domingo, 31 de marzo de 2013

Melancolía al saber que un torero, un toro y un indulto son los 3 una farsa despreciable, y que por ello el concepto de la tauromaquia que lo sustenta es otra mentira despreciable.



Hay dos hechos de mi inveterado Tomasismo (que ahora me apena), que considero debo contar: el primero, que luego de  ser un antitaurino de pancarta e insulto, me convertí a las filas del toreo gracias a José Tomás; al sol de hoy no sé si debería agradecer o condenar el hecho, la tauromaquia es un vicio sagrado del que no se puede prescindir, y que no quiero dejar. Esto por supuesto raya lo anecdótico: me sentí como taurino por primera vez el día que lo vi torear en La Santamaría de Bogotá: sentía que el toro en cada embestida lo iba a traspasar, lo iba a matar con una cornada que lo partiría en dos. Luego Tomás cambiaba el viaje del toro, toreaba, y resulta que quien traspasaba realmente era el torero al toro, por una cosa mágica que hoy sigo sin explicarme, y sigo buscando con fe. Recuerdo el sonido del rabo del toro, fustigando con fuerza los muslos del torero, lo que ya habla de la proximidad, de esos terrenos increíbles que a veces tiene.

Lo segundo, que en un evento que mi peña taurina organizó en Bogotá, se convocó a la afición para ver la encerrona de Tomás en Nimes, contienda triunfal de la que salió con 11 orejas y un rabo, un indulto (que consideraremos en este escrito) y la prensa mundial rendida a sus pies. La prensa, esa misma que solo se permite publicar algo referente a las corridas cuando ocurre una desgracia humana (un torero cogido, uno muerto), en esa oportunidad se sintió tan tomasista como yo. Acaso no anticipé que el aficionado de Bogotá es un poco serio, no muy dado a esta sospecha (11 orejas! un rabo! un indulto!) y el evento que se organizó para ver la corrida de Nimes en video no fue tan nutrido como quisimos, y los que fuimos, salimos hablando pestes de la mentira que vimos.

El tomasismo se ha derrumbado para mí con Tomás. ¿Cambiará esto? Puede, como torero sui generis, ya tuvo un primer derrumbe en el 2002. En aquella época, una decepción amorosa con un periodista (todos reconocemos que es abiertamente, y como él lo dijera "gay, ateo y rojo") junto con la plaza de Madrid, sepultaron su vida emocional; sin ella, nadie puede pararse frente a un toro; como su vida personal es suya y no nos interesa, solo hablaremos abiertamente de lo ocurrido en Madrid: la Comunidad quería reeditar una suerte de Corrida del Siglo, que es como se conoce aquella tarde triunfal con victorinos en la que salieron a hombros Ruiz Miguel, Esplá y Palomar, siendo lo más destacado la faena de Esplá a su segundo. La Comunidad, como le compete, quería reeditar tal corrida pero con un ceño auténticamente madrileño, al incluir 3 toreros de la tierra: Joselito por figura, Tomás por mediático, y Abellán por jóven promesa, y con toros de otro Martín, en este caso Adolfo. A Tomás, literalmente se le obligó a torear esta corrida, de la que todos recordamos su incapacidad para torear y matar un Adolfo, con lo que se guareció en un burladero y se negó a matarlo.


Uno de los bóvidos lidiados por Tomás en su encerrona de Nimes: mal presentado, mal picado, y tapado por el toreo enloquecedor, como si en el toreo el toro no valiese para discriminar el toreo.


El Tomás reeditado que conocemos hoy no se distancia de aquel que se niega a matar un toro. 

Hoy, y más aún después del fantasma de Aguascalientes (que el toro, aunque mexicano, sigue siendo toro) Tomás se refugia en el denigrante monoencaste de las figuras. Los toros que salieron en Nimes, no eran toros, eran tan estrechos, cosa rara en un encaste bajo y largo, y eran de unos rostros tan anovillados, que todo lo que hizo en el ruedo quedó en nada, desinflado, desvirtuado, y hasta repugnante.

Se dice que el toro de Parladé que indultó, pasará a la historia como el más mediático; de hecho salió en muchos diarios, y su video logró 100.000 visitas en el entonces tolerante Youtube, (y en cuestión de una semana!); recibió además aquel toro el premio al indulto de oro (así, en minúsculas) y es recordado por todos los aficionados, en efecto, como el gran indulto del siglo XXI, al lado del de Idílico, un noble semoviente que salía escupido de las varas como pelota de una raqueta.

Como esto es un escrito melancólico, debemos cortar acá por lo sano:

Ingrato no existe, el toro de Parladé herrado con el número 31 se llama VÁNDALO, es más jóven, y no era de indulto. Fue un manso que saltó al callejón despavorido, no se le picó, y en las banderillas ya tenía la lengua por fuera. Tomás lo toreó con adornos desde el tercer muletazo en 2/3as partes de las series pues no se le podía someter; nunca se entregó humillado por el derecho, y por supuesto que apenas le abrieron la puerta de toriles, se metió a los chiqueros con la misma docilidad de un perro.

Belador, el único toro indultado en Madrid, duró casi 3 horas dando pelea en los medios de la plaza tras la concesión del indulto: quería seguir luchando, era bravo de verdad; retrasó una capea programa para después de la corrida, pero la gente se quedó, seguía llena de TORO.
En realidad, el ganadero Juan Pedro Domecq envió al original Ingrato a la encerrona, donde la junta técnica no existía y cualquier cabra pintada de toro podía pasar con facilidad; así las cosas, el cambio de toro a última hora solo se explica por una molestia de Tomás con el original Ingrato, siendo reemplazado por este Vándalo, número 31; pese a que el ganadero jura y reniega que haya trampa, hasta los quemadores profesionales de incienso de Aplausos recogen la anomalía: http://www.aplausos.es/noticia/14384/Noticias/Ingrato-o-Vandalo?.html

Certificado real del toro número 31, de nombre Vándalo; la mentira se explica porque el día anterior al festejo ya habían publicado el nombre de los toros a lidiar por Tomás, incluido el temible bovino de nombre Ingrato
¿En qué cambia la mentira lo sucedido?¿En qué afecta un hecho que sea verdad o mentira? ¿Acaso la gente no llenó la plaza y salió pletórica? Se me ocurren varias cosas: trampa, deshonestidad, irrespeto, abuso, mentira, falsedad, cobardía, mediocridad, ausencia de vergüenza para seguir las reglas eternas del toreo, etc. 

Se me hace tan despreciable como lo hecho por El Juli hoy en Sevilla: estoqueó su toro, y siguió dándole pases a un animal que tenía una espada adentro, mientras unos destemplados olés sonaban en la plaza de mercado en la que se convirtió La Maestranza: no hay una radiografía más exacta de la tauromaquia de hoy que esa. O esto, que parece más certificado de defunción: 

Se analizan 5 toros, nunca mejor ni tan acertado el desacierto.