lunes, 29 de abril de 2013

Sobre las novilladas de Las Ventas.


Click para ver al novillo presentado, que no toro.
El astado de arriba, que supuestamente puede pasar como toro en cualquier plaza del mundo, sale en novilladas con picadores en Madrid, hecho que para algunos supone un escándalo. ¿Y por qué? Hace un año El Juli trinó y se levantaron de inmediato las voces de rechazo, que en el fondo intentan limar las asperezas naturales de un rito de muerte con dichos reclamos, que evidencia la sugestión de culpabilidad que siempre encierra en la afición la muerte o desgracia del torero (Joselito, Manolete, Yiyo). Entonces es necesario preguntarse, ¿es ético enviar al novillero a estas novilladas de Madrid?

La tauromaquia es un ejercicio difícil, el torero ha de enfrentar tarde a tarde a una amenaza mortal, a la realidad de la muerte misma,  por lo que hablar de confort en estos temas resulta extraño, cuando menos engañoso. Pareciera que algunos pretenden que el novillero debe apartarse de esta realidad, máxime si olvidamos que precisamente ha de foguearse con la muerte para aprender a afrontarla. Es obvio que todo debe tener un enfoque gradual, esto es, que al becerrista que apenas lleve 10 paseíllos no se le puede hacer debutar con picadores en Las Ventas, pues no estaría en condiciones de lidiar.
Sin embargo, un análisis más minucioso nos explicará la naturaleza de estas novilladas; mi posición es que el problema no son las novilladas.

Para empezar, hay que dejar claro el respeto a todos los novilleros del mundo, que hoy no tienen que moverse entre el hambre y el desarraigo de las sociedades convulsas, como los maletillas, pero que sí deben hacerlo en una sociedad hostil contra el toreo cada vez más radicalizada. Precisamente ese respeto pasa por darles la medida justa, ser sincero con ellos y permitir que como siempre, sea el toro quien revele sus virtudes y defectos. Para eso son las novilladas de Las Ventas, Alternativas sin rito que dan la justa medida, revelan falencias a superar y descubren virtudes apreciables, todo como un ejercicio pedagógico.
Las novilladas de Las Ventas se presentan así como un ejercicio que pone en cintura y mide la realidad de cada tauromaquia de los novilleros, lanzando sobre ellos una advertencia sobre si tienen madera para torero o no, y bajo qué presupuestos, imposibles de ver en otras plazas, donde la especialidad es el olé incondicional y el aplauso de focas. Estas novilladas son una suerte de alternativa sin rito, y por ello importante como tauromaquia. Lo grave es confundirlo con un ejercicio de torismo despótico, como si pudiera decirse lo mismo de las anteriores tradiciones novilleriles taurinas: maletillas, Valle del Terror, capeas con vacas cinqueñas toreadas, los amigos muertos y la pobreza arreando.


Click. Previsualizaciones de los videos sobre novilladas de Madrid

Tras la introducción de las escuelas taurinas con la iniciativa del maestro Andrés Vázquez, se despojó al trámite de querer ser torero lo más áspero de su naturaleza, desde el hambre y la necesidad hasta la falta de pedagogía, la ignorancia a la hora de enfrentar esta u otra embestida o la falta de rigor en los métodos…todo ello atendiendo a un sentido de la humanidad y de la Academia que ciertamente es innegable en su bondad, pero que tampoco puede suavizarse hasta el punto de rasgarse las vestiduras por las novilladas de Madrid.

Las novillas de Las Ventas arrojan otros puntos críticos sin embargo, pues a mi parecer lo que está mal es que un novillo de Las Ventas goce de más trapío que muchos de los toros lidiados por aquellos que se molestan públicamente, para la muestra un botón:



Quizá también, que sean los novilleros quienes tengan que matar hierros de encastes minoritarios, por ejemplo, como las auténticas ráfagas de demonios que fueron los Moreno de Silva, que enviaron en dos novilladas a 9 toreros a la enfermería heridos, entre novilleros y subalternos, mientras otros arriba van tan cómodos; el hierro bravo y minoritario solo ve rentabilidad en la novillada, pues se ahorra uno o dos años de cría y es una opción real frente a la ausencia de compra de toros en el circuito mayor, monopolizado por el monoencaste; en un mundo justo, el hierro duro debería estar con el torero maestro. Lo anterior es quizá la única objeción moral contra las novilladas de Las Ventas, pero con obviedad, la culpa no es de los organizadores de las mismas:

Toro (jejej) de monoencaste, exultante de bravura.

