Desde luego que en las dos primeras de San Isidro los toros han sido una descarada declaración en contra del toro bravo, y lo innegable de este hecho sin embargo, no implica obviar la culpabilidad de los toreros en algo que se supone sirve para resolverle dificultades a un manso o un bravo: LA LIDIA.
Una corrida de toros puede leerse de dos maneras: a lo posmoderno, o sea, basando toda la atención en el tercio de muleta, con lo que aquello ocurrido antes del trasteo no tiene relevancia alguna, al solo contar que llegue el toro con banderillas para ser paseado por la tela roja. La segunda manera en cambio, es la clásica, y es una lectura general de la lidia, que comprende todos los aspectos del comportamiento del toro, incluso hacia dónde mira cuando se detiene, cuántos pasos da al embestir, o cómo se encela en el caballo en su segunda entrada, o embiste por un pitón al ponérsele banderillas por ese lado. Esa lectura formula directamente una estimación ideal de la manera en que la lidia debe ser planteada de manera inteligente: si un toro es un manso declarado, dejarlo ponerse entre el tendido 9 y el 10 no redunda en torear a favor del toro, sino en dejarlo hacerse fuerte en su querencia, donde terminará defendiéndose. Esto habla de poca inteligencia para la lidia. También habla de ello el hecho de que hasta el momento, ninguno de los 6 toreros que han comparecido en la feria, tenga la capacidad de cortar el terreno al toro para dejarlo puesto en el caballo, estimando que sea de largo, con lo que uno ve un espectáculo en el que el toro es aterrizado a punta de mantazos casi en la barriga del caballo. Supera en lo risible a esto, el hecho de ver al toro atravesando la plaza para ir contra el picador que guarda la puerta sin que nadie se lo impida: desde luego al torito no le parece que aquel picador sea un enemigo más digno, simplemente va hacia su querencia, ya que allí en el ruedo no le han planteado una guerra, sino una broma.
Entre uno de estos y miles errorsillos más, tenemos un inicio de feria sosa: los toros son débiles y mansos, y los toreros parece que solo estiman oportuno fijar su atención en las migajas del tercio de muleta, y en esa indolencia que supone recordar que a César Jiménez no le sirvió de nada abrir la puerta grande de Las Ventas hace dos años, y que ante todo, no importa lo que hagan, el tendido 7 los va a reventar; de hecho hoy fue así, la primera serie de Tejela al toro que abría plaza, pese al molinete fallido, fue aseada y ligada, bajando la mano y con temple del real, y sin embargo la afición de Madrid no se conmovió ni para toser, la recibió como si fuera una serie de mantazos, y de hecho puede que lo sea, teniendo en cuenta el terreno donde se puso a torear a un toro con posibilidades, y el ahogamiento que le impuso al importunarlo con la distancia equivocada; resulta así que una serie que en cualquier plaza americana hubiera provocado un delirio, en Madrid no levante ni el polvo, debido a que la lectura de la corrida es mucho más rica y amplia en la afición de las Ventas, en especial desde el satánico tendido 7.
El demoníaco y antimonencaste tendido 7 aplaudiendo en pie a Beato, toro de Victoriano del Río |
Entonces, cuando uno plantea que una faena no tuvo sitio, debe aceptar que no se debe entender que el torero se puso mal con la muleta, pues debe entenderse como algo más general, esto es, como ausencia de sitio producto del desconocimiento de los terrenos en todos los 3 tercios, por lo que estar mal colocado no solo significa estar fuera de cacho, sino también no estar ahí para evitar que el toro manso salga corriendo hacia la querencia o puerta de chiqueros, como ha ocurrido con 4 toros en estos dos días, o bien, plantear la faena en un terreno absolutamente equivocado.
Lo mismo pasa cuando se piensa que el toreo se reduce entonces a formulaciones generales (el manso a tablas y el bravo a los medios), pues esto desconoce las particularidades de cada animal: todo toro es un laberinto, y como tal, es irrepetible, y con él su lidia. Si la suerte contraria es la preceptiva para matar un manso, al ser fácil para este toro ir hacia las tablas, tal principio niega que el toro puede variar si la lidia fue mala: dejar que un manso se empodere con los viajes hacia adentro, hace que se termine haciendo fuerte hacia las tablas, pero también ahogarlo con distancias cortas, hace que termine protestando cuando vaya a tablas...la pregunta entonces no es ¿suerte contraria por ser manso? sino ¿protestará o barrenará al ir hacia tablas por la lidia que le he dado? Sin embargo, los toreros obvian esta clase de consideraciones, y el aficionado de igual manera. David Mora intentó matar 4 veces en suerte contraria al manso sobrero que le tocó en suerte como segundo bis el día de hoy, y solo pudo matarlo en suerte natural, debido a que el toro en suerte contraria le tapaba la salida al torero, producto de la mala lidia, que a su vez es producto de no leer al toro. En este caso, lo de Mora es excusable al tener una voltereta, pero en las otras 11 faenas, tales errores se repiten.
A lo que es necesario llegar es esto: las faenas a toros que no son carretones necesitan de una lectura del toro en general, pues solo leyendo a los toros se entiende la lidia correcta y de allí el toreo correcto. Una buena faena es producto de una buena lidia, lo que demuestran cuadrillas como las de El Cid o Javier Castaño, incluso la de Manzanares el hombre, cuadrillas capaces de transformar a un toro disperso en un animal fijo en los engaños, producto de ubicarlo en los terrenos correctos, darle los capotazos justos y exactos, o corregir el recostamiento en un pitón con las banderillas; entonces a su matador la lidia le queda clara, y con ella, la manera de torear. Un claro ejemplo de ello es El Juli, con quien uno puede no estar de acuerdo, pero al quien por lo menos se le debe reconocer, por ejemplo, el saber para qué hay que caminarle hacia el centro a un toro que sale muy suelto en la capa; entonces uno ve que en la muleta tal problema está absolutamente resuelto en la embestida: ya no saldrá suelta sino que se volverá repetidora, siendo este uno de los secretos sobre su supuesto poder en la muleta.
Pero lo increíblemente perturbador de todo esto es que el día domingo volveremos con fe sobre la feria de San Isidro. Borges dijo en su único cuento romántico que ser colombiano es "un acto de fe", en lo que estoy de acuerdo, aunque sería más exacto darle esa definición al taurino: solo por un desmedido acto de fe, se puede explicar que más de 15.000 personas hayan renovado su abono en Madrid, pese a las 4 últimas ferias de San Isidro que llevamos. O peor, que uno, al otro lado del mundo, parta su día en dos por estas corridas que no dicen nada, pero enseñan más que muchas faenas de jalapelos y acabóses. ¿Hasta cuándo? No se sabe, la afición sigue firme pese a estas toreadas, pese a estas faenas a mansos débiles planteadas sin lidia, lo que es igual a restarle un cero al cero.
Banderillas al sesgo de Navazo, entendiendo la particularidad del toro y la lidia necesaria. |