martes, 10 de septiembre de 2013

Descargar corrida completa: El Califa, El Juli y Miguel Abellán con victorinos en Bilbao



Este sí que es un documento valioso, y una rara pieza de colección para guardar: El Juli, en el 2001, con la supremacía de Tomás, Ponce y Joselito rondando, en plan de torero con ambición y ganas de comerse al mundo. De eso más bien poco queda. Entonces tenía que medirse a toros de ganaderías como Guardiola, Partido de Resina o, en este caso, Victorino Martín, en pleno Bilbao. Así que la descarga es recomendable: en la comodidad de su sillón, sírvase de ver una corrida que nunca jamás se volverá a repetir:

Corridas Generales

José Pacheco "El Califa"
Miguel Abellán
Julián López "El Juli"

Toros De Victorino Martin

Formato: Imagen ISO
Tamaño: 1.90GB Aprox.

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Descargar el documental MATADORES de Bio Channel

© 2012 BIO & PHILEAS PRODUCTIONS El universo del toro, que impregna la cultura y la historia de España, vive actualmente momentos de incertidumbre. Sin embargo, sus misterios, sus ritos y su tradición mantienen una magia intacta y las vidas de sus protagonistas siguen conservando para muchos el mismo atractivo.


Serie de 6 documentales de producción y emisión del Canal bio del año 2012.

01 - Matadores - Mamá, quiero ser Torero
02 - Matadores - La magia y los rituales taurinos
03 - Matadores - La verdadera historia del toro de lidia
04 - Matadores - Mas alla del ruedo
05 - Matadores - El arte, los toros y el flamenco
06 - Matadores - Los toros en el siglo XXI

Formato: XviD / Sonido: MP3
Tamaño de pantalla: 512 x 384
Duración: 23-24 min. x 6 capítulos
Canal: canal bio
Tamaño de serie completa: 1,3 Gigas aprox.

Cada capítulo tiene una duración aproximada de unos 23-24 min. En la serie documental dan su visión sobre la Tauromaquia personalidades diferentes del mundo del deporte, periodismo, política, música, cultura, etc., así como del ámbito taurino.

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lunes, 9 de septiembre de 2013

Sobre una goyesca y una canallesca


Mismo día, dos corridas de figuras, dos goyescas. En el primer caso, Morante se ha encerrado con toros de Juan Pedro Domecq en Ronda; en el segundo, El Juli, Ponce y Juan Bautista han tenido que sortear un encierro de Domingo Hernández sin llenar el coso de Arles; ambas corridas coinciden en vender un éxito que jamás pasa por la consideración del toro, porque incluso, saliendo uno indultado en Arles, nadie habla del toro; ¿se habría podido decir lo mismo hace años? Por ejemplo, hablar solo de lo bien que estuvo Paco Camino qué día en Madrid, resultaría inapropiado atrás de la década de los 90`s; siempre se decía el nombre del toro:

http://www.youtube.com/watch?v=-r_DWcpuIs0
                            

Pero si tuviésemos la tortuosa disposición de preguntarle a los que echan loas y pólvoras con las dos goyescas del sábado, siquiera el nombre del toro indultado por El Juli, o uno de los 6 toros de Morante, o el nombre del segundo toro de Bautista, seguramente se darían de narices contra el silencio. La respuesta a esta interrogante va más allá del simbolismo que entraña ese silencio: no hay nombre para el toro, porque el toro como valor está relegado en esta cadena de éxitos a costa de la bravura real.

Todos queremos cantar las bondades del empaque, la pureza y la magia del toreo del de la Puebla, pero nadie tiene la valentía de alzar la voz en contra de un encierro irregular y discreto de presentación, ni mucho menos nadie espera ver el tercio de varas de estos toros, con un picador goyesco. Muy romántico, muy poderoso visualmente todo, pero falta siempre el centavo para el peso.

Y hablar de lo ocurrido en Arles ya no es hacerlo sobre una goyesca, sino sobre una canallesca, a decir de un indulto injustificado para un toro que todos los grandes portales refirieron como intrascendente en varas, pero bueno en la muleta. Cuando dicen "bueno en la muleta" se refieren a un toro de bondad insoportable, tranco mexicano y media altura. Si baja la cabeza, no es por humillación, es porque ya llegó al tercio de muleta con la cabeza bajada una cuarta, expresión que antaño se usaba para el toro que pedía la muerte tras haber sido toreado bien; hoy el toro de las figuras piden la muerte antes de entrar a la muleta, y sin ser picados.

Todo esto se articula con la farsa de indulto en Mérida. ¿Para dónde va la cabaña brava con indultos, sementales y reatas como las actuales? A esta pregunta nos puede responder el bajón que sufre Núñez del Cuvillo, la ambientación de mundotoro para que le creamos a este toro, sobre el cuál pide el director de dicho portal una lidia incruenta; también puede responder un tipo de toreo que ni siquiera necesita saber los datos del toro, ¿o cómo se llamaba el toro banderilleado por Morante? ¿El de cornamenta apretada como si fuera de plaza colombiana?


¿Cuál es el problema con la depreciación del toro en el contexto actual, digamos, desde el indulto de Arrojado en Sevilla, pasando por el indulto de Mérida y el de Arles? Varias cosas: ausencia de transmisión, perjuicio para la cabaña brava en el contexto de monopolio actual, pérdida de enganche con la sociedad contemporánea al validar sus opiniones sobre abuso de animales indefensos. Se dice que el toro de las figuras también cornea, y se sacan las heridas de El Juli y Morante de manera morbosa para chillar en público que se irrespeta la sangre de estos hombres, pero se ignora que el toro duro ha producido este año muchas más cornadas, teniendo menos corridas. Y en cualquier caso, no se trata de que se toree un encaste, un tipo de toro y cierta edad e integridad para ser corneado, porque quien piense eso no sabe nada de tauromaquia; se habla pues de torear cosas distintas para resolver las dificultades de todas las castas, todas las transmisiones, y también, para garantizarle la buena salud y el equilibrio a la cabaña brava. Quien quiera cornadas, que vea cómo Morante chuza al toro con el ayudado, o cómo El Juli o Talavante se dan coba con circulares para devolver al campo a un toro inválido siquiera para montarse encima de una vaca, mientras Lagarto está muerto. Esas son las peores cornadas: la de quienes legitiman un toro que en contados años, no necesitará lidia.



http://www.feria.tv/video-2684_ronda--encerrona-de-morante.html



http://www.youtube.com/watch?v=jMzvWRCRHdM

miércoles, 21 de agosto de 2013

Julio Martínez Moreno responde a Mundotoro

Julio Martínez Moreno, autoridad que preside en el palco de la Plaza de Toros de Las Ventas, responde de esta manera a los injuriosos señalamientos levantados desde Mundotoro, a propósito de una oreja que no fue concedida a un novillero de la casa; la no concesión del despojo se ciñó al reglamento, que el presidente hace cumplir como reza su obligación. He aquí la carta:


Sr. Director de Mundotoro
Ruego publique estas breves lineas en respuesta a alusiones personales recogidas en su blog

Carta de Julio Martinez Moreno

En la época de Blasco Ibáñez esta suerte de cuestiones solían saldarse con un duelo;  como al parecer eso ya no se  lleva, uno tiene que orillar ciertos impulsos, recurrir  a la filosofía y mendigar que un viperino insultador le deje publicar unas breves líneas de replica.

Previo, el escrito contra el firmante conforma un rosario de sapos y ofidios en forma de presunta prosa, con diana personal y mala leche “made in” puerto hurraco. Eso si, todo ello salpicado de  alguna jocosidad digna de la mismísima portera de arapiles; lease, un presidente de las Ventas-el que suscribe-monta un sarao por tener “su minuto de gloria”; con dos….., sigamos, a este paso este hombre termina en alguna jaula de Telecinco.   Aquí, lo que da por el mismísimo es que después de  una ristra de años presidiendo todo queda en “un minuto de gloria”. pero hombre de dios,  si hasta a los funcionarios les reconocen trienios,  concédame  al menos  tres cuartos de hora; en fin, lo dicho,  esto es y así esta esto de la critica en algún blog

Vaya una declaración  de principios, uno  esta en el palco de  la primera plaza  de toros del mundo para aplicar el reglamento y si es posible que esto no se  convierta en una plaza de talanqueras, así  que cada cual lo entienda como quiera; , pero mire, ¿como se cuentan las mayorías?,  ¿pañuelos o griterío?, ¿el vociferio computa y es descifrable su heterogéneo contenido?;  claro hablamos de mayorías porque lo demás a usted le trae al pairo incluido el rango de la plaza.

Sigamos, profundo respeto a todos los que comparecen en esta plaza y se juegan la vida y muchas cosas mas;  difícil alcanzar un trofeo, algunos,  muchos de ellos reciben una cornada son cogidos y nunca sabremos que heridas duelen mas; así que con esto no se juega, mucho menos el que suscribe,  si se han cometido equivocaciones a uno no le duelen prendas en pedir disculpas;  pero desde luego que a nadie le quepa duda de que  aquí no se discrimina por el oropel del escalafón o categoría alguna.

 Por ultimo,  sepa  el señor firmante del libelo,  que  un servidor no tiene  apego a silla alguna, aunque si mucho respeto y devoción a esta mientras dure el tiempo de servirla-este tranquilo que aquí todos estamos de paso-;  pero dentro del rosario de majaderías vertidas contra el firmante,  hay una de tono grueso;    mire,  el firmante no  pide protección policial por ejercer sus funciones, un Presidente dirige y da instrucciones a la dotación de servicio a través del Delegado Gubernativo según las funciones reglamentarias y protocolo establecido y desde luego niego rotundamente que cursara cualquier orden o diera instrucción en ese sentido para exigir escolta o protección  alguna el día de marras; entre otras cosas, porque el que suscribe esta acostumbrado a dar la cara, asumir sus responsabilidades y no eludir conflicto alguno, - casualmente también es su oficio-
A lo mejor y vista la reacción de algunos exaltados en el patio del desolladero, de lo que si hay que proteger a esta plaza es de algunos zafios en forma de críticos y del exceso de ardor de algunos pobladores de autobuses poco dados a respetar  el escenario en que se encuentran 
Fdo: Julio Martinez Moreno
DNI: 04534433Y


Sobre un ridículo toricidio en Bilbao


Click sobre la imagen
La historia es harto conocida: siendo un torero de tirón extraordinario en América, El Juli se negó a torear en Quito tras la abolición de la muerte del toro en el ruedo. La feria cayó en cuestión de un año, rellena de fandis y medios carteles que no atraían al aficionado. El Juli, con la soberbia de un emperador que tiene a América como su patio trasero en invierno, adujo que no toreaba en Iñaquito porque era un matador de toros, y por el mismo motivo se niega a torear en Portugal. ¿Matador de toros? Matador, como vocablo que se diferencia de matarife, asesino, matón y demás, denota a la persona que deja al toro matado antes de que el animal toque tierra, sea doblando o rodado. El toro, antes de morir, está muerto, esa es la acepción ligada al vocablo. Dejar al toro matado, se ajusta a parámetros técnicos y éticos, que parece mentira tener que enumerar para la afición taurina que saca sus pañuelos ante crímenes como el de la foto: matar al toro, colofón del ritual, implica igualarlo o ponerlo en suerte (en decires del siglo XVII, que luego se filtraron a la suerte de varas), marcar los tiempos como manera de colocarse entre las astas, disponiendo la muleta con la mano izquierda alineada al morro del animal, y la espada en la derecha en lo alto; citar con un toque, un grito, un lanzamiento del cuerpo y, fundamentalmente, TOREAR esa embestida del toro con la mano izquierda, evitando la cogida, pues se va ciegamente a los pitones, para lo que es necesario hacer una cruz con los brazos, el derecho estirado, el izquierdo como los travesaños del madero, toreando la embestida del toro hacia  la derecha dándole salida; en la cruz, se debe torear la embestida pero al mismo tiempo clavar la espada en el morrillo en el momento de la reunión, exponiendo el cuerpo; aquí está en suspenso la integridad de ambos cuerpos. Luego, salir hacia el rabo del toro, aunque realmente se llegue hasta el costillar; salir, salir limpiamente, con los dedos untados de la sangre del morrillo, que luego se mostrarán ritualmente en lo alto.

La estocada entonces sirve como una moralidad al demostrar que el torero arriesgó su vida por quitársela al toro: sin exposición, sin riesgo, sin verdad, la estocada sería una matacera injustificable, un sinsentido. Por lo que lo anteriormente descrito se separa radicalmente de lo hecho por El Juli en Bilbao ante un mal toro de El Pilar, y por lo que el llamado Julipie es un ventajismo abusivo donde los haya, cuando el único riesgo para el torero es una ridícula caída: julipie, defendido inmoralmente por rápsodas como José Morente, acto de abuso consistente en matar un toro sin arriesgar un huevo, citando como se pueda, tapando la cara del toro, ciego con la tela, en lugar de torear su embestida (eso hace la supuesta muleta más poderosa del escalafón), salirse de un salto absolutamente de la suerte mientras se vuela lejos de los pitones, y clavar a toro pasado, sin exponer los muslos, los riñones, la arteria femoral ni el hígado ni la vergüenza. La negación de la estocada es El Julipie. No se trata de matar al toro como se pueda, buscando efectos mortales de triste ejecución: una estocada a mitad del costillar deja al toro fulminado en cuestión de segundos, lo mismo que una estocada en el Rincón de Ordóñez lo hace doblar de manera efectiva; pero si ambas cosas, lo mismo que matarlo a tiros desde el burladero, nos resultan repugnantes, es porque la ética de la estocada no depende tanto de la rápida muerte como de la exposición del torero al matar. Si ambas coinciden, el ritual ha tenido un sostén ético en el sacrificio: la muerte expuesta y efectiva. Quiten un elemento, y no es sacrificio digno.

Por lo que también hay que saber diferenciar entre Antonio Ordóñez y El Juli: ambos, tan pésimos en la espada, pero Ordoñez con la vergüenza en la cara para reconocer que lo hecho con los aceros no era lo suyo. En entrevistas y conversaciones con Hemingway, Zumbiehl, Gómez Pin y Vidal, el torero de Ronda reconocía que la muerte del toro era una pena para él, por lo que no se esforzaba en hacerla (cosa también clave para entender la relación ética de sacrificar al toro, y hacerlo bien). En cambio, El Juli abandona Quito sacando pecho como matador de toros, denostando la memoria de Costillares, de Agüero, y se niega apoyar una feria necesitada de su tirón. Luego tira al toro de manera ridícula, y cuando no, se tira él al suelo.






viernes, 26 de julio de 2013

Sobre el falso temple al torear


Hemos analizado con anterioridad la naturaleza del temple como atributo estético del toreo. Entonces concluíamos que el temple es una operación, no un resultado, y que la introducción del cánon belmontiano de dicho atributo, añadió al toreo su dimensión artística actual. Templar, decíamos todos, es reducir la velocidad de la embestida mediante las telas, en un acto soberbio de mando y de metafísica. Sin embargo, también denunciábamos el falso temple: aquel que es producto de los toros lentos, en cuyo caso no hay proceso [de templar] sino lógica: al toro lento, el muletazo lento, pero en ningún caso el templado.

A la anterior condena cabría añadir dos conceptos autorizados: uno,el de un torero de época como Paco Camino; diremos que su autoridad se sustenta en haber disputado su época con El Viti, Puerta, Cordobés, sí, y con el toro. Puede presumir una puerta grande en Madrid con toros de Pablo Romero, y una Beneficencia solo. Eso lo puede presumir, y entonces le creeremos. El otro concepto, es el de José Bergamín, el fantástico escritor que despliega un virulento ataque contra Belmonte en su libro El arte de Birlibirloque. El ataque no es otro que el de la condena al temple y la lentitud: torear despacio es lánguido, afeminado, dice Bergamín, pues el toro bravo es veloz y fiero.  Reproducimos los dos conceptos a continuación:

"Yo creo que el temple ha sido un camelo total...El temple es acomodarse a la embestida del toro, no es una cosa que puedas imponer o crear. Claro, si te echan una burra que embistiendo hace dos metros en medio minuto, tu pase puede durar medio minuto. De otra forma, no es posible. Date cuenta de que a mi siempre me gustaron los toros crudos que los toros parados. ése no es el caso de todos."
Paco Camino citado por François Zumbiehl en El discurso de la corrida.

Y  esto añade Bergamín en su El arte de Birlibirloque: "La falta de poder y bravura, de años,  de casta, resta al toro el ímpetu en el empuje: le hace tardo, medroso y suave en la embestida, lo que permite al torero pasarlo lento y eludir el peligro del cruce, simulando ventajosamente, en ralenti, una ilusión de suerte: lo que llaman temple, templar; efectivimos sin expresión ni estilo; amaneramiento afeminado, retorcido, lánguido, falso; latiguillo fácil para el torero como un calderón o un portamento, y espejuelo de tontos; porque el único que templa es el toro."

Y para darle una realidad audiovisual a estos dos conceptos expuestos:



Hay que anotar sin embargo: no se niega la existencia del temple, sino que se refuerza la condena contra el falso temple, y en consecuencia, el falso bien torear, solo posible con un toro al que Bergamín gustaba llamar "desbravado". Sus ataques contra Belmonte en el fondo son una reivindicación a Joselito El Gallo, cosa que por supuesto llama la atención al joven aficionado, que ha entendido la historia del belmontismo y el gallismo, como algo reconciliado para los siglos en una época que se recuerda dorada, y como tal, se añora sin límite.



De aquella época, se entiende que el toreo se bifurca en dos facciones estéticas, transformadas ambas por el genio de Juan y José, pero también, que ambas se contraponen fundamentalmente por que en una hay quietud y lentitud, y en la otra, toreo de piernas y rapidez. Una es la exclusión de la otra, comentario que no peca de obviedad en esta época, pero sí en aquella. Hoy, el toreo descalificado es aquel donde el torero corrige sus sitio, pajarea, y pega el muletazo rápido. Se dice entonces que el toro no deja estar, y que el torero no sabe estar, y que eso no es torear. Pero si en Joselito lo fue, ¿por qué ya no es torear?, inri, asistimos además a una época donde todas las grandes hazañas del toreo, altamente mediatizadas por los medios pagos, coinciden en la insultante maestría de una figura y la lamentable condición de un toro.

Es aquí donde nos reconciliamos con el concepto de Paco Camino: el toro lento para el toreo lento, es además el suicidio del cánon de Belmonte. Ni sus hitos con toros de Montepío, Contreras, Martínez o Miura, estuvieron 'anti protagonizados' por la escasa importancia del toro. El temple entonces fue real, y su introducción estética en la historia taurina, valiosa. A lo que asistimos entonces no es más que a la negación del cánon de Belmonte, y la negación del cánon de Joselito. ¿Pero es posible sostener una mentira teatral ante la verdad de las astas, las cornadas y la muerte? La respuesta es un desmedido y enfático sí. Sí puede haber trampa en un sistema cuyos intereses están controlados desde la ganadería hasta el palco presidencial. Sí se puede vender una mentira que se hace reverberar en todos los medios y bocas, y hacerla lucir como una verdad innegable, como en un suerte de sugestión; la mentira entonces es doble: que este toro era de indulto, y que este torero lo templó.

viernes, 14 de junio de 2013

Un muletazo de El Juli para la posteridad


"Bajando hoy por la Calle Nueva de Almada, me fijé de repente en la espalda del hombre que bajaba delante de mí. Era la espalda vulgar de un hombre cualquiera."
Fernando Pessoa, Libro del Desasosiego.

Y sí, recordando en su natalicio al inmortal Pessoa, hay que hacer relación, como del cielo al cerdo, y hablar de este muletazo, cuya foto, hecha por un tal EL BOMBA, hace revuelo dentro de la afición contemporánea. Es El Juli en Aranjuez: una faena ante un toro discreto a todas luces, que hizo las delicias de la afición torerista (ya que el animal no importa), rematada además con una estocada defectuosa que produjo derrame al toro, y que fue premiada con las dos orejas del animal, mientras al mismo tiempo en Madrid, unos 18 hombres se jugaban la vida con la importante corrida de Adolfo Martín

Pero de estas tristezas está tejida la vida. ¿Qué es lo que interpretamos del muletazo los que rechazamos este mantazo barredor, alisador de los granos de arena,  o quienes ven en él una cumbre del toreo poderoso? Es evidente que la mano baja, tan baja que incluso arrastra más de la mitad de la muleta por la arena.

¿Es poder, el toreo por abajo,  la cumbre en los abismos? ¿Por qué bajar la mano de tal manera, pretendiendo significar algo? Bien, para empezar, y tal como se detalla en el video de este impase, lo que hace El Juli es presentar de manera rastrera la muleta, pero remata por arriba el muletazo, no siendo esto cosa rara en él, ya que en más de una década de alternativa, pocas veces ha rematado un pase por adentro; pero volviendo, en este caso lo que hace es presentar un chiro lleno de arena que al final del muletazo, cuando mande al toro para afuera, levantará a media altura, así que este mito del "toreo por abajo" no puede ser cierto, a menos que el toreo por abajo signifique solo citar, y no dar el muletazo completo bajo un mismo concepto. Esta imagen lo detalla mejor:

1. El cite, sepiamente inmortalizado por EL BOMBA, la muleta rastrera, el mítico animal acudiendo con fiereza al cite. 2. Desarrollo del muletazo, ya sin la muleta tan abajo. 3 "Remate" del muletazo, mandando al toro para afuera con la muleta muy arriba. La tirilla demuestra que en realidad el muletazo, si se entiende por este su desarrollo y remate, y no solo el cite, NO ES POR ABAJO. ES TOREO A MEDIA ALTURA, SIN MÁS.
Entonces, distinguiendo claramente que lo hecho es un cite por abajo para rematar por arriba, mientras la ortodoxia dicta que el toreo es de arriba a abajo, de cite alto y remate bajo, esta imagen, retratada para la posteridad por ese Juan Pelegrín del sepia, EL BOMBA, no es más que una pavada.

Pero sin embargo nos plantea una interrogante: ¿y si realmente este portento del toreo diera el pase citando, embarcando, toreando y rematando en la pala del pitón contrario el muletazo, PERO TODO POR ABAJO, COMO MUESTRA LA INMORTAL Y SEPIA IMAGEN DE EL BOMBA? ¿Qué demostraría aquel imposible, plasmado ante la brava embestida de estos animales que, como el de la foto, lucen un peso de 555 kilos en la tablilla, pese a que, a buen ojo de observador, estaría hasta 100 kilos por abajo? 


Para empezar, lo que demuestra este muletazo de Mario Carrión, es que incluso siendo un torero alto, para torear por abajo no hace falta retorcer o romper la figura de manera antiestética y poco natural, siendo que el toreo persigue la naturalidad. El Juli, igual de alto al reventador amargado, no necesita delinquir con el codilleo o el rompimiento de cintura, como sí lo necesita Perera, pues un torero bajo solo tiene que pegar el muletazo en la mitad del muslo, como de hecho lo muestran las imágenes 2 y 3 de la tirilla arriba expuesta. Así que el alarde de bajar la muleta hasta dejar la mitad del paño en la arena, es solo un engaño, y ganas de mostrar la espalda vulgar de un hombre cualquiera. Lo preocupante del asunto, es que estas disposiciones estéticas de El Juli, de querer posar para EL BOMBA en sepia para la posteridad, y  luego dar un muletazo absolutamente distinto al concepto, le puede acarrear a él, y a la historia del toreo, un gran problema de espalda:



Aún con todo, considero que esta clase de muletazos, tan glorificados por un batallón parido por Jose Morente, plantea un problema estético más que de "poder al torear". Incluso puedo explicarlo con la siguiente foto de Castaño con el toro Marinero de Adolfo Martín, el toro más bravo de San Isidro, toro que además se perdió ese exquisito rompimiento por abajo, al salir en Madrid y no en Aranjuez:


De esta imagen se desprenden varias cosas: la primera, que ejecutar el muletazo con la mitad de la muleta en la arena, es renunciar a los vuelos de la muleta, o también, al aspecto visual que resulta de hacer volar la tela. Otra, que el toro bravo va a los vuelos de la muleta, o sea, a la bamba o parte inferior de ésta, por lo que es falso de toda falsedad, que al toro bravo haya que bajarle la mano en exceso para domeñarlo en el aspecto de la altura de sus cuernos: el toro bravo HUMILLA por sí solo. La siguiente, que para lograr una estética apreciable, no hay que partir ni retorcer la figura: todos los toreros tienen un modo de torear, que va desde el barroquismo corporal de Morante, hasta la renuncia al cuerpo de Juan Mora; y sin embargo, retorcer la figura es un esperpento visual que a Valle-Inclan no le hubiera gustado, en últimas porque hay ausencia de naturalidad y un exceso de histrionismo sin un fondo conceptual (ya sabemos que terminará subiendo la mano durante y al final del pase). 

Otra, que quizá El Juli tenga que citar de tal modo, ofreciendo al campo visual inferior del toro una tela en el piso, porque está tan fuera de cacho que no puede encelar al animal de otra manera: se sabe que el toro ve mejor las cosas que aguardan en el suelo, y no las de arriba; por ello es común ver a los toros embistiendo a las monteras cuando se las topan, y no es común verlos tirando una cornada a la espada durante el pase natural. ¿Qué puede suceder si El Juli retuerce de esta manera su columna, pero cruzado, o "semidefrente", o dando el medio pecho? En últimas: ¿Mandar es bajar la mano, siendo que el toro es quien debe por sí solo humillar debido a su bravura, o realmente el poder, el mando y la autoridad, se refieren a llevar al toro por donde éste no quiere, o sea en curvas? Con El Juli, torero de líneas y pases desde y hacia afuera, hablar de poder insultante es quizá algo a lo que debamos renunciar.

¿Por qué se le baja la mano a los toros? Para bajar con ellos hacia su bravura, y para hacer de esta equidad, un punto desde donde se haga el toreo. Si se da un trapazo, así sea con mano baja, sigue siendo un trapazo. 

Queriendo terminar, dice un verso de Pessoa: "posteridad que ya se olvida para siempre", y con razón es dicho. De tal posteridad es el pase de El Juli, sepiamente inmortalizado por EL BOMBA, para la posteridad del olvido. Por cierto, toreo por abajo, de todo tipo y factura, y del puro, es este:

Teruel en Madrid

Beato y Esplá, para gloria del toreo.

Fandiño en la Santamaría de Bogotá


Robleño en su encerrona en Céret con toros de Escolar

martes, 11 de junio de 2013

La fiesta vive: ¿gracias a los reventadores o a pesar de ellos?


Cierto columnista de un medio emergente no ha visto mejor utilidad en sus hojas en blanco, que cargar en ellas con virulencia contra la afición de Madrid. Respetable, por cuanto la pluralidad de toreros, tauromaquias, conceptos y ENCASTES, es algo que caracteriza al aficionado. Salvando las evidentes distancias entre un premio Nóbel y un columnista irritado con un tendido, esta polémica me recordó un aparte del inmortal Muerte en la tarde, de Hemingway, escritor que subirá como una invocación entre nosotros cuando se acerque más San Fermín.

El toreo, es cierto, ha presentado a lo largo de su historia una serie de movimientos reventadores de las concepciones en boga. ¿Sobrevive el toreo gracias a los reventadores, o a pesar de ellos? Se puede pensar que hay unos conceptos eternos, y que el aficionado reventador vela para que no sean olvidados, a pesar de la continua transformación, porque sin estos conceptos de VERDAD, el toreo moriría en cuestión de una generación: la verdad es el único valor que sustenta a la tauromaquia. En últimas, lo que alguien opine negativamente, no tiene la fuerza para acabar con el toreo: de ser así, el monoencaste no existiría hoy; así que adjudicarle un poder tal a las críticas negativas, solo es irritabilidad, y una forma de evadir una polémica que debería ser más profunda. Sin más preámbulos, este exquisito aparte de Hemingway:

Toro de Valdefresno inexplicablemente rechazado para Beneficencia; cumple con todos los requerimientos de trapío, remate y edad. 


"De acuerdo con los historiadores, Pedro Romero, que fue torero en España por la época
de la revolución americana, mató cinco mil seiscientos toros recibiendo, entre los años 1771 y
1779, y murió en su cama a la edad de noventa y cinco años. Si eso es verdad, vivimos en una
época muy decadente, en que es un acontecimiento ver a un torero intentar solamente recibir
a un toro. Pero no sabemos los toros que Pedro Romero hubiera logrado recibir de intentar
pasárselos tan cerca como Juan Belmonte con la capa y la muleta. No sabemos tampoco, de
esos cinco mil toros, cuántos recibió correctamente, esperándolos con tranquilidad para
hundirles el estoque entre los omóplatos, ni cuántos recibió mal, echándose a un lado y
dejando que el estoque se hundiera en el cuello. Los historiadores hablan muy bien de todos
los toreros muertos. Si se lee una historia de los grandes toreros del pasado, parece imposible
que tuvieran una mala tarde o que decepcionaran jamás al público. Es posible que no le
decepcionaran nunca antes de 1873, porque yo no he tenido tiempo de leer las reseñas
contemporáneas de las corridas de antes de esa época. Pero, a partir de ese año, la corrida de
toros ha sido siempre vista por los cronistas contemporáneos como entrando en un período de
decadencia.

Durante la época de que se oye hoy hablar como de la edad de oro de todas las épocas
de oro, la de «Lagartijo» y «Frascuelo», que fue, además, realmente, una edad de oro, la
opinión más común era que las cosas estaban tomando mal cariz, que los toros eran cada vez
más pequeños y más jóvenes y que, si eran grandes, resultaban cobardes. «Lagartijo», se
decía, no es un gran matador; «Frascuelo», sí; pero es de una avaricia sórdida para su
cuadrilla y es intratable. «Lagartijo» fue expulsado de la plaza por la multitud en su última
aparición en Madrid.

Cuando llegamos en las crónicas a «Guerrita», otro héroe de la edad de oro que
corresponde al período inmediatamente anterior, simultáneo y posterior a la guerra
hispanoamericana, se lee todavía que los toros son pequeños y jóvenes; los bichos gigantes,
de bravura fenomenal, de los días de «Lagartijo» y de «Frascuelo», han desaparecido.
«Guerrita» no es «Lagartijo», leemos; es un sacrilegio compararlos, y todas esas monerías
floridas hacen estremecerse en sus tumbas a los que se acuerdan de la seriedad y de la honestidad (ya no se trata de avaricia) de «Frascuelo». El «Espartero» no vale nada y lo
prueba dejándose matar; finalmente, «Guerrita» se retira y todo el mundo se siente aliviado.
Ya están hartos de él, aunque, una vez que «Guerrita» ha desaparecido, la lidia se encuentra
en una crisis profunda. Los toros, ¡qué cosa más extraña!, se van haciendo cada vez más
pequeños y más jóvenes, o si son grandes, resultan cobardes. Mazzantini no vale nada; mata
tranquilamente, sí, pero no recibiendo, y no es capaz de salir de su manera de hacer con la
capa, y con la muleta es una inutilidad. Afortunadamente, Mazzantini se retira, y cuando don
Luis Mazzantini se ha retirado, he aquí que los toros se presentan cada vez más pequeños y
más jóvenes, salvo algunos que son enormes y cobardes, y más bien hechos para arrastrar
carretas que para el ruedo. Desaparecido aquel coloso del estoque que se llamó Mazzantini,
desaparecido «Guerrita», maestro de maestros, los recién llegados, como Ricardo Torres
«Bombita», «Machaquito» y Rafael «el Gallo», no son más que impostores que dominan la
plaza. «Bombita» domina los toros con la muleta y tiene una sonrisa agradable; pero no es
capaz de matar como mataba Mazzantini; «el Gallo» es ridículo y un gitano chalado;
«Machaquito» es bravo, pero ignorante, y sólo «es la suerte quien le salva», haciendo que los
toros sean realmente cada vez más jóvenes y más pequeños que aquellos bichos gigantes,
siempre bravos, del tiempo de «Lagartijo» y de Salvador Sánchez, «Frascuelo», al que ahora
se le llama siempre el Negro, apodo de amistad y no de insulto, y al que se recuerda por la
buena voluntad que mostraba para con todos.

Vicente Pastor es honesto y valeroso en la plaza, pero da un saltito cuando mata y se
pone enfermo de miedo antes de entrar a matar. Antonio Fuentes es elegante, magnifico
cuando pone banderillas; tiene un bonito estilo de matar, pero eso no quiere decir nada,
porque ¿quién no haría un trabajo elegante con los toros de nuestros días, que son mucho más
jóvenes y pequeños que en los tiempos de aquellos colosos sin defecto, «Lagartijo»,
«Frascuelo», el heroico «Espartero», el maestro de maestros «Guerrita» y el summum del
estoque, don Luis Mazzantini?

En esa época, dicho sea de paso, en que don Indalecio Mosquera fundó la plaza de
Madrid, sin importarle nada las corridas y sí la talla de los toros, las estadísticas muestran que
los toros eran por lo común los más grandes que se habían lidiado en Madrid.
Por entonces, Antonio Montes se dejó matar en Méjico, y en seguida se dieron cuenta de
que había sido el verdadero diestro de la época. Serio, magistral, Montes era capaz siempre de
dejaros contentos por el dinero que habíais pagado. Montes fue corneado por un pequeño toro
mejicano de flancos flacos y cuello largo, que levantó la cabeza en lugar de seguir la muleta
cuando le hundió la espada, y al volverse Montes, intentando escapar de la cuna corneal, el
cuerno derecho del toro le alcanzó entre las nalgas, lo lanzó a lo alto y le llevó, como si
hubiera estado sentado en un taburete –el cuerno desaparecía enteramente dentro de su
cuerpo– como unas cuatro yardas más lejos, hasta que el toro cayó muerto de la estocada.
Montes vivió cuatro días más después de la cogida.

Vino entonces «Joselito» que, cuando apareció, fue apodado Pasos Largos y atacado por
todos los admiradores de «Bombita», «Machaquito», Fuentes y Vicente Pastor.
Afortunadamente retirados todos éstos se habían hecho por consiguiente incomparables.
«Guerrita» decía: «Si queréis ver a Belmonte, corred a verle, porque no durará; ningún
hombre puede torear tan cerca de los toros». Pero al ver que seguía toreando cada vez más
cerca, se descubrió que los toros eran, por supuesto, parodia de los bichos gigantes que él,
«Guerrita», había matado. Se reconoció en la prensa que «Joselito» valía algo, pero se hizo
notar que no sabía poner banderillas más que de un lado, el derecho –los toros, por supuesto,
eran mucho más pequeños– y que persistía en ese defecto; que mataba teniendo el estoque
tan alto que algunos decían que se lo sacaba del sombrero y otros que se valía sencillamente
de él como de una prolongación de su nariz, y que, y eso era una verdad como un templo, fue
abucheado, silbado y bombardeado con almohadillas el último día que toreó en Madrid, el día
15 de mayo de 1920, cuando lidiaba a su segundo toro, después de haber cortado la oreja del
primero, y fue alcanzado en la cara por una almohadilla mientras la multitud gritaba: «¡Que se
vaya, que se vaya!» Al día siguiente, el 16 de mayo, «Joselito» murió en Talavera de la Reina
con el vientre abierto de una cornada, tan abierto que se le salían los intestinos. No era capaz
de retenerlos con las dos manos; pero murió del traumatismo originado por el shock de la
cornada, mientras los médicos trabajaban en la herida. Su rostro quedó tranquilo sobre la
mesa de operaciones, cuando murió; su cuñado se hizo retratar llevándose el pañuelo a los ojos; una turba de gitanos se lamentaban a la puerta y otros iban y venían. «El Gallo», fuera,
daba vueltas sin atreverse a entrar a ver a su hermano muerto, y Almendro, el banderillero,
decía:
–Si han podido matar a este hombre, os lo juro, ninguno de nosotros escapará. Ninguno
de nosotros.
Y Joselito se convirtió inmediatamente en la prensa, y sigue siéndolo todavía, en el más
grande torero de todos los tiempos, más grande que «Guerrita», que «Frascuelo», que
«Lagartijo», en opinión de los mismos hombres que cuando estaba vivo le atacaban. Belmonte
se retiró y se hizo más grande que el mismo «Joselito» al retirarse; volvió después de la
muerte de «Maera» y se descubrió que era un hombre ávido de dinero que quería explotar un
nombre ya famoso –es verdad que aquel año había hecho elegir sus toros–; lidió un año más
todavía, y juro que fue el mejor que tuvo; lidió toda clase de toros, sin distinción de talla,
triunfó en toda la línea, incluida la suerte de matar, en la que hasta entonces no había
adquirido un dominio perfecto y fue atacado por la prensa durante toda la temporada. Se
retiró de nuevo, después de una cornada casi mortal, y todos los testigos contemporáneos
están de acuerdo en reconocer que es el mayor torero viviente. Así se hace la historia, de
manera que no sabría decir lo que valía Pedro Romero en tanto que no leyese los testimonios
contemporáneos de antes, durante y después de su carrera, y dudo de que pudieran
encontrarse tales testimonios, aunque fuera en simples cartas particulares, para poder hacerse
un juicio válido.

Según las distintas fuentes que he consultado y según los testimonios coetáneos, la
época de los toros más grandes y de la verdadera edad de oro en Madrid fue la de «Lagartijo»
y «Frascuelo», los toreros más importantes de los últimos sesenta años, hasta la aparición de
«Joselito» y Belmonte. La época de «Guerrita» no fue la edad de oro; «Guerrita» fue
responsable de la introducción en la lidia de toros más jóvenes y pequeños –he comprobado su
peso y consultado las fotografías– y durante los doce años que duró su carrera, tuvo
solamente un buen año como torero: el de 1894. Los toros grandes volvieron a la plaza en la
época de «Machaquito», «Bombita», Vicente Pastor y «el Gallo» y la talla de los toros decreció
sensiblemente en la época de «Joselito» y Belmonte, aunque algunas veces lidiaron los dos la
clase de toros más grandes que se criaban. Ahora, los toros son grandes y viejos para los
matadores sin influencia y pequeños y jóvenes siempre que el torero sea lo suficientemente
poderoso como para meter mano o imponer sus preferencias en la elección. Los toros son todo
lo grandes que pueda producirlos la cría en Bilbao, a despecho de los matadores, y, en
general, los ganaderos andaluces envían los toros más grandes y más hermosos a Valencia
para la feria de julio. He visto a Belmonte y a Marcial Lalanda triunfar en Valencia con toros
que pudieran figurar entre los más grandes que se hayan lidiado nunca en la historia de la
fiesta brava.
Este resumen histórico ha comenzado con lamentaciones sobre la desaparición de la
suerte de matar recibiendo, que desaparece porque no se enseña ni se practica y, como el
público no la reclama, y es un arte difícil, que tiene que ser practicado, comprendido y
dominado porque es demasiado peligrosa para ser improvisada, los toreros, la dan de lado. Si
fuese practicada podría ser hecha con bastante frecuencia, siempre que se dejase a los toros
llegar al final de la lidia en un estado conveniente; pero toda suerte que puede ser
reemplazada aproximadamente por otra tan atractiva como ésa para el público, comportando
un riesgo menor de muerte si su ejecución falla, está condenada a desaparecer del ruedo, a
menos que el público no se la reclame a los toreros."

Ernest Hemingway, Muerte en la tarde.


¿Qué es lo que revela este imprescindible fragmento de Hemingway? ¿Acaso quienes criticaron a Lagartijo, fueron los mismos que tras su retiro lo alabaron? No ciertamente, a menos que Fuentes sea F. Bleu, por ejemplo: aquí, el escritor norteamericano reduce en un solo espíritu a la afición, espíritu que no sabe lo que quiere, y se revela ingenuo. Navalón puede criticar a El Juli y el insufrible Jose Morente alabarlo sin restricción, incluso hasta la estupidez, y allí tendremos a Hemingway concluyendo que el aficionado critica para después cambiar de parecer con el tiempo, comprobando la decadencia actual, o satisfaciendo una oscura necesidad de ver el toreo contemporáneo como malo, mientras al mismo tiempo sufre una ineludible añoranza por el tiempo pasado. Quizá, y así lo dice otra constante histórica, se culpe a la afición en lugar de al torero. 

¿Necesita la Fiesta al reventador? ¿Puede la tauromaquia vivir sin reventadores? En una época donde ser reventador es la única opción del aficionado ante el monoencaste, el monopolio, el destoreo, la simulación del tercio de varas, la trampa, el baile de corrales, las fundas, las ferias como grandes tramos de aburrimiento, la muerte de los encastes en los mataderos,  y ante todo, el surgimiento de una mafia que se radicaliza, decimos, cuesta imaginar cómo serían las cosas sin la existencia del reventador. No habría pudor alguno para mandar todo lo que no sea Domecq o Núñez a los mataderos fríos, como de hecho ocurre subrepticiamente hace algunos años con los encastes que "no dejar hacer arte" (¿cual arte?), porque dan miedo a algunos matadores; ni habría asomo de pudor tampoco, el más mínimo, para mentir sobre las estocadas de Julian. Da igual: como el maletilla, que inaugura este post con esa foto estremecedora,  la figura del reventador desaparecerá cuando no haya necesidad de llenar un espacio que el toro bravo requiere: el del aficionado al toreo, la pureza del toro bravo, y del torero con verdad. La histórica queja no ha sido por el pasado de oro, sino por el presente en ruinas.  

lunes, 10 de junio de 2013

LA RESPUESTA A TODO

El amargado se toma la libertad de reproducir en su totalidad esta columna de Javier Hernández. Pueden leerla en este link: http://www.cuadernostm.com/blog/la-respuesta-a-todo/

LA RESPUESTA A TODO

Por Javier Hernández

La respuesta a todo la ha dado José Antonio Choperita, a sus ochentaytantos, con sus achaques, con la clarividencia de quien ha gobernado el toreo y de quien siente que sus propios todavía no son dignos de relevo. A las doce de la madrugada fue. Y todavía no ha dimitido de su cargo de capitán de la Taurodelta que rige Madrid, de la empresa que regenta la plaza más importante del mundo, el buque insignia, el bastión de resistencia, la muralla donde se defiende el Patrimonio de la Tauromaquia.
“A esto le queda poquito tiempo”, dijo José Antonio. Y tras decir eso la vida no puede continuar como si nada. Porque, si el Patrimonio Cultural de la Tauromaquia hablara tendría una respuesta clara: “si me queréis, irse”. A lo Lola Flores. Si “a esto le queda poquito tiempo” ustedes no pueden seguir donde están, porque ya han arrojado la toalla y esa frase tan apocalíptica es la respuesta a todo que hacen. Como al toreo le queda poquito tiempo, vamos a rebañar lo que resta, a saquear los baúles, a aprovechar los últimos días y a no dejar nada sin recoger.
“A esto le queda poquito tiempo”. No es la frase de un anti, ni de un verde, ni de un político progre que mueve su ficha según interese. Esa sentencia es de Choperita y se la ha dicho a un periodista de su quinta que no tuvo arrestos para la pregunta clave: “y, entonces, ¿usted que hace aquí?”.
Usted, don José Antonio, que acaba de facturar unos 16 millones de euros según sus propias cuentas (recuerde que desde su empresa se dijo que se habían perdido casi dos millones de euros por dos mil abonos) ha confirmado que no cree en el futuro, que los taurinos tienen el 90 por ciento de las culpas de esta situación. Y esta mañana de lunes, en la que muchos de los toreros de su San Isidro todavía no han liquidado por considerar indigno el salario ofrecido, usted volverá al despacho de Las Ventas. Y el aficionado se preguntará que para qué. Si “a esto le queda poquito tiempo” es mejor que usted se quite del medio y deje actuar a los que todavía tienen fe en recuperar el esplendor de la tauromaquia.
Porque, don José Antonio, haberlos, haylos. Todavía hay quien invierte en el toreo, en generar toreros, parte de sus ganancias logradas frente al toro. Ahí están los toreros. Todavía hay aficionados activistas que se parten el pecho por ofrecer charlas, por organizar sesiones de toreo de salón, por conseguir dinero e ir a los toros pagando su entrada para disfrutar y para invertir en futuro, no para que se lo quede usted y sus socios del oligopolio porque usted, don José Antonio, ya confirma que “a esto le queda poquito tiempo”.
Una persona que sabe que a su coche “le queda poquito tiempo” de uso ya no lo lleva al taller para renovar amortiguadores. Simplemente, lo usa esperando el día del crack definitivo, y se aprovecha de su coche. Y es lícito que lo haga. Ahora bien, el toreo no es su coche sino un Patrimonio Cultural de todos los aficionados y no está bien que usted, que acaba de usar ese coche para facturar 16 millones de euros, deje esto en el desguace.
La frase de José Antonio Martínez Uranga es la respuesta a todo. Si “a esto le queda poquito tiempo”, vamos a prescindir de los que más cobran (José Tomás, Juli, Juan Mora, Cuvillo, El Pilar y Garcigrande, por ejemplo) en la feria más importante del mundo. Si “a esto le queda poquito tiempo”, vamos a apoderar a todo aquel producto que podamos mover por las ferias y así ganamos también la comisión de apoderados y abaratamos costes entre nosotros. Si “a esto le queda poquito tiempo”, vamos a comprar el ganado a los sumisos porque venderán barato y no pondrán pegas. Si “a esto le queda poquito tiempo”, vamos a olvidarnos del convenio de mínimos y así podremos jugar en un mercado libre donde el torero de oro o plata actuará casi por afición y lo poco que entre en taquilla nos lo quedamos. Si “a esto le queda poquito tiempo”, vamos a recoger que no es hora de sembrar.
Lo ha dicho José Antonio Martínez Uranga. La frase que Toño Matilla lleva dos años pregonando por bares y callejones la ha dicho el empresario de Las Ventas, y no Leo Anselmi, en La SER. Es la respuesta a todo: “a esto le queda poquito tiempo”.
Y el toreo, que no tiene voz pero sí alma, dicta sentencia: “si me queréis, irse”.
NOTA DEL REVENTADOR: Excelente, no hay que añadir nada más. Taurodelta gestiona la plaza en un modelo nocivo que garantiza que sus intereses generen ganancias, así con esta farsa se carguen TODA la fiesta: modelo maligno de "figura-monoencaste, rodeados de una feria miserable para generar el contraste", como contamos en nuestro anterior artículo.

La temporada madrileña de inicio de año: el esplendor de las ruinas.


Dice Camus que contar la historia del fracaso es un riesgo, pues la pobredumbre arrastra en su vorágine incluso al relato del fracaso, por lo que el narrador termina participando de tal hundimiento. Se corre tal riesgo al hablar de la ruina de la temporada mayor madrileña: compuesta por el 1 y 2 de mayo, el San Isidro, la feria de Arte y Cultura, y las corridas de La Prensa y la Beneficencia, la temporada grande en Madrid constó de 33 tardes, 20 de monoencaste Domecq-Núñez, 9 de encastes minoritarios, y 4 de rejones, que tienen su propio monoencaste. De las 9 de encastes minoritarios, solo 5 pueden considerarse como tardes de corridas duras. Hablamos entonces de un toral de 198 reses de lidia, entre novillos y toros; 198 animales con 396 orejas, de las cuales solo se cortaron 15. De las 15 orejas, solo dos no tuvieron en torno a tal concesión de trofeo, una amarga polémica por la evidente ridiculez de conceder un trofeo antaño tan preciado a faenas sin un solo pase completo, por ejemplo.

Hablamos entonces de menos de un 5% de triunfo en medio de un gran desierto de aburrimiento y rebajamiento. ¿No se puede considerar esto como un fracaso total? Y sin embargo, la presente temporada sigue teniendo mejores números que la temporada del 2012. Pero ante la evidencia de un fracaso con estrépito que seguramente incidirá en la caída en picada de los abonos y el número de asistentes, lo necesario aquí es preguntarse la naturaleza del fracaso: el toro y el torero.

De las 198 reses de lidia, solo el cabalístico número de 22 reses sirvieron para el espectáculo en más de un tercio, lo que no quiere decir que sean auténticamente bravas, pues de estas 22, la mayoría fueron toros mansos encastados, y solo salieron 5 toros bravos auténticos para los 3 tercios. Esta bravura no computa las corridas de rejones sino las de a pie, y se distribuye en 4 toros bravos en las corridas duras, y solo uno en las de monoencaste. 

Lo anterior deja una cosa en claro: de los 120 toros de monoencaste, solo uno fue realmente bravo (el sobrero de Sánchez Dalp, vía Núñez), y sirvieron para la lidia de muleta 8 toros :  osea, 9 toros de 120 del monoencaste sirvieron únicamente.

Mientras tanto, en las corridas denominadas duras, de 30 toros, 13 resultaron buenos para lidia en los tres tercios. De ellos, Bustillo II y Marinero, resultaron francamente bravos, y otros 6 toros de estas ganaderías duras, también con una nota más que sobresaliente. 

Malo, del monoencaste
Malo, que fungió como corrida dura, cuando Samuel Flores no entra ya en esta categoría.
La conclusión es que las corridas duras, con un número mucho menor de toros, pueden sacar un porcentaje más alto de éxito con respecto al apabullante monoencaste Domecq-Núñez. ¿Hay alguna razón entonces para continuar con el modelo del monoencaste? La respuesta de la empresa es clara: imponer un concepto de toro y de toreo que privilegie a los toreros que la empresa apodera, y a las ganaderías que la empresa maneja, así con ello la calidad del toreo sea de un exagerado 5% sobre 120 toros y 20 tardes. Un caso paradigmático de ello es la inclusión en dos tardes de la ganadería Jandilla durante esta temporada: procedencia Domecq del monoencaste más aberrante, y sin haber tenido mayores méritos que arruinar el mano a mano de Mora y Fandiño hace un año, echó en este 2013 a Las Ventas un total de 11 reses inválidas y sin casta. Y volverá. 

Otro factor tan diciente como el ganadero, es el de los toreros y los carteles. La inclusión de toreros sin méritos, la preminencia de las confirmaciones de alternativa, la injustificada invasión de toreros mexicanos justificada indecentemente con orejas de pueblo, la reiteración de los mismos libretos que antaño han fracasado: tal es la naturaleza de lo que en realidad debería ser otra cosa harto distinta: la inclusión de toreros con mérito (por ejemplo, Escribano, quien le cortó las dos orejas a un Miura de vuelta al ruedo en Sevilla), o la inclusión de toreros extranjeros en equilibrio de países y méritos (la ausencia de Fermín Rivera pero la inclusión de Silveti en el elenco mexicano), o la supresión de toreros sin nada (Luque y El Cid en varias tardes sin haber demostrado nada, y pasando por Madrid sin pena ni gloria). 

Ausencias como la de Juan Mora, Frascuelo, Lamelas, Moreno, Rivera, o incluso el citado Escribano, solo por decir algunos, le restan variedad a la feria, y también justicia. 

Otro tanto es la desgracia: cuando sale el toro, no hay torero; en esta temporada se hizo patente la abusiva ausencia de capacidad lidiadora de la gran mayoría de toreros, incluso figuras. Citar la vergonzante incapacidad de Talavante ante victorinos desrazados, la falta de recursos ante el picante segundo de Manzanares en la corrida de Victoriano del Río; la pésima espada de Fandiño, o la destoreada de la corrida de Baltasar Ibán por Urdiales, Mora y Bautista, es solo un tentempié de la desoladora realidad: los toreros han olvidado que un toro requiere terrenos, sabiduría a la hora de ponerlos en suerte y picarlos, modos de lidiarlos en las banderillas para corregir defectos, y conocimientos depurados de cómo ponerse para que el toro vaya, dure y luzca. Todo se redujo a ponerse donde estaban los papelillos, o sea, donde no había viento, lo que supone una reducción de ventajas para el toro, siendo la lidia la lucha a favor del animal, a fin de que este luzca su bravura en los 3 tercios. 

Toros como Bastonito (el reencauche del mítico del 94) o Baratillo, Matacanas, Brigada, o incluso Bustillo II, serán una incógnita para el aficionado, pues dejaron este mundo sin haber sido lidiados a la perfección, lo que pudo haber hecho lucir aún más la bravura que llevaban. En esta temporada Madrileña, se picó mal, poco y mucho, y salvo el ejemplar caso de la cuadrilla de Castaño y El Cid, los subalternos y el mismo lidiador, pasando por el director de lidia, no tienen idea de qué es la lidia correcta de un toro bravo en los 3 tercios. De las 198 reses, 16 fueron picadas en la querencia, cosa que revela la incapacidad de las cuadrillas para sujetar a un toro en todo un ruedo.

Ejemplo de perfección lidiadora: la cuadrilla de Castaño.

¿Cómo se puede llegar así a Madrid? Puede preguntarse uno en esta triste cosa.Un torero como Urdiales, quien debe resolver su temporada desde lo que haga en Madrid, se vio en 2 tardes y 4 toros con la misma apatía con la que el bravo Matacanas le dijo a Talavante que el toreado era el torero. Comentan los toreros, con mucha razón, que un triunfo en Las Ventas es algo devaluado, y que de poco sirve, como tampoco le sirvió de nada a Escribano salir por la puerta grande en Sevilla, y con miuras.

80% de las orejas concedidas fueron regaladas, y en la mayoría de los casos, premian al torero de una manera injusta, pues salieron toros de dos orejas a los que solo se les cortó una, y no por pinchar. Por ejemplo, a Perera le salió un mal presentado Alcurrucén de nombre Peladito, toro con transmisión y con series de hasta 7 pases, sin parar, y que duró 7 series de un total de 39 pases. ¿Qué más necesita un torero para cortar dos orejas en Madrid, además de salirle un toro de series de hasta 7 series con transmisión? Perera no puede responder, acaso porque su faena efectivamente sea de una sola oreja, y no de dos, como debería gracias al toro. Lo mismo le cabe en suerte al mexicano Joselito Adame, quien este año se llevó el gato al agua y tuvo en sus 2 comparecencias un total de 4 toros que embistieron con cierta casta y mucha nobleza (o sea, todo un regalo), cortando solamente una oreja y una oreja, cuando en un mundo justo debió cortar 8, pues en un mundo justo Adame debe saber aprovechar la nobleza y la suerte, y no, como en este mundo, recordar el destoreo poblerino, que al final termina acusando el noble toro español. 

Peor caso es el de las faenas que ni siquiera son de vuelta al ruedo, y a las que se les da una inexplicable oreja: el día de la corrida de Bohórquez, ante el diluvio de granizo que tapizó la plaza, el mexicano Silveti instrumentó una faena si una sola serie limpia, y sin un solo pase completo, a la que sin embargo se le otorgó una oreja, aduciendo todos que el torero se ha jugado la vida en medio de un diluvio: cabe preguntar si tal honor no lo mereció también al toro, pues el animal aguantó el granizo, con dos puyas costilleras y traseras, 6 banderillas mal puestas, y un matador que lo mareó a pases. ¿Se podría sin embargo honrar a este toro con los honores de la vuelta al ruedo, todo porque se quedó debajo del granizo? No, del mismo modo que la oreja de Silveti no vale nada, a menos que las orejas se den por circunstancias metereológicas, y no por el toreo: al toro se le da la vuelta al ruedo por bravo, y al torero, por haber toreado.

En cualquier caso, nombrar la falsa puerta grande de Talavante por una faena de oreja a la que se le dieron las dos sin pestañear, es hacer ver lo de Silveti, Perera, Adame, Manzanares, Ferrera o Castella, como épica taurina. Madrid ha bajado mucho el listón de la exigencia; ahora se le grita olé a pases cambiados por la espalda, a pases ayudados por alto y a faenas en las que una figura no se cruza una sola vez, cuando hace dos años esto era impensable en la hasta entonces "plaza más seria del mundo".

Hasta el momento, hemos ofrecido un panorama desolador en los aspectos ganaderos y taurinos, ¿pero acaso no fue así? A esto habría que sumarle la radicalización en contra del tendido 7, y la presentación de los toros. Siempre hay que preguntar, ¿por qué se culpa a Madrid de querer un "toro mastodonte", si plazas como Bilbao o Pamplona lo echan más grande, y nunca se acusa a estas dos plazas de lo mismo? Madrid no quiere un toro grande, pues de quererlo, nunca entraría a los corrales de Las Ventas una sola corrida de Baltasar Ibán. Lo peor, es que ahora Madrid ni siquiera sabe lo que quiere, o de quererlo, igual no puede hacer nada, ya que por desgracia no son los aficionados quienes controlan el baile de corrales. Como ya se ha contado, solo para Morante desfilaron un total de 20 toros en la de Beneficencia, y se parchó la corrida con los más pequeños. Hablar de las exigencias ganaderas de Madrid, cuando gracias a Taurodelta esta plaza se ha convertido en una dictadura de figuras y ganaderos donde el aficionado poco pinta, es más que socarrón. Se denuncia que Madrid ha sacado a los toros de su tipo, atacándolos de kilos para que puedan ser grandes y con romana, pero, ¿acaso no ha sido Betado, un Victoriano del Río de 650 kilos, el toro de monoencaste que mejor ha embestido en Madrid, incluso concediendo al toro el honor de la vuelta al ruedo? El tema está servido, pero no para los periodistas ni la empresa. 

Y a este punto es necesario llegar: Madrid es un fracaso, porque la empresa no tiene ninguna relación con el aficionado, más que la económica. El modelo de monoencaste y carteles sin mérito, funciona para beneficiar a Chopera, Casas y Matilla, porque estos dominan una concepción de la tauromaquia donde la ética de la bravura y el toreo auténtico no tiene cabida, y ofrecen una supuesta miseria para que esta contraste con el posible triunfo de las figuras del toreo, que precisamente estas 3 familias, apoderan. Pero este "posible triunfo" no puede ser auténtico en Madrid, ya que el público pide 3 tercios íntegros en la mediad de lo posible, y los toros de monoencaste, lo demuestran 111 toros, NO RESISTEN LOS 3 TERCIOS AUTÉNTICOS.  Sin la conjunción del toro bravo que exige el toreo auténtico pocas veces un espectáculo tan masificado, puede tener interés, pues este ocurre solo por error: con el manso de Talavante, con el manso encastado de Fandiño, con la corrida sin picar de Victoriano del Río, y pocas veces con el fulgor auténtico de la verdad: la bravura de Marinero y Pilarico para Castaño y su cuadrilla.  


El más bravo de San Isidro.

Entonces, Madrid fracasa así: por el toro, que no es el toro; por los toreros, que no torean; por los empresarios, que solo usan a la plaza para lucrarse, lo que es apenas deseable.

¿Qué hacer? En el tema del toro, mientra en Madrid se incluyen 20 tardes de monoencaste, en Francia las ganaderías bravas embisten:  Dolores Aguirre, Cebada Gago, Miura, Palha, Murteira Grave, La Quinta, Fuente Ymbro, en estos primeros 4 meses de temporada, han embestido en Francia, y no porque cruzando la frontera adquieran de ipso facto la bravura. Es más, en Francia el tercio de varas es auténtico. ¿Y los toreros? No nos riamos. 

Aunque podemos sugerir: no permitir más de un 30% de presencia de sangre Domecq y Núñez. Permitir al aficionado un 40% de soberanía para la inclusión de ganaderías y toreros, pues al fin y al cabo el aficionado es quien paga. Pedir reseñas gráficas de los toros en el campo. Pedir pedagogía sobre el tipo de cada encaste. Insistir en la necesidad de poner a las figuras a competir en carteles con toreros emergentes de las corridas duras, y en corrida duras. Regular el tercio de varas. Exigir que el torero con más antigüedad haga las veces de director de lidia. No permitir el monopolio de toreros mexicanos, pues todos los países del toro ajenos a España deberían tener igualdad de representación: torearon 5 mexicanos y solo 2 colombianos, mientras los otros países quedan en nada. No confeccionar la corrida de Beneficencia con un año de anticipación, sino atenerse a los triunfadores de San Isidro, así no sean figuras. Excluir de las premiaciones a los toreros involucrados en bailes de corrales, siendo Morante el campeón en esto. Mejorar los sistemas de compra, e ilegalizar aún más a los revendedores, pero no a los reventadores.

En conclusión, Madrid falla por que no está saliendo el toro de Madrid; falla, porque no están toreando los toreros de Madrid en las corridas de interés e importancia; falla, fundamentalemente y por todas las razones, al ser una plaza donde se reflejan las consecuencias del modelo actual, que de hecho es manejado por los 3 empresarios de la plaza: monoencaste, falta de diversidad y competencia, el aficionado como un ente que solo debe pagar, y no hablar ni pitar, a menos que quiera sufrir la ira de los columnistas.


Del Blog Cornadas para todos, la demencialmente sincera declaración de Choperita sobre el futuro de la plaza que su grupo maneja. 


En fin, este es el esplendor de las ruinas:


Javier Castaño con Ebanista y Pilarico de... por blogdetauromaquia
Javier Castaño con Sevillanito y Marinero de... por blogdetauromaquia
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Juan Bautista con Lanzavientos de Carmen... por blogdetauromaquia
Alejandro Talavante con Matacanas de Victorino... por blogdetauromaquia
Miguel Ángel Perera con Peladito de Alcurrucén... por blogdetauromaquia
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Uceda Leal con Costasol de Sánchez-Dalp en... por blogdetauromaquia