Miguel Ángel Perera con Peladito de Alcurrucén... por blogdetauromaquia
Sí, ¿por qué no cortó las dos orejas? No estamos ante la negación del palco, sino efectivamente ante la negación del mismo Perera para romperse y hacer una faena de dos orejas a un toro que sale cada 5 años en Madrid. Desde luego todo estaba servido: un toro fácil, cómodo de presencia, que embiste sin que se le cite, que tiene series de hasta 6 muletazos por el derecho, series de transmisión, pues hay recorrido humillado, y un pitón izquierdo excelso por el que va mucho más largo si el torero lo torea. ¿Qué más necesita cualquier torero para que la puerta grande de Madrid se abra casi? Torear y matar bien: Perera se negó a ambas. ¿Qué más necesita Perera para cortar dos orejas? ¿Regalos? ¿Villamelones? Las opiniones son encontradas:
En Salmonetes, contrariamente se cree que la faena fue un compendio de ventajas y falso toreo, o sea, pegapasismo. |
En efecto, la faena tuvo dentro de sus puntos a favor aquella ligazón que Madrid exige; en este natural, el cuarto de su primera serie en aquella mano, el torero intenta rematar el muletazo atrás, con lo que fue el natural más jaleado por la plaza. Con todo, no deja de disonar la distancia real que hay entre los pies del torero y las patas del toro, aunque no deje de ser el mejor muletazo de toda la faena:
¿Y el toro? Sigue teniendo ese "ir a más" que caracteriza a los toros de Núñez, por lo que tendremos que concluir que cualquier 'pero' sobre la faena no puede hacerse sobre las condiciones del toro, sino sobre las falencias del torero ante un excelente toro, uno de dos orejas. Insisto, ¿qué más quieren las figuras?
Se aduce también que el toro fue parado por el puntillero tras la estocada defectuosa que le propinó el torero, hecho que influyó en la negativa del presidente para conceder las dos orejas. Este comentario fue sobre todo extendido por los mexicanos que pululan en el chat de RTVToros. Se ignora muy gratuitamente que Madrid ha sacado toreros por la puerta grande, mediando pinchazos, descabellos, o estocadas efectivas que derivan sin embargo en un error del puntillero, que para al toro. Baste recordar la primera y la última puerta grande de Esplá en Madrid, que tuvieron estos fallos, pero que sin embargo contaban con el fervor de Madrid, al producir ese punto de locura general que genera el buen toreo en Las Ventas. Este punto de locura no estuvo presente en la faena de Perera, pese a que la plaza estaba llena y predispuesta. ¿Por qué?
Debemos concluir que antes que ser una faena para aplausos de focas y quemas de incienso por kilos, realmente estamos ante una faena en la que fue más lo que perdimos que lo visto, y esto no tiene sino un culpable: Perera, que toreó sin sometimiento, sitio, mando, sin cuajar al toro por la izquierda, y matando mal: dejó ir a un toro de triunfo. Por ello, esos epítetos que uno ve (¡torerazo!, ¡oreja de ley¡) no pueden responder sino a exageraciones de personas que no saben ver al toro, ni leer una corrida de toros más allá del trapo rojo. Del otro lado está el pererismo institucional, uno incapaz de decir que el torero estuvo falto de recursos y de rotundidad pese a tener todos los signos a su favor. Con un toro de condición menor de la misma ganadería, José Tomás en el año 97 desbordó la plaza: a eso nos referimos con una puerta grande en Las Ventas, que siempre tiene alguna relación con el toreo bueno y el de verdad. Entonces las faenas se leían en arreglo a las condiciones del toro.
Hoy confundimos el mando o el poder con la ligazón,y premiamos a Perera con una oreja por haber dejado ir al toro. Quizá esto dé cuenta de qué es lo máximo que puede lograr una figura del toreo en Madrid: una orejita, como El Juli.
ADENDA
ADENDA
La opinión de una hermosa dama |
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