 Las novilladas de Las Ventas deben ser defendidas pues se ajustan a la realidad de la Fiesta y de la primera plaza del mundo, mas sus criterios de selección en cuanto a actuantes, deben ajustarse a los novilleros punteros y con un bagaje comprobable; no he leído al primer novillero quejarse, y aunque la suspicacia impone que guardarían silencio para no enemistarse con el sistema, la verdad es que todos sueñan con una oportunidad de triunfo en Madrid, y si la sueñan, son conscientes de la intensidad del toro que allí sale, lo que hace grande el triunfo cuando pasa.

Así las cosas, hay que entender estos 3 principios: que la Fiesta no es un ejercicio fácil y de confort, por lo tanto la educación en la dureza es correcta; que lo malo es quién lidia estas novilladas complicadas, por lo que habría que pensar en organizar de una vez por todas el circuito novilleril atenidos a la realidad para que sean lidiadas por novilleros toreados;  y que lo único escandaloso de las novilladas de Madrid es que envían un mensaje sobre los toros que los del escalafón de arriba están matando. En consecuencia no hablamos de tamaños, volúmenes, metros de pitones ni demás memeces ultra toristas, sino del trapío que da la edad, pues no hay que obviar que en el fondo, la lucha contra los abusos de las figuras se reduce a la edad de los toros que lidian, edad que arroja unas hechuras imposibles de negar, y edad que cada vez más va bajando, junto al monoencaste, habida cuenta de que las juntas técnicas le rechazan los toros reseñados. Solo en la pasada feria de Sevilla, 32 toros de monoencaste fueron rechazados al no cumplir con las condiciones zootécnicas de trapío mínimas: 32 toros rechazados en tardes donde actuaban figuras, hecho sobre el que nadie se rasgó las vestiduras.

 Un torero en maestro debe lidiar corridas cinqueñas pues es el punto máximo de exigencia y maestría lo que ocurre en aquellos toreos con cinqueños. Un novillero se debe mover bajo la edad de los 5 años, o sea, dentro de los 4 y 3 años del toro. Lo inmoral es que se lidie la misma edad en novilleros y toreros, y por supuesto que la culpa aquí no la tiene ni el novillero, ni quien organiza la novillada. La culpa la tiene quien no se atiene a la lógica. Las novilladas de Madrid se atienen a la lógica, y es un ejercicio más inolvidable para el novillero, que moverse en un mundo que no lo prepare para ser matador de toros. Entiéndase que no es un llamado a la carnicería de muchachos con ilusiones.

En conclusión, la única objeción moral contra las novilladas de Madrid no son las novilladas mismas, sino el contraste que plantea entre lo que mata un novillero en la primera plaza del mundo, y lo que matan los primeros toreros del mundo, donde la inversión es clara. Rasgarse las vestiduras de tal manera, solo responde a un fondo en el cual ver tanta tauromaquia light ha hecho que fenómenos como la indultitis o el toro sin presentación tapado por el toreo de un espada, radica en obviar verdades profundas y violentas del toreo, que cuando pasan, generan rechazo generalizado, como por ejemplo estas novilladas.

Por sus cortas patas y lo estrecho de su columna, este Guadaira lidiado ayer en Madrid da cuenta de su condición: NOVILLO




domingo, 28 de abril de 2013

Sobre el cartel para Pamplona 2013




En el mundo del toro se ha levantado una pequeña polémica a raíz del cartel que Mikel Urmenete hizo para la Feria del Toro de Pamplona 2013, evento famoso a nivel mundial por celebrarse en ellos los encierros de San Fermín. El cartel en cuestión, que vemos en la parte superior, evoca la figura del toro a través de una mesa plegable en la que arquetípicamente puede identificarse la morfología de un toro de lidia, con los sacrosantos cuernos sobresaliendo de la cabeza. Para ponerlo en resumen, la pequeña polémica se da ante la expresión de una molestia por parte de la afición que no concibe que tan sencillo y divergente trabajo, pueda representar algo en la cartelería taurina.

La cartelería taurina es otro discurso estético que depende de las corridas de toros. Tradicionalmente, consiste en que un artista produzca una obra apreciable que evoque el mundo taurino, y que tal reivindicación estética sirva para promocionar una feria, por lo que la obra es susceptible a ser marcada con publicidad sobre la feria en cuestión. Muchos artistas modernos desde Picasso, Dalí, Miró, y hasta Botero, Barceló y Ramos (de quien destacamos aquí su cartelería) ,  han creado estos productos exclusivos, lo que da cuenta del alto nivel intelectual que gira en torno a este discurso estético, que conforme la feria que usa el cartel tiene más importancia, del mismo modo tiene a un artista que se le equipare en importancia haciendo la cartelería. 




Proceso de la cartelería taurina, de la obra a la inclusión de la propaganda. En este caso es con un Diego Ramos

Es fundamental que la cartelería taurina sea un discurso estético sostenido, por cuanto plantea una relación con los artistas o pintores que no nos conviene perder. En parte, el descontento de algunos sectores de la afición puede ser justificable bajo esos presupuestos, teniendo en cuenta la importancia a nivel mundial que supone San Fermín y Pamplona. El cartel de Urmenete se revela entonces como superficial.

Y sin embargo, esto desconoce además que el toreo y los discursos estéticos que de él se desprenden, deben actualizarse con las tendencias del arte actual, precisamente porque establecer una relación con los artistas que hacen la cartelería, es establecer una relación con el Arte mismo. Por ello, lo mejor de la cartelería taurina actual se puede cifrar en una obra taurina como la de Ramos, sostenida en innovaciones formales como los arrastres, los empastes matéricos y los manchones. De esa misma innovación formal goza el cartel de Mikel Urmenete, pues consiste en un total colgamiento hacia lo conceptual: el toro ya no es toro, sino un arquetipo susceptible a ser evocado en un lugar tan disímil como la luna en cuarto menguante, las barras de la cama que hacen una sombra taurina en la película Brau Blau, o en una mesa de planchar plegable vista en New York, que fue lo sucedido con Urmenete. 

Tal es el sentido de este cartel, que representa al toro culturalmente, esto es, es una abstracción del toro. Con un poco de reventadurismo institucional en este blog, pudiera decir que las quejas contra el cartel de San Fermín son un poco irónicas teniendo en cuenta que el toreo posmoderno se sostiene con un toro abstracto (al no ser un TORO): un toro de lidia sin tercio de varas, fiereza, transmisión y que no sirve para el toreo en redondo porque se parte en dos, como tantos casos conocidos. 

Las protestas del sector tradicionalista que no se siente identificado con el cartel, son tan legítimas como infundadas entonces. El cartel, valga insistir en ello, es la inclusión, una más, que debe hacer el mundo del toro en lo contemporáneo, y antes que criticarlo a pies juntos, se debe entender como el llamado a la reflexión sobre los modos en que el toreo se tiene que relacionar con lo contemporáneo para garantizar entonces su actualidad. Ya queda menos.


Caso perfecto de cartelería taurina, en esta ocasión de nuevo es un Diego Ramos.
 Por cierto, estas son las corridas anunciadas:



sábado, 27 de abril de 2013

Loren, taurografías





Laurent Pallatier es un caso del establecimiento de un programa institucional del arte en el toreo. Programa aún no formulado con rigor en cuanto a la estética inherente a la lidia (la dramática del performance de muerte, y la plástica resultante de la danza con capote y muleta), programa pues que encuentra en Laurent Pallatier una formulación más allá de la estética taurina, que se alimenta de la estética inherente, pero vertida en moldes no convencionales (moldes convencionales como la pintura o la escultura) sino en este discurso, inusual en su planteamiento conceptual si nos atenemos a la tradición taurina.

Su obra se encuentra a medio camino entre el expresionismo abstracto y la intervención, la formulación de discursos independientes a la convencionalidad de la pintura taurina, y la intervención del ritual para "girar" sus aspectos formales, como por ejemplo, intervenir un ruedo para dejarlo de color rojo en lugar del tradicional y solar dorado, apto para recibir el sacrificio táurico, o sea, la representación del concepto mismo de la lidia, en lo que atañe a este ejemplo.

Considero no obstante que su mayor acierto se cifra en las "taurografías", grafismos pintados extraídos de una muleta, cuya bamba se empapa con pintura y capta así objetivamente el nivel emocional del muletazo dado por un torero (que será con poder en Fandiño y con tersura en Manzanares III, por ejemplo), dejando un lenguaje estético que devino de un gesto no racionalizado o epistemologizado según los discursos modernos: un muletazo que conduce la danza del toro, y con ella a su lenguaje.



'Loren', como se le conoce extrayendo la fonación francesa de su nombre, usa las taurografías pintadas por toreros durante toreo de salón, para intervenir las tablas del ruedo que separan el espacio ritual y el espacio del coro o público, intercalando tales taurografías con obras de pintura formales, como la que resultó tras encerrarse 60 horas seguidas con un toro de Cebada Gago, eso sí, separados por una ventana de cristal. Hay algo terriblemente despilfarrador en la ostentación de un arte en las tablas que son susceptibles a encerrar la muerte y también a ser destruidas por los pitones del toro, con lo que tenemos que recordar con el muy taurino Bataille, que el ritual es esencialmente el espíritu del poder y el despilfarro.

En últimas, el toreo no es arte porque Loren haga su obra en estos términos, pues el toreo lo es por la estética inherente que posee, aunque en una menor medida que el rito. Sin embargo, es aceptable que Loren logra sucitar una interrogante que seguimos obviando: ¿cuándo será formulada la teoría del arte taurino? De parte de la academia francesa, Ozvan Bottois se ha encargado de sintetizar los constructos históricos del arte taurino que se desprenden de la estética inherente, esto es, de las pinturas, desde Goya hasta Tápies. Creo que todos estos gestos de Francia, que no solo se reducen a la reivindicación del tercio de varas y la diversidad de encastes, deben ser atendidos por los estamentos de los otros países del toro. Loren y Bottois son un sombrerazo, uno más de Francia.



60 horas con el toro, se pueden ver los rayones en el cristal que produjo los pitones.

Marisquero de Cebada Gago, el toro del performance, los rayones de los pitones hechos rayones de preso



viernes, 26 de abril de 2013

¿DEBEN LAS FIGURAS LIDIAR TOROS DE OTROS ENCASTES?



El Juli en Madrid con un Pablo Romero; entonces era respetado por la afición Venteña.
Entre las preguntas que suscita la tauromaquia posmoderna, hay una que por su cariz de definitiva en el futuro de la tauromaquia se sobrepone al resto: ¿DEBEN las figuras del toreo lidiar hierros de otras ganaderías, encastes y tipos? Esa sería la pregunta. Sin embargo, a mi parecer la pregunta está terriblemente mal formulada, pues debería ser ¿PUEDEN las figuras del toreo, lidiar otros encastes…?
En la pasada encerrona de Manzanares en Sevilla, donde un simple toro de Victorino Martín mal presentado y sin el genio de su casa logró poner en entredicho los conocimientos de la lidia de una supuesta figura del toreo, se evidencia una respuesta muy clara.

Pero antes, hay que sustraer el problema con una pregunta anterior: ¿por qué deben lidiar las figuras del toreo toros de otros encastes? Ante esta pregunta que subyace a la más general, hay que aclarar de inmediato que ante todo es inadmisible el tipo de argumentación mediocre y conformista, que extiende la extraña especie que las figuras del toreo “no tienen nada que demostrar, pueden exigir lo que les venga en gana, y se ganaron su sitio”; el toreo no es un plan vacacional ni de jubilación, y en toda la historia del toreo, las figuras en cada época dieron la cara con los hierros duros en las plazas duras para reivindicarse. Permítanme un ejemplo: el torero artista más regular de todos los tiempos, Antonio Ordoñez, le daba la alternativa en provincia al novillero que despuntaba y se erigía como promesa del toreo, o sea, como alguien capaz de derrocar a Ordoñez de su trono. Luego de dársela entre los algodones de poder elegir sus toros y en la provincia, le confirmaba la alternativa en Madrid, pero con toros de Pablo Romero. Lo que hacía Ordoñez entonces era darle dimensión real a su tauromaquia y a la del toricantano, midiéndola con un hierro poderoso que exigiera sus conocimientos, valor y arte al máximo. Hay que anotar que Ordoñez siempre salió victorioso de esa corrida peculiar, mientras que el alternativado, que había triunfado en la provincia en su alternativa, se estrellaba de frente con los Pablo Romero. Hoy, todos aceptamos como dogma general que Ordoñez es un maestro de la tauromaquia, y no el novillero incapaz perdido en la historia; pero además, hoy, tal cosa sería impensable de hacerse, pues las figuras del toreo no salen de un circuito de 9 ganaderías de encaste Domecq y mixturas de Domecq con Núñez, y perpetúan este circuito en todas las plazas. El problema no solo resulta en lo eminentemente taurino (qué tan lícito es lidiar solo un encaste y proclamarse como figura), sino que el problema central de este fenómeno, llamado monoencaste, es que redunda en una afectación a otras ganaderías fuera del circuito, que no son lidiadas por las figuras que acaparan el 70% de los carteles, y que por ello les sobreviene el riesgo de quebrar en lo económico, y extinguirse en lo genético. El hecho de agrupar la tendencia mayoritaria en tan pocas ganaderías, ha degenerado en que el resto, sobre todo las más bravas, lidien tan poco que la ganadería termina desapareciendo, y con ella su encaste, casta y genética particular.
Pablo Romero, un gallardo apunto de desaparecer para siempre, pese a que antes El Juli "podía pegarle pases de pecho"

Ante este fenómeno descrito, la solución es perfectamente formulable: quienes ocupan el 70% de los carteles en un declarado monopolio, pueden salvar a hierros a punto de extinguirse (Partido de Resina, los Coquillas, los Urcolas, los Barcial, por ejemplo) con el simple hecho de lidiarlos, pues se le compra un encierro al ganadero, que le inyecta capital a su ganadería y la saca avante. Por eso, se supondría que las figuras, además de lo técnicamente taurino, éticamente deberían lidiar estos hierros.

Un fenómeno reciente en la sociedad taurina es el reiterado llamado de la afición sobre las figuras, exigiendo con humildad que los maestros del toreo actual lidien hierros con mucho mayor interés en los 3 tercios, mayor presentación en su tipo (que no es sinónimo de toro grande), mayor transmisión de peligro y que le dé variedad a las cosas, cosa que además ayudaría a las ganaderías que las mismas figuras y su sistema han puesto en peligro. De inmediato, el bando de los periodistas pagos y los aficionados acartonados en una fe particular (Julismo, Manzanarismo, Morantismo, Tomasismo), confunden estos justos reclamos con un ataque a la diversidad de la fiesta, pues pretenden pensar que lo que procura el aficionado torista, purista o integrista, es decretar una sola Fiesta donde no cabe el toreo de arte, que supuestamente solo es posible, cosas del mundo de las conveniencias, con 9 hierros: el monoencaste.

En realidad lo anterior es una argumentación infundada, pues el reclamo sobre las figuras apunta precisamente a garantizar mayor variedad y riqueza en la tauromaquia, cosa que pasa por establecer muchas tauromaquias válidas, tauromaquias pues que necesitarían muchos toros distintos en cuanto a encastes, presentación y castas, como ha sucedido en todas las épocas del toreo. Quienes realmente quieren imponer un monocriterio en la fiesta, son los toreristas a pies juntos, pues su sistema solo admite un encaste, 9 ganaderías, y 10 toreros. Al final, el modelo resentido termina en que el aficionado va a los toros con un profundo interés sociológico, mas no A LOS TOROS, como esto se ha conocido desde siempre. Pero en últimas, estamos ante una verdad auténtica más apabullante: históricamente, los conatos de monoencaste han degenerado, esto es, las ganaderías que algunas figuras en todas las épocas del toreo prefirieron, terminaron por desaparecer, pues bajando tanto las cotas de casta y presentación para satisfacer a los toreros (que humanamente prefieren el dócil al terrorífico), al final se quedaron sin toros bravos ante la erosión genética. Por eso, nadie en la geografía taurina puede hallar hoy un toro en lo de Urquijo, monoencaste de los años 30. Por desgracia contemporánea, en aquella época las ganaderías convivían en armonía económica, pues el mercado era más variado. Hoy, con monopolio, corremos un riesgo altísimo: que las bravas terminen todas extintas en el matadero, y que el monoencaste toque fondo, con lo que ya no existiría el toro de lidia, y sin él, el toreo.

Todos los focos taurinos deberían estar puestos en una campaña contra la extinción de estos toros míticos de Pablo Romero, hoy Partido de Resina.
A todas luces estamos ante una cuestión grave, que se torna más desoladora si consideramos la pregunta ¿PUEDEN las figuras del toreo, lidiar otros encastes…?

Aquí hay que hacer una nueva digresión histórica: las figuras cuestionadas cada vez más por amplios sectores de la afición, decidieron desde este 2013 hacer lo que llaman “gestas”, de naturaleza profundamente envidiosa (por ejemplo, lidiar UN SOLO TORO de Victorino Martín y el resto de monoencaste), ante el paso adelante que dio Talavante, un torero que ya ha dado la cara con hierros como Ana Romero, Adolfo Martín o Baltasar Ibán: encerrarse en Madrid con 6 Victorinos. De inmediato, sus compañeros tuvieron que validarse anunciando esta clase de gestas, y allí los tenemos, lidiando como gesto simbólico uno o dos toros distintos al Domecq. Hasta el momento, pagar esta apuesta ha sido escabrosa:

Manzanares quedó en evidencia con el Victorino, hecho que la prensa ha tapado de manera ridícula. Por ejemplo, ni Mundotoro, ni Burladero ni Aplausos ni Cultoro (lo que podríamos llamar el cuadrado del mal mediático taurino) informaron que a Manzanares el Victorino le tragó tanto los terrenos, que terminó comiéndole la muleta, con lo que el maestro no tuvo otra opción que salir huyendo, cosa que tiene una narrativa distinta a decir simplemente “desarme”. Lo de menos es eso, no hay torero que no haya sido desarmado, aunque deberíamos considerar de qué manera y por qué. Lo que ilustra una foto más debajo de las que documentan el desarme y la huida de Manzanares, es que estos supuestos maestros del toreo, tienen una cantidad de falencias técnicas que rayan en lo novilleril, pues se están acostumbrando a una clase de toro rebajado, que solo responde al último tercio (esto es, que en mi concepto personal no se les puede llamar como BRAVOS) de manera dócil y dirigida, que se romperían en dos con toreo en redondo (que no circular) y que los ha malacostumbrado a lo que debe entenderse: la técnica en la guerra de torear. Hay varias caracterizaciones de esto: El Juli y su cornada por intentar torear en redondo a un toro manso y con derrotes (error técnico de un supuesto maestro “con todas las tauromaquia en su cabeza”), o la consecuencia del descargue de suerte de Manzanares (que el toro bravo le coma los terrenos que el torero no gana, con lo que termina comiéndose vivo al supuesto maestro del toreo). Por ello, debemos decir que El Juli no tiene todas las tauromaquias en su cabeza (le falta el toreo de poder y en 8`s para el manso), y que Manzanares está sostenido en un concepto impracticable con un toro bravo (el descargue de la suerte), cosa que suplen con estos errores técnicos ya dichos. Si El Juli fue corneado por una torpeza semejante, cosa que ya hemos lamentado profundamente y nos dolió, Manzanares ante el bravo con terrenos ganados instrumenta otra faceta rayana en lo ridículo: el toreo de poder se ejemplifica como la manera en que el torero logra dominar el poderío del toro con el poderío de su muleta, para así, tras lidiarlo, torearlo en redondo. Se efectúa entre otras cosas, con toques y macheteos a pitón y costillar contrario, para lo que hay que tener garbo y valentía, pues mientras el torero toca a pitón contrario para que el toro revuelva y baje, concluido esto el toro queda puesto en el terreno del torero. Manzanares, empero, y tras verse incapaz de torear al Victorino con su particular estilo decidió machetearlo, con lo que inauguró una nueva técnica de este hermoso arte de tocar al pitón contrario del toro: tocar a ijar contrario, cosa que sale en la tercera foto, y que expone una sombría respuesta a ¿pueden las figuras del toreo, como supuestos maestros de la tauromaquia, lidiar otros encastes?

En últimas, se trata del modelo taurino actual, que tiene en la cabeza a varios colados, y que indefectiblemente se llevará a la cabaña brava al abismo. No hay que obviar que en breve, los últimos Coquillas serán lidiados en Francia, y con ellos, se pone sobre nosotros la imagen de la vergüenza, pues antitaurinamente estamos contribuyendo a la extinción del toro bravo, y con él, nunca mejor repetido, de la tauromaquia misma. Entre El Juli y Manzanares, solo el primero puede quizas osar a lidiar estos hierros, y en consecuencia, optar a títulos como "figura del toreo" o "maestro de la tauromaquia".


Naturalmente como todo torero desarmado hay que correr,

Al maestro de la tauromaquia no le han explicado que cuando se machetea el toque debe ser a costillar y/o pitón contrario, aquí la muleta descansa en el ijar de la línea de toreo, y del empaque que tanto ostenta en la muleta no queda sino esta pose

jueves, 25 de abril de 2013

La tauromaquia como arte





Pese a que suele objetarse que el aficionado a los toros es una falla del proyecto humano, y por ello embrutecida, en realidad en el taurino purista puede encontrarse una sabiduría perdida: la capacidad para descomponer imágenes en tiempo real, esto es, cierta educación visual, que se manifiesta en la captación vivencial de lo que sucede en la danza entre toro y torero .

La capacidad para lograr coincidir la conceptualización y la sensualización del fenómeno, si me apuran. Lo pretensioso de la formulación no es tal, en realidad en un añejo aficionado que no obstante nunca se haya pasado por el Tate ni sepa quién es Yves Klein, Lucien Freud o Anselm Kiefer, se puede sin embargo observar la misma educación visual que el avezado en arte, por cuanto lleva décadas sometido al mismo ejercicio de contemplación de algo que nunca es igual a sí mismo: la lidia del toro.

El aficionado de verdad concede instantáneamente la valía a un muletazo que reúna en menos de dos segundos las mismas capacidades estéticas que tendremos como referencias visuales: sitio, terreno, colocación; expresión corporal resumida en: brazo extendido y no codilleado, medio pecho ofrecido y no la punta de la cadera, posición de la figura, lo que se llama meter riñones y compromete cintura, pecho y barbilla; posición de la cargazón de la suerte, sea con pierna de salida adelantada o a pies juntos pero en jurisdicción del pitón contrario del toro; posición de la mano en el cáncamo de la muleta, prefiriendo que esté en el centro; disposición de la muleta ofrecida, prefiriendo la panza o centro al pico o extremo alejado del cuerpo; vaciamiento de la embestida mediante el muñecazo o movimiento de la muñeca que gira para dar salida al toro sin levantar la mano, según si se remata para afuera o en la pala del pitón contrario en la cadera o atrás del torero; altura de la mano, prefiriéndose el toreo por abajo, la mano debajo de la cintura; posición referencial de la punta de las zapatillas con respecto a la punta de los pitones del toro, y demás geometría que no alcanzamos a resumir, pues son abstracciones, como por ejemplo, la lentitud del temple, o también morales, como la valentía. Si a esto hay que sumarle otra cosa, es el mismo toro: se observa si humilla, esto es, si baja la cabeza al embestir (como en la arquetípica figura de Red Bull o Lamborghini, estéticas publicitarias que devienen de este arquetipo taurino), si mueve las orejas, si iza su rabo, si su tranco viene de las patas traseras (meter riñones), su recorrido, su ritmo, y la posición en la que sale del muletazo su cara, su condición de bravo, los terrenos y alturas que prefiere para embestir…todo esto debe descomponerlo en un muletazo que dura dos segundos.

 A toda esta categoría de cánones visuales, habría que sumarle lo que ocurre en los otros aspectos de la lidia, pues en capa, vara, banderillas y estocadas, incluso en la brega general, también hay códigos estéticos fijos que delimitan cuál es la ortodoxia del buen torear. El aficionado debe saberlos, entenderlos visualmente, reconocerlos y decir olé cuando su cumplimiento es de rigor, para lo que se necesita una ampliación visual que no solo se enfoque en saber si el torero codillea o tiene el brazo recto al dar el muletazo, o retrasa o adelanta la pierna de salida: la ampliación es total y contempla todos los códigos estéticos citados, por lo que el aficionado debe tener una visión general del conjunto que forman cada segundo toro y torero. O mejor, una descomposición general que involucre al mismo tiempo todos los factores.

Por eso reconozco que en un principio solo me fijaba en un aspecto y era la ligazón, mayor atributo del toreo posmoderno. Con todo, al enterarme de la existencia de la noción de la cargazón de la suerte, empecé a fijarme solo en dónde ponía el torero su pierna de salida, descuidando la ligazón. Bastó tiempo de teórica y miles de corridas en video, para lograr descomponer todas las variantes al mismo tiempo, de manera general y simultánea. Solo por ello, es explicable que esta añeja y culta afición de Madrid le grite olé a un muletazo y a otro no. En ellos se explicita esta clase de sabiduría visual, sirva de ejemplo esta faena de Talavante, de Puerta Grande, y ante un bravo Ventorillo:




A todo este juego de disposiciones visuales sería necesario sumarle la dimensión dramática del toreo, pues la muerte es ofrecida sin aspavientos de la manera en que la muerte se manifiesta en el mundo: como amenaza latente, como hecho de trasgresión, como aspecto formal de un cuerpo, y como fondo simbólico, esto es: en el hecho de torear un animal mortal que puede matar al torero, en el hecho de matarlo, en el hecho de la apoteosis de su cadáver en la vuelta al ruedo donde se le rinden honores y se le presenta como dios muerto, y como gran fondo del ritual sacrificial, respectivamente.

Por eso, puede que el toreo no sea incluido en el programa general de las artes, hecho que quizá obedezca a su carácter de fenómeno cultural minoritario, cada vez más desconocido por los extranjeros a esta cultura. Sin embargo, la calidad de arte del toreo es insoslayable, y como tal, hay toreo de arte malo y falso, y hay toreo puro de arte. Todo este programa estético independiente, que cuenta con su lenguaje institucional arriba apenas vislumbrado, solo espera del feligrés taurino una cosa: que lo aprenda. No por otro motivo, se me hizo repulsiva la estúpida perorata de Paco Mora donde fustigaba a quienes ven corridas en pueblos; entonces yo citaba a Cenicientos, un emblemático municipio español donde la afición torista es tan grave como en otras pequeñas poblaciones del toro, como Céret, Azpeitia o Parentis, donde lo que pudiéramos llamar “campesinos de la aldea posmoderna”, están marginados de los grandes polos de la cultura y el saber, y sin embargo tienen una educación visual impresionante.

Como dato anecdótico, un viejo reacio que apenas contó con educación primaria, y gran aficionado de Cenicientos, bajo mi recomendación vio El año pasado en Marienbad de Resnais, y encontró al film como “excelente”. Este hecho del gusto solo pudo ser posible por una educación visual que lo hiciera entendible, y por tanto apreciable. Lejos de ser una reivindicación de las clases populares y campesinas, este hecho apunta a entender que el aficionado a los toros desarrolla una capacidad que solo desarrolla el arte por ser arte.

El toreo es arte al ser la creación de un lenguaje estético que precisó de plástica, producción capaz de suscitar emociones. Lo general de esta definición, debe ser reforzado con lo que acabo de exponer sobre el programa estético del toreo. ¿Y a qué vienen estas disquisiciones de reventador amargado? Resulta que me topé con la siguiente imagen, cuya ridiculez es la negación de todo lo enunciado. En ella interviene El Juli, así que en honor al crítico juicioso que soy, me permito mostrar un buen muletazo de El Juli y acto seguido la imagen ridícula donde 3 diestros torean al mismo tiempo una vaca de Domecq. Lo que molesta pues de tal irrespeto a una