una sonrisa agradable; pero no es
capaz de matar como mataba Mazzantini; «el Gallo» es ridículo y un gitano chalado;
«Machaquito» es bravo, pero ignorante, y sólo «es la suerte quien le salva», haciendo que los
toros sean realmente cada vez más jóvenes y más pequeños que aquellos bichos gigantes,
siempre bravos, del tiempo de «Lagartijo» y de Salvador Sánchez, «Frascuelo», al que ahora
se le llama siempre el Negro, apodo de amistad y no de insulto, y al que se recuerda por la
buena voluntad que mostraba para con todos.

Vicente Pastor es honesto y valeroso en la plaza, pero da un saltito cuando mata y se
pone enfermo de miedo antes de entrar a matar. Antonio Fuentes es elegante, magnifico
cuando pone banderillas; tiene un bonito estilo de matar, pero eso no quiere decir nada,
porque ¿quién no haría un trabajo elegante con los toros de nuestros días, que son mucho más
jóvenes y pequeños que en los tiempos de aquellos colosos sin defecto, «Lagartijo»,
«Frascuelo», el heroico «Espartero», el maestro de maestros «Guerrita» y el summum del
estoque, don Luis Mazzantini?

En esa época, dicho sea de paso, en que don Indalecio Mosquera fundó la plaza de
Madrid, sin importarle nada las corridas y sí la talla de los toros, las estadísticas muestran que
los toros eran por lo común los más grandes que se habían lidiado en Madrid.
Por entonces, Antonio Montes se dejó matar en Méjico, y en seguida se dieron cuenta de
que había sido el verdadero diestro de la época. Serio, magistral, Montes era capaz siempre de
dejaros contentos por el dinero que habíais pagado. Montes fue corneado por un pequeño toro
mejicano de flancos flacos y cuello largo, que levantó la cabeza en lugar de seguir la muleta
cuando le hundió la espada, y al volverse Montes, intentando escapar de la cuna corneal, el
cuerno derecho del toro le alcanzó entre las nalgas, lo lanzó a lo alto y le llevó, como si
hubiera estado sentado en un taburete –el cuerno desaparecía enteramente dentro de su
cuerpo– como unas cuatro yardas más lejos, hasta que el toro cayó muerto de la estocada.
Montes vivió cuatro días más después de la cogida.

Vino entonces «Joselito» que, cuando apareció, fue apodado Pasos Largos y atacado por
todos los admiradores de «Bombita», «Machaquito», Fuentes y Vicente Pastor.
Afortunadamente retirados todos éstos se habían hecho por consiguiente incomparables.
«Guerrita» decía: «Si queréis ver a Belmonte, corred a verle, porque no durará; ningún
hombre puede torear tan cerca de los toros». Pero al ver que seguía toreando cada vez más
cerca, se descubrió que los toros eran, por supuesto, parodia de los bichos gigantes que él,
«Guerrita», había matado. Se reconoció en la prensa que «Joselito» valía algo, pero se hizo
notar que no sabía poner banderillas más que de un lado, el derecho –los toros, por supuesto,
eran mucho más pequeños– y que persistía en ese defecto; que mataba teniendo el estoque
tan alto que algunos decían que se lo sacaba del sombrero y otros que se valía sencillamente
de él como de una prolongación de su nariz, y que, y eso era una verdad como un templo, fue
abucheado, silbado y bombardeado con almohadillas el último día que toreó en Madrid, el día
15 de mayo de 1920, cuando lidiaba a su segundo toro, después de haber cortado la oreja del
primero, y fue alcanzado en la cara por una almohadilla mientras la multitud gritaba: «¡Que se
vaya, que se vaya!» Al día siguiente, el 16 de mayo, «Joselito» murió en Talavera de la Reina
con el vientre abierto de una cornada, tan abierto que se le salían los intestinos. No era capaz
de retenerlos con las dos manos; pero murió del traumatismo originado por el shock de la
cornada, mientras los médicos trabajaban en la herida. Su rostro quedó tranquilo sobre la
mesa de operaciones, cuando murió; su cuñado se hizo retratar llevándose el pañuelo a los ojos; una turba de gitanos se lamentaban a la puerta y otros iban y venían. «El Gallo», fuera,
daba vueltas sin atreverse a entrar a ver a su hermano muerto, y Almendro, el banderillero,
decía:
–Si han podido matar a este hombre, os lo juro, ninguno de nosotros escapará. Ninguno
de nosotros.
Y Joselito se convirtió inmediatamente en la prensa, y sigue siéndolo todavía, en el más
grande torero de todos los tiempos, más grande que «Guerrita», que «Frascuelo», que
«Lagartijo», en opinión de los mismos hombres que cuando estaba vivo le atacaban. Belmonte
se retiró y se hizo más grande que el mismo «Joselito» al retirarse; volvió después de la
muerte de «Maera» y se descubrió que era un hombre ávido de dinero que quería explotar un
nombre ya famoso –es verdad que aquel año había hecho elegir sus toros–; lidió un año más
todavía, y juro que fue el mejor que tuvo; lidió toda clase de toros, sin distinción de talla,
triunfó en toda la línea, incluida la suerte de matar, en la que hasta entonces no había
adquirido un dominio perfecto y fue atacado por la prensa durante toda la temporada. Se
retiró de nuevo, después de una cornada casi mortal, y todos los testigos contemporáneos
están de acuerdo en reconocer que es el mayor torero viviente. Así se hace la historia, de
manera que no sabría decir lo que valía Pedro Romero en tanto que no leyese los testimonios
contemporáneos de antes, durante y después de su carrera, y dudo de que pudieran
encontrarse tales testimonios, aunque fuera en simples cartas particulares, para poder hacerse
un juicio válido.

Según las distintas fuentes que he consultado y según los testimonios coetáneos, la
época de los toros más grandes y de la verdadera edad de oro en Madrid fue la de «Lagartijo»
y «Frascuelo», los toreros más importantes de los últimos sesenta años, hasta la aparición de
«Joselito» y Belmonte. La época de «Guerrita» no fue la edad de oro; «Guerrita» fue
responsable de la introducción en la lidia de toros más jóvenes y pequeños –he comprobado su
peso y consultado las fotografías– y durante los doce años que duró su carrera, tuvo
solamente un buen año como torero: el de 1894. Los toros grandes volvieron a la plaza en la
época de «Machaquito», «Bombita», Vicente Pastor y «el Gallo» y la talla de los toros decreció
sensiblemente en la época de «Joselito» y Belmonte, aunque algunas veces lidiaron los dos la
clase de toros más grandes que se criaban. Ahora, los toros son grandes y viejos para los
matadores sin influencia y pequeños y jóvenes siempre que el torero sea lo suficientemente
poderoso como para meter mano o imponer sus preferencias en la elección. Los toros son todo
lo grandes que pueda producirlos la cría en Bilbao, a despecho de los matadores, y, en
general, los ganaderos andaluces envían los toros más grandes y más hermosos a Valencia
para la feria de julio. He visto a Belmonte y a Marcial Lalanda triunfar en Valencia con toros
que pudieran figurar entre los más grandes que se hayan lidiado nunca en la historia de la
fiesta brava.
Este resumen histórico ha comenzado con lamentaciones sobre la desaparición de la
suerte de matar recibiendo, que desaparece porque no se enseña ni se practica y, como el
público no la reclama, y es un arte difícil, que tiene que ser practicado, comprendido y
dominado porque es demasiado peligrosa para ser improvisada, los toreros, la dan de lado. Si
fuese practicada podría ser hecha con bastante frecuencia, siempre que se dejase a los toros
llegar al final de la lidia en un estado conveniente; pero toda suerte que puede ser
reemplazada aproximadamente por otra tan atractiva como ésa para el público, comportando
un riesgo menor de muerte si su ejecución falla, está condenada a desaparecer del ruedo, a
menos que el público no se la reclame a los toreros."

Ernest Hemingway, Muerte en la tarde.


¿Qué es lo que revela este imprescindible fragmento de Hemingway? ¿Acaso quienes criticaron a Lagartijo, fueron los mismos que tras su retiro lo alabaron? No ciertamente, a menos que Fuentes sea F. Bleu, por ejemplo: aquí, el escritor norteamericano reduce en un solo espíritu a la afición, espíritu que no sabe lo que quiere, y se revela ingenuo. Navalón puede criticar a El Juli y el insufrible Jose Morente alabarlo sin restricción, incluso hasta la estupidez, y allí tendremos a Hemingway concluyendo que el aficionado critica para después cambiar de parecer con el tiempo, comprobando la decadencia actual, o satisfaciendo una oscura necesidad de ver el toreo contemporáneo como malo, mientras al mismo tiempo sufre una ineludible añoranza por el tiempo pasado. Quizá, y así lo dice otra constante histórica, se culpe a la afición en lugar de al torero. 

¿Necesita la Fiesta al reventador? ¿Puede la tauromaquia vivir sin reventadores? En una época donde ser reventador es la única opción del aficionado ante el monoencaste, el monopolio, el destoreo, la simulación del tercio de varas, la trampa, el baile de corrales, las fundas, las ferias como grandes tramos de aburrimiento, la muerte de los encastes en los mataderos,  y ante todo, el surgimiento de una mafia que se radicaliza, decimos, cuesta imaginar cómo serían las cosas sin la existencia del reventador. No habría pudor alguno para mandar todo lo que no sea Domecq o Núñez a los mataderos fríos, como de hecho ocurre subrepticiamente hace algunos años con los encastes que "no dejar hacer arte" (¿cual arte?), porque dan miedo a algunos matadores; ni habría asomo de pudor tampoco, el más mínimo, para mentir sobre las estocadas de Julian. Da igual: como el maletilla, que inaugura este post con esa foto estremecedora,  la figura del reventador desaparecerá cuando no haya necesidad de llenar un espacio que el toro bravo requiere: el del aficionado al toreo, la pureza del toro bravo, y del torero con verdad. La histórica queja no ha sido por el pasado de oro, sino por el presente en ruinas.  

lunes, 10 de junio de 2013

LA RESPUESTA A TODO

El amargado se toma la libertad de reproducir en su totalidad esta columna de Javier Hernández. Pueden leerla en este link: http://www.cuadernostm.com/blog/la-respuesta-a-todo/

LA RESPUESTA A TODO

Por Javier Hernández

La respuesta a todo la ha dado José Antonio Choperita, a sus ochentaytantos, con sus achaques, con la clarividencia de quien ha gobernado el toreo y de quien siente que sus propios todavía no son dignos de relevo. A las doce de la madrugada fue. Y todavía no ha dimitido de su cargo de capitán de la Taurodelta que rige Madrid, de la empresa que regenta la plaza más importante del mundo, el buque insignia, el bastión de resistencia, la muralla donde se defiende el Patrimonio de la Tauromaquia.
“A esto le queda poquito tiempo”, dijo José Antonio. Y tras decir eso la vida no puede continuar como si nada. Porque, si el Patrimonio Cultural de la Tauromaquia hablara tendría una respuesta clara: “si me queréis, irse”. A lo Lola Flores. Si “a esto le queda poquito tiempo” ustedes no pueden seguir donde están, porque ya han arrojado la toalla y esa frase tan apocalíptica es la respuesta a todo que hacen. Como al toreo le queda poquito tiempo, vamos a rebañar lo que resta, a saquear los baúles, a aprovechar los últimos días y a no dejar nada sin recoger.
“A esto le queda poquito tiempo”. No es la frase de un anti, ni de un verde, ni de un político progre que mueve su ficha según interese. Esa sentencia es de Choperita y se la ha dicho a un periodista de su quinta que no tuvo arrestos para la pregunta clave: “y, entonces, ¿usted que hace aquí?”.
Usted, don José Antonio, que acaba de facturar unos 16 millones de euros según sus propias cuentas (recuerde que desde su empresa se dijo que se habían perdido casi dos millones de euros por dos mil abonos) ha confirmado que no cree en el futuro, que los taurinos tienen el 90 por ciento de las culpas de esta situación. Y esta mañana de lunes, en la que muchos de los toreros de su San Isidro todavía no han liquidado por considerar indigno el salario ofrecido, usted volverá al despacho de Las Ventas. Y el aficionado se preguntará que para qué. Si “a esto le queda poquito tiempo” es mejor que usted se quite del medio y deje actuar a los que todavía tienen fe en recuperar el esplendor de la tauromaquia.
Porque, don José Antonio, haberlos, haylos. Todavía hay quien invierte en el toreo, en generar toreros, parte de sus ganancias logradas frente al toro. Ahí están los toreros. Todavía hay aficionados activistas que se parten el pecho por ofrecer charlas, por organizar sesiones de toreo de salón, por conseguir dinero e ir a los toros pagando su entrada para disfrutar y para invertir en futuro, no para que se lo quede usted y sus socios del oligopolio porque usted, don José Antonio, ya confirma que “a esto le queda poquito tiempo”.
Una persona que sabe que a su coche “le queda poquito tiempo” de uso ya no lo lleva al taller para renovar amortiguadores. Simplemente, lo usa esperando el día del crack definitivo, y se aprovecha de su coche. Y es lícito que lo haga. Ahora bien, el toreo no es su coche sino un Patrimonio Cultural de todos los aficionados y no está bien que usted, que acaba de usar ese coche para facturar 16 millones de euros, deje esto en el desguace.
La frase de José Antonio Martínez Uranga es la respuesta a todo. Si “a esto le queda poquito tiempo”, vamos a prescindir de los que más cobran (José Tomás, Juli, Juan Mora, Cuvillo, El Pilar y Garcigrande, por ejemplo) en la feria más importante del mundo. Si “a esto le queda poquito tiempo”, vamos a apoderar a todo aquel producto que podamos mover por las ferias y así ganamos también la comisión de apoderados y abaratamos costes entre nosotros. Si “a esto le queda poquito tiempo”, vamos a comprar el ganado a los sumisos porque venderán barato y no pondrán pegas. Si “a esto le queda poquito tiempo”, vamos a olvidarnos del convenio de mínimos y así podremos jugar en un mercado libre donde el torero de oro o plata actuará casi por afición y lo poco que entre en taquilla nos lo quedamos. Si “a esto le queda poquito tiempo”, vamos a recoger que no es hora de sembrar.
Lo ha dicho José Antonio Martínez Uranga. La frase que Toño Matilla lleva dos años pregonando por bares y callejones la ha dicho el empresario de Las Ventas, y no Leo Anselmi, en La SER. Es la respuesta a todo: “a esto le queda poquito tiempo”.
Y el toreo, que no tiene voz pero sí alma, dicta sentencia: “si me queréis, irse”.
NOTA DEL REVENTADOR: Excelente, no hay que añadir nada más. Taurodelta gestiona la plaza en un modelo nocivo que garantiza que sus intereses generen ganancias, así con esta farsa se carguen TODA la fiesta: modelo maligno de "figura-monoencaste, rodeados de una feria miserable para generar el contraste", como contamos en nuestro anterior artículo.

La temporada madrileña de inicio de año: el esplendor de las ruinas.


Dice Camus que contar la historia del fracaso es un riesgo, pues la pobredumbre arrastra en su vorágine incluso al relato del fracaso, por lo que el narrador termina participando de tal hundimiento. Se corre tal riesgo al hablar de la ruina de la temporada mayor madrileña: compuesta por el 1 y 2 de mayo, el San Isidro, la feria de Arte y Cultura, y las corridas de La Prensa y la Beneficencia, la temporada grande en Madrid constó de 33 tardes, 20 de monoencaste Domecq-Núñez, 9 de encastes minoritarios, y 4 de rejones, que tienen su propio monoencaste. De las 9 de encastes minoritarios, solo 5 pueden considerarse como tardes de corridas duras. Hablamos entonces de un toral de 198 reses de lidia, entre novillos y toros; 198 animales con 396 orejas, de las cuales solo se cortaron 15. De las 15 orejas, solo dos no tuvieron en torno a tal concesión de trofeo, una amarga polémica por la evidente ridiculez de conceder un trofeo antaño tan preciado a faenas sin un solo pase completo, por ejemplo.

Hablamos entonces de menos de un 5% de triunfo en medio de un gran desierto de aburrimiento y rebajamiento. ¿No se puede considerar esto como un fracaso total? Y sin embargo, la presente temporada sigue teniendo mejores números que la temporada del 2012. Pero ante la evidencia de un fracaso con estrépito que seguramente incidirá en la caída en picada de los abonos y el número de asistentes, lo necesario aquí es preguntarse la naturaleza del fracaso: el toro y el torero.

De las 198 reses de lidia, solo el cabalístico número de 22 reses sirvieron para el espectáculo en más de un tercio, lo que no quiere decir que sean auténticamente bravas, pues de estas 22, la mayoría fueron toros mansos encastados, y solo salieron 5 toros bravos auténticos para los 3 tercios. Esta bravura no computa las corridas de rejones sino las de a pie, y se distribuye en 4 toros bravos en las corridas duras, y solo uno en las de monoencaste. 

Lo anterior deja una cosa en claro: de los 120 toros de monoencaste, solo uno fue realmente bravo (el sobrero de Sánchez Dalp, vía Núñez), y sirvieron para la lidia de muleta 8 toros :  osea, 9 toros de 120 del monoencaste sirvieron únicamente.

Mientras tanto, en las corridas denominadas duras, de 30 toros, 13 resultaron buenos para lidia en los tres tercios. De ellos, Bustillo II y Marinero, resultaron francamente bravos, y otros 6 toros de estas ganaderías duras, también con una nota más que sobresaliente. 

Malo, del monoencaste
Malo, que fungió como corrida dura, cuando Samuel Flores no entra ya en esta categoría.
La conclusión es que las corridas duras, con un número mucho menor de toros, pueden sacar un porcentaje más alto de éxito con respecto al apabullante monoencaste Domecq-Núñez. ¿Hay alguna razón entonces para continuar con el modelo del monoencaste? La respuesta de la empresa es clara: imponer un concepto de toro y de toreo que privilegie a los toreros que la empresa apodera, y a las ganaderías que la empresa maneja, así con ello la calidad del toreo sea de un exagerado 5% sobre 120 toros y 20 tardes. Un caso paradigmático de ello es la inclusión en dos tardes de la ganadería Jandilla durante esta temporada: procedencia Domecq del monoencaste más aberrante, y sin haber tenido mayores méritos que arruinar el mano a mano de Mora y Fandiño hace un año, echó en este 2013 a Las Ventas un total de 11 reses inválidas y sin casta. Y volverá. 

Otro factor tan diciente como el ganadero, es el de los toreros y los carteles. La inclusión de toreros sin méritos, la preminencia de las confirmaciones de alternativa, la injustificada invasión de toreros mexicanos justificada indecentemente con orejas de pueblo, la reiteración de los mismos libretos que antaño han fracasado: tal es la naturaleza de lo que en realidad debería ser otra cosa harto distinta: la inclusión de toreros con mérito (por ejemplo, Escribano, quien le cortó las dos orejas a un Miura de vuelta al ruedo en Sevilla), o la inclusión de toreros extranjeros en equilibrio de países y méritos (la ausencia de Fermín Rivera pero la inclusión de Silveti en el elenco mexicano), o la supresión de toreros sin nada (Luque y El Cid en varias tardes sin haber demostrado nada, y pasando por Madrid sin pena ni gloria). 

Ausencias como la de Juan Mora, Frascuelo, Lamelas, Moreno, Rivera, o incluso el citado Escribano, solo por decir algunos, le restan variedad a la feria, y también justicia. 

Otro tanto es la desgracia: cuando sale el toro, no hay torero; en esta temporada se hizo patente la abusiva ausencia de capacidad lidiadora de la gran mayoría de toreros, incluso figuras. Citar la vergonzante incapacidad de Talavante ante victorinos desrazados, la falta de recursos ante el picante segundo de Manzanares en la corrida de Victoriano del Río; la pésima espada de Fandiño, o la destoreada de la corrida de Baltasar Ibán por Urdiales, Mora y Bautista, es solo un tentempié de la desoladora realidad: los toreros han olvidado que un toro requiere terrenos, sabiduría a la hora de ponerlos en suerte y picarlos, modos de lidiarlos en las banderillas para corregir defectos, y conocimientos depurados de cómo ponerse para que el toro vaya, dure y luzca. Todo se redujo a ponerse donde estaban los papelillos, o sea, donde no había viento, lo que supone una reducción de ventajas para el toro, siendo la lidia la lucha a favor del animal, a fin de que este luzca su bravura en los 3 tercios. 

Toros como Bastonito (el reencauche del mítico del 94) o Baratillo, Matacanas, Brigada, o incluso Bustillo II, serán una incógnita para el aficionado, pues dejaron este mundo sin haber sido lidiados a la perfección, lo que pudo haber hecho lucir aún más la bravura que llevaban. En esta temporada Madrileña, se picó mal, poco y mucho, y salvo el ejemplar caso de la cuadrilla de Castaño y El Cid, los subalternos y el mismo lidiador, pasando por el director de lidia, no tienen idea de qué es la lidia correcta de un toro bravo en los 3 tercios. De las 198 reses, 16 fueron picadas en la querencia, cosa que revela la incapacidad de las cuadrillas para sujetar a un toro en todo un ruedo.

Ejemplo de perfección lidiadora: la cuadrilla de Castaño.

¿Cómo se puede llegar así a Madrid? Puede preguntarse uno en esta triste cosa.Un torero como Urdiales, quien debe resolver su temporada desde lo que haga en Madrid, se vio en 2 tardes y 4 toros con la misma apatía con la que el bravo Matacanas le dijo a Talavante que el toreado era el torero. Comentan los toreros, con mucha razón, que un triunfo en Las Ventas es algo devaluado, y que de poco sirve, como tampoco le sirvió de nada a Escribano salir por la puerta grande en Sevilla, y con miuras.

80% de las orejas concedidas fueron regaladas, y en la mayoría de los casos, premian al torero de una manera injusta, pues salieron toros de dos orejas a los que solo se les cortó una, y no por pinchar. Por ejemplo, a Perera le salió un mal presentado Alcurrucén de nombre Peladito, toro con transmisión y con series de hasta 7 pases, sin parar, y que duró 7 series de un total de 39 pases. ¿Qué más necesita un torero para cortar dos orejas en Madrid, además de salirle un toro de series de hasta 7 series con transmisión? Perera no puede responder, acaso porque su faena efectivamente sea de una sola oreja, y no de dos, como debería gracias al toro. Lo mismo le cabe en suerte al mexicano Joselito Adame, quien este año se llevó el gato al agua y tuvo en sus 2 comparecencias un total de 4 toros que embistieron con cierta casta y mucha nobleza (o sea, todo un regalo), cortando solamente una oreja y una oreja, cuando en un mundo justo debió cortar 8, pues en un mundo justo Adame debe saber aprovechar la nobleza y la suerte, y no, como en este mundo, recordar el destoreo poblerino, que al final termina acusando el noble toro español. 

Peor caso es el de las faenas que ni siquiera son de vuelta al ruedo, y a las que se les da una inexplicable oreja: el día de la corrida de Bohórquez, ante el diluvio de granizo que tapizó la plaza, el mexicano Silveti instrumentó una faena si una sola serie limpia, y sin un solo pase completo, a la que sin embargo se le otorgó una oreja, aduciendo todos que el torero se ha jugado la vida en medio de un diluvio: cabe preguntar si tal honor no lo mereció también al toro, pues el animal aguantó el granizo, con dos puyas costilleras y traseras, 6 banderillas mal puestas, y un matador que lo mareó a pases. ¿Se podría sin embargo honrar a este toro con los honores de la vuelta al ruedo, todo porque se quedó debajo del granizo? No, del mismo modo que la oreja de Silveti no vale nada, a menos que las orejas se den por circunstancias metereológicas, y no por el toreo: al toro se le da la vuelta al ruedo por bravo, y al torero, por haber toreado.

En cualquier caso, nombrar la falsa puerta grande de Talavante por una faena de oreja a la que se le dieron las dos sin pestañear, es hacer ver lo de Silveti, Perera, Adame, Manzanares, Ferrera o Castella, como épica taurina. Madrid ha bajado mucho el listón de la exigencia; ahora se le grita olé a pases cambiados por la espalda, a pases ayudados por alto y a faenas en las que una figura no se cruza una sola vez, cuando hace dos años esto era impensable en la hasta entonces "plaza más seria del mundo".

Hasta el momento, hemos ofrecido un panorama desolador en los aspectos ganaderos y taurinos, ¿pero acaso no fue así? A esto habría que sumarle la radicalización en contra del tendido 7, y la presentación de los toros. Siempre hay que preguntar, ¿por qué se culpa a Madrid de querer un "toro mastodonte", si plazas como Bilbao o Pamplona lo echan más grande, y nunca se acusa a estas dos plazas de lo mismo? Madrid no quiere un toro grande, pues de quererlo, nunca entraría a los corrales de Las Ventas una sola corrida de Baltasar Ibán. Lo peor, es que ahora Madrid ni siquiera sabe lo que quiere, o de quererlo, igual no puede hacer nada, ya que por desgracia no son los aficionados quienes controlan el baile de corrales. Como ya se ha contado, solo para Morante desfilaron un total de 20 toros en la de Beneficencia, y se parchó la corrida con los más pequeños. Hablar de las exigencias ganaderas de Madrid, cuando gracias a Taurodelta esta plaza se ha convertido en una dictadura de figuras y ganaderos donde el aficionado poco pinta, es más que socarrón. Se denuncia que Madrid ha sacado a los toros de su tipo, atacándolos de kilos para que puedan ser grandes y con romana, pero, ¿acaso no ha sido Betado, un Victoriano del Río de 650 kilos, el toro de monoencaste que mejor ha embestido en Madrid, incluso concediendo al toro el honor de la vuelta al ruedo? El tema está servido, pero no para los periodistas ni la empresa. 

Y a este punto es necesario llegar: Madrid es un fracaso, porque la empresa no tiene ninguna relación con el aficionado, más que la económica. El modelo de monoencaste y carteles sin mérito, funciona para beneficiar a Chopera, Casas y Matilla, porque estos dominan una concepción de la tauromaquia donde la ética de la bravura y el toreo auténtico no tiene cabida, y ofrecen una supuesta miseria para que esta contraste con el posible triunfo de las figuras del toreo, que precisamente estas 3 familias, apoderan. Pero este "posible triunfo" no puede ser auténtico en Madrid, ya que el público pide 3 tercios íntegros en la mediad de lo posible, y los toros de monoencaste, lo demuestran 111 toros, NO RESISTEN LOS 3 TERCIOS AUTÉNTICOS.  Sin la conjunción del toro bravo que exige el toreo auténtico pocas veces un espectáculo tan masificado, puede tener interés, pues este ocurre solo por error: con el manso de Talavante, con el manso encastado de Fandiño, con la corrida sin picar de Victoriano del Río, y pocas veces con el fulgor auténtico de la verdad: la bravura de Marinero y Pilarico para Castaño y su cuadrilla.  


El más bravo de San Isidro.

Entonces, Madrid fracasa así: por el toro, que no es el toro; por los toreros, que no torean; por los empresarios, que solo usan a la plaza para lucrarse, lo que es apenas deseable.

¿Qué hacer? En el tema del toro, mientra en Madrid se incluyen 20 tardes de monoencaste, en Francia las ganaderías bravas embisten:  Dolores Aguirre, Cebada Gago, Miura, Palha, Murteira Grave, La Quinta, Fuente Ymbro, en estos primeros 4 meses de temporada, han embestido en Francia, y no porque cruzando la frontera adquieran de ipso facto la bravura. Es más, en Francia el tercio de varas es auténtico. ¿Y los toreros? No nos riamos. 

Aunque podemos sugerir: no permitir más de un 30% de presencia de sangre Domecq y Núñez. Permitir al aficionado un 40% de soberanía para la inclusión de ganaderías y toreros, pues al fin y al cabo el aficionado es quien paga. Pedir reseñas gráficas de los toros en el campo. Pedir pedagogía sobre el tipo de cada encaste. Insistir en la necesidad de poner a las figuras a competir en carteles con toreros emergentes de las corridas duras, y en corrida duras. Regular el tercio de varas. Exigir que el torero con más antigüedad haga las veces de director de lidia. No permitir el monopolio de toreros mexicanos, pues todos los países del toro ajenos a España deberían tener igualdad de representación: torearon 5 mexicanos y solo 2 colombianos, mientras los otros países quedan en nada. No confeccionar la corrida de Beneficencia con un año de anticipación, sino atenerse a los triunfadores de San Isidro, así no sean figuras. Excluir de las premiaciones a los toreros involucrados en bailes de corrales, siendo Morante el campeón en esto. Mejorar los sistemas de compra, e ilegalizar aún más a los revendedores, pero no a los reventadores.

En conclusión, Madrid falla por que no está saliendo el toro de Madrid; falla, porque no están toreando los toreros de Madrid en las corridas de interés e importancia; falla, fundamentalemente y por todas las razones, al ser una plaza donde se reflejan las consecuencias del modelo actual, que de hecho es manejado por los 3 empresarios de la plaza: monoencaste, falta de diversidad y competencia, el aficionado como un ente que solo debe pagar, y no hablar ni pitar, a menos que quiera sufrir la ira de los columnistas.


Del Blog Cornadas para todos, la demencialmente sincera declaración de Choperita sobre el futuro de la plaza que su grupo maneja. 


En fin, este es el esplendor de las ruinas:


Javier Castaño con Ebanista y Pilarico de... por blogdetauromaquia
Javier Castaño con Sevillanito y Marinero de... por blogdetauromaquia
Alejandro Talavante con Artillero de Victoriano... por blogdetauromaquia
Iván Fandiño con Grosella de Parladé en Madrid... por blogdetauromaquia
Juan Bautista con Lanzavientos de Carmen... por blogdetauromaquia
Alejandro Talavante con Matacanas de Victorino... por blogdetauromaquia
Miguel Ángel Perera con Peladito de Alcurrucén... por blogdetauromaquia
Rafaelillo con Bustillo II de José Escolar en... por blogdetauromaquia
Uceda Leal con Costasol de Sánchez-Dalp en... por blogdetauromaquia

jueves, 6 de junio de 2013

Baja tú y lo haces


"Baja tú y lo haces", palabras que dijo Morante sin abrir su boca. Mover su mano izquierda hacia afuera de la suerte, luego mostrar la palma para pedir calma, y terminar haciendo una venia, en el lenguaje morantista quiere decir BAJA TÚ Y LO HACES, y significa que el aficionado solo tiene derecho a aplaudir y gritar olé a cualquier cosa, pues el pobre hombre se juega la vida, como cuentan con antitaurina ortografía aquí.

Como ya hemos señalado antes, Morante nunca abrió su artística boca, y su gesto no puede interpretarse como grosería, a menos que quisiéramos atacar al 7 porque son una secta que no dejan divertir a nadie a la plaza, pues a eso va la gente: "a pasarla bomba". Sin embargo, supongamos que como dicen sus fanáticos y los anti toristas y anti tendido 7, Morante en efecto lo ha dicho. ¿Por qué no puede ser un argumento decir BAJA TÚ Y LO HACES? Varias razones:

*No se puede justificar el pisoteo a los conceptos de la tauromaquia aduciendo que un torero profesional torea mejor que un aficionado. Tal principio sería inaplicable en la vida real; uno paga una entrada no para que la persona que come del dinero que uno deja en la taquilla,  rete a que se haga mejor algo que es su obligación hacer bien, por el mismo motivo que uno tiene derecho a reclamar por un pan lleno de cucarachas, sin tener que saber hacer mejor pan que el panadero acusado.

*El aficionado paga una entrada para ver torear toros bravos, no para medir su capacidad de lidiar toros con respecto a un matador.

*Los espontáneos o personas que invadan el ruedo sin ser toreros profesionales, son conducidos por las autoridades a la cárcel, pues es delito.

*Si se tiene que bajar a torear para demostrar que un profesional sabe torear mejor que un aficionado, lo que es casi evidente, lo mismo debería decirse con los otros aspectos taurinos: que sea el aficionado quien elija los toros, ganaderías, carteles, fechas y hasta honorarios.

*Si baja el aficionado, que el torero compre un abono completo ganando el sueldo del aficionado, y sea sometido a toda una temporada de corridas soporíferas sin derecho a rechistar; como es otro el que se gana miles de euros, que no exija igualdad de condiciones entre en un torero que se alivia y un aficionado que, con su dinero, ayuda a sostener el toreo.

*Que el torero le explique al aficionado antes de bajar cómo se hace un baile de corrales, un afeitado de pitones, un descargue de suerte, una masacre en la pica, o que le explique cómo machetear negando la historia del macheteo glorioso del pitón contrario; si ofende que un aficionado le diga a un torero que está mal colocado, suponemos que al aficionado le debe ofender que el maestro le explique la naturaleza de un baile de corrales.

*"Respeto, pues el torero se juega la vida" no es un argumento, porque de ser así deberíamos respetar mucho más a aquellos toreros que se juegan el pellejo en las corridas duras, cobrando hasta 5 veces menos que los de corridas bobas, donde solo los mansos derrotando pueden cornear. Nuestro sistema funciona para tapar precisamente al que se juega la vida y merece ser respetado: Escribano le corta las dos orejas a un Miura de vuelta al ruedo en Sevilla, y da igual.

*Estas personas son las mismas que critican el tercio de varas, ¿sería válido que un picador les dijera, ante sus reclamos, "baja tú y pica bien"? Quizá lo correcto es pensar que el público merece respeto en sus juicios.

*Se ha tapado el fraude del baile de corrales en la plaza, echando a rodar odio contra el 7, inventando una falsa historia del torero que es valiente ante el tendido, pero nunca antes los miuras que jamás lidiará. No hablo de Morante, hablo DEL TORERO POSMODERNO.

*El mero reto de pedir al aficionado que toree, ¿acaso no es una declaración de incompetencia por parte de un torero o un aficionado? Yo no me tengo que poner bien o mal para demostrar que un torero está mal puesto: que el torero tenga mal sitio, se demuestra en la evidencia, precisamente, de su mal sitio.

*Imaginemos que en una corrida de Miura, un torero le diga al torerista o al torero figura BAJA TÚ Y LO HACES. No se puede suponer que esto es un argumento para nada.

El respeto más grande se lo debemos todos a los valores de la fiesta y al toro; los toreros, ganaderos, aficionados, críticos y claveleros debemos respetar al toreo; respeto cuando hay verdad, y censura cuando se engaña: un aficionado, toreando bien o mal a un toro, no justifica que el torero haga trampa. A muchos les molestan los pitos tanto como a nosotros los olés a trapazos, entonces, es cuestión de percepción.  A estas personas, dios toro no quiera, algún día les saltará un Miguelín a su Cordobés. Hasta entonces, y viendo que a muchos les ha encantado  la foto de Morante supuestamente diciendo BAJA TÚ Y LO HACES, le dejamos una selección de fotos igual de increíbles a la que abre esta publicación: romanticismo en la figura del torero, y para que después estén diciendo que en este blog no queremos complacer a las personas a las que le vale más una fotico que los valores del toreo:
















Por cierto ES BROMA, lo único que no es broma aquí es el baile de corrales y la manipulación mediática. No es mi intención irrespetar, al fin y al cabo no soy el que le digo al aficionado que se baje a torear los miuras de Rafaelillo, si es que tiene la osadía de no gustar tal tauromaquia. Besos.

miércoles, 5 de junio de 2013

A Morante lo está matando el morantismo


Este comentario nace a raíz de la corrida de hoy. ¿Y qué decir de la corrida de Beneficencia que hoy se apresuró en aburrirnos y exasperarnos? Una auténtica corrida de toro agrícola, como le gustaría llamarla a José Ramón Márquez: bueyes mansos y flojos para la tristeza y el desesperante toreo de J.J. Padilla, Morante de la Puebla y Castella. Una tarde anodina para el toreo, llena de ventajas de principio a fin -siendo el toreo una ciencia de lo difícil-, en la que Castella hizo algo que nunca había intentado JAMÁS en otras plazas del mundo: empezar la faena cambiándose al toro por la espalda. También Padilla hizo algo que no había hecho jamás: tocarle los cuartos traseros al toro para poder quedar colocado, luego de los horripilantes trapazos fuera de cacho que pegó. Y Morante, ese hombre, también haciendo algo que nunca jamás se le había visto: machetear de mala manera a su primero para matarlo sin pelea, ya que el pobre animal cometió el terrible pecado de protestar por arriba en la embestida, pecado este contemplado en libros como La Biblia, La Divina Comedia -Oh Beatriz-, La Summa Teológica, el Civitas Dei, y en cualquier código existente sobre las transgresiones a lo sagrado. Algún profano anotó que cuando un toro protesta arriba, lo primero a mirar es la lidia que produjo ese defecto, y segundo, corregirlo con poder en la muleta, que para eso se le llaman MAESTROS de la tauromaquia.

Como toda tragedia ridícula del toreo, la de hoy estuvo antecedida por la trampa: anotó el periodista Javier Hernández, que hubo un baile de corrales en la plaza para impedir a la ganadería Valdefresno echar la corrida entera, por lo que al final desfilaron en plaza 4 de Valdefresno y 2 de Victoriano del Río. Como en este blog no hay necesidad de lamerle las posaderas a nadie en la lejana España, debemos anotar algo que es de conocimiento general: que el culpable ha sido el nefasto apoderado de Morante, quien incluso fue expulsado de los corrales, ya que si fuera por él y por Morante, hubiesen salido al ruedo a perseguir sus verónicas, nada más y nada menos que los alanos que perseguían liebres de lata en el galgódromo antaño ubicado en Bogotá para los años 60`s: perros muertos que no asusten al arte.

Bien, en corto y por derecho, según los toros que se tenían reseñados originalmente para la corrida, estos dos animales fueron los rechazados primero, pues incluso rechazaron otros 20:


Número 123

Número 8
Viendo las fotos, cuesta imaginar el criterio de la junta técnica, si es que esta vale para algo ante el poder las  figuras; criterio díscolo  y casi abusivo con la lógica, para suponer que el 123 y el 8 pueden ser reemplazados por esta cabra asquerosa de Victoriano del Río:

Foto extraída de la página oficial de Las Ventas: cabra con más trapío que el 123 y el 8 de Valdefresno
¿Qué sentido tiene anunciarse con Valdefresno para luego intentar por todos los medios echar la corrida para atrás? La empresa incluso no tuvo otra opción que suprimir un Victoriano y permitir la entrada a un Valdefresno de los rechazados, para así evitar la reclamación de dineros. La jugarreta de convidarse cada torero solo un toro de Valdefresno, les salió mal. Después, con un poco de justicia poética y divina, en el sorteo  a Morante le salió el lote de los dos toros de Valdefresno, lidiando los "domé" sus compinches Castella y Padilla, pese a que el numerito en la mañana fue por cuenta del innombrable apoderado del sevillano. Lo que me resulta increíble es que algunos sin embargo aún conserven una distancia defensiva con Morante.

Hasta ahora vamos en los corrales, y ya tenemos un prontuario para echarse a llorar como aficionado, pero viene más, pues el punto más ridículo de la tarde fue cuando Morante se ganó una ovación y un rugido de la plaza: ni por verónicas de las suyas, ni por naturales barrocos, ni por arrebatos de cante jondo, ni por "medias verónica que suspenden el tiempo", como para el fusilado en el cuento de Borges; el torero simplemente se sentó en el estribo, y los tendidos de sombra le aplaudieron, y se levantó un murmullo admirativo. La foto del inicio ilustra tal situación. OVACIONADO POR SENTARSE!

Entonces uno entiende la relación entre esos ridículos aplausos a un gesto tan simple como sentarse en el estribo, y lo acaecido en la corrida, siempre marcado por al decadencia: Morante tiene una secta de aduladores, dispuestos, como dicen ellos mismos, a pagar una entrada carísima solo por verle hacer el paseíllo. Los mismos que le admiten que corte un rabo en Córdoba tras torear una perro al que había que chuzarle con la punta del estoque para que embistiera de uno en uno, cuando antaño el rabo era la resulta de una épica batalla entre la bravura y el arte. Los mismos que convierten una crónica que narre las medias verónicas de Morante en algo más cursi que poesía de quinceañera primeriza. Los mismos.

Que les recordó a los toreros clásicos que esperaban sentados en el estribo la salida del geniudo toro del XIX, dicen. Es una verdadera lástima que no se le recuerde por otras maneras clásicas: torear diferentes encastes, tener una mínima noción de la lidia, saber enfrentar las críticas, no buscar la ventaja, entender el toreo como algo donde la belleza es producto de la guerra, no de la manipulación, y aprender a machetear sin que esto se vea como alivio. Sucede que la existencia de la corte de aduladores, llamada morantismo, le permite al toreo tener un crédito infinito para comportarse como le plazca, abusar, imponer, y echarle cada 4 meses unas migajas de gloria, cuando se estrella para fortuna del morantismo, con el toro bobo y noblón.


Lo anterior es algo que percibe el apoderado. A las figuras no hay que culparlas por elegir lo que el apoderado les ofrece, a cambio de ser sus poderdantes y producir dinero en las plazas: comodidad, que malinformando a los aficionados, o explotando mitos, puede traer más dinero. Si todas las figuritas de cartón que defenestran nuestra época no tuvieran más opción, lidiarían todos los encastes en todas las condiciones. Alojados en una época en donde no se les puede ni siquiera pitar sin ser asesinado a insultos, y donde cada vez tienen más poder, humanamente eligen el camino del dinero y la facilidad, no temiendo que se les tache de mediocres por los medios, y además satanizando al aficionado que no se traga esto. Navalón entonces tenía razón al intuir que el final de la fiesta solo ocurriría el día en que un torero sea más poderoso que los ganaderos.

Mientras el aficionado no sea capaz de reconocer la imperfección de los toreros, y lo necesario de la crítica ante la mafia imperante, los petardos van a seguir ocurriendo. ¿Cuánto puede desilusionarse una persona, hasta finalmente decidir dejar las plazas para siempre?

De Curro Romero se dice que pudo ser el torero más grande de la historia, si no fuese por su irregularidad, y su inclinación a matar los toros que no tuvieran la embestida recta, noble y boba, o sea, matar rápido al toro con casta al no saber ni poder lidiarlo. Su época, sin un monoencaste marcado, dejaba grandes espacios entre faenas buenas, pues era más común que le saliera un toro lleno de satanismo, a la mansa paloma necesaria para hacer "arte". Nadie se ha preguntado si realmente lo suyo era ausencia de inspiración divina, o falta de técnica para lidiar toros fuera del libreto. De hecho con Morante pasa lo mismo: solo hace grandes faenas con un tipo de toro, y cada vez más le saldrá menos veces ese toro, pues el público ya está harto del monoencaste, y lo irá rechazando. Pero entonces los curristas y hoy los morantistas aducen un supuesto estado de trance inspirativo. Hay que perseguir a estos toreros por distintas plazas hasta que algún día sufran una katarsis inspirativa, entonces, ¡al fin!, aparece la tauromaquia de Curro o de Morante. Pereza pura debería ser un título más exacto a la ausencia de inspiración en esta clase de toreros. Así que hasta que el público no sea consciente de esto, y de la necesidad de exigirle a Morante que dé un paso al frente y toree al toro como pueda para ir mostrando su verdadera dimensión, veremos petardos y petardos. Más morantismo es menos Morante; más comodidad y mediocridad.

Habrá un punto en el que el morantismo no pueda soportar más el mito de Morante, o solo queden los más ridículos y fanáticos. Una plaza como Las Ventas, que tiene de torero consentido a uno que nunca ha abierto su puerta grande siendo figura, hoy le pegó dos broncas; incluso desde el  tendido 7 donde le miraba Rafael de Paula, un aficionado le gritó con justicia contra el pésimo sitio julista que tenía Morante, siempre para cuidarse y tomar la ventaja ante un toro extraño: ese desgarro lorquiano, ese duende, esa música del silencio: todo esto hoy lucía asustado,  y Morante toreando muy desprendido de la embestida. Cuando el aficionado se lo reclamó, Morante, quizá emulando a de Paula en Jerez, respondió con grosería. La corte de aduladores celebran la grosería de Morante, cosa entendible, al no haber toreo que celebrar el día de hoy, día de todos los fastos. Quizá los buenos aficionados que suscriben la diatriba contra el 7,  obviaron que el aficionado no solo grita por el abusivo fuera de cacho, pues también lo hace por el baile de corrales, la humillación a los ganaderos, la mentira, la trampa, y los morantistas que están matando a Morante:

Nota donde se celebra la grosería de Morante con ortografía lamentable. El aficionado debió responder algo como "Está bien, yo bajo a torear y a hacerlo bien, pero si me pagan los miles de euros por tarde que a ti, con todos tus privilegios y tu corte fanatista, y si tú te sientas aquí pagando una entrada todos los años, a pesar de la crisis económica que nos golpea, entrada con la que al fin y al cabo se paga tu sueldo y tu vida, y aquí sentado miras tú cómo con tu dinero hago danza de corrales, te miento en el capote y mato al primer toro sin darle un pase. Si protestas, te harán una columna que parece más una calumnia."
Por cierto, Morante incluso hoy mintió por verónicas: en este video se puede ver cómo en lugar de adelantar la pierna de salida, lo que hace es retrasar la otra pierna -si es una verónica por el lado derecho, no adelantar la pierna derecha, como debería ser, sino retrasar la pierna izquierda-, con lo que automáticamente la pierna de salida queda "adelantada" para la foto, pero no para el toreo; pues, para la verdad de cargar la suerte,  no se dio un paso al frente, sino que con la otra pierna se intentó dar un paso atrás, pese a que la imagen nos muestre una verónica con la pierna de salida adelantada. El truco, que le servía a Paco Camino en todas las plazas, menos en Madrid, hoy provocó un éxtasis morantista en una plaza que cada vez más se parece a la Plaza México, con todo respeto; siguen derechazos sin sitio ni quietud jaleados únicamente porque siguen a la grosería de Morante contra el 7, donde estaba de Paula:



La ilusión de Morante y la vuelta de Padilla from Plaza de Toros de Las Ventas on Vimeo.

Insisto: el morantismo está matando a Morante para la historia, al permitir un margen de crédito o de privilegio sobre el torero que cada vez más lo relativiza y deja cómodo, pero también destoreado y agotando sus recursos para lidiar un toro fuera del libreto. En los toros no hay que tener ísmos: ni morantismo, ni torismo, ni julismo, ni tomasismo, ni torerismo: hay que ser taurinos. Ser morantista hoy es aplaudir a Morante por hacer las cosas que no ayudaron a crear el mito de Morante, torero de época:

Vía Salmonetes Por cierto, se refiere al fallo a espadas reiterado de Morante en su segundo.

Nota del blog Torear que no carece de razón: si se pide que el aficionado haga lo que el torero, debería también pedirse que elija hierros y toros, carteles; la actitud del "bajara tú y lo haces" es de un conformismo y una mediocridad apabullantes, ¿hay que hacer las mismas memeces del Cordobés hijo en el ruedo para criticar que su toreo sea una vulgaridad antitaurina? ¿Por qué estos genios critican la vuelta al ruedo de los subalternos de Castaño, si ellos no bajaron y picaron y banderillearon un Cuadri? 
POR CIERTO: LO CONTANDO SOBRE EL INCIDENTE ES FALSO, PUES EL AFICIONADO NO ESTABA INSULTANDO A MORANTE, ESTABA PITANDO SU MALA COLOCACIÓN, YA QUE EN EFECTO ESTABA ABUSANDO DEL AFUERA. MORANTE, TRAS OÍR EL PITO QUE NO CESABA, VOLTEÓ A LOS TENDIDOS 7 Y 8, ALZÓ LA MANO PIDIENDO PACIENCIA, Y TRAS ESTO HIZO UNA VENIA RESPETUOSA. LO QUE ACABO DE DECIR SE PUEDE VER EN EL VIDEO: ¿TIENE ALGUNA RELACIÓN CON LO NARRADO EN "BAJA TÚ Y LO HACES"? MORANTE NUNCA ABRIÓ SU SANTA BOCA, Y NO SE INSULTA A ALGUIEN PARA LUEGO HACERLE UNA VENIA. ESTE ESCRITO RESPONDE AL ATAQUE HACIA LAS REIVINDICACIONES POR LA VERDAD EN EL TOREO, ATAQUE QUE HACE UNA RELACIÓN Y UNA HISTORIA FALSA. NO SOMOS EL TENDIDO 7, SOMOS LOS AFICIONADOS CANSADOS DEL ABUSO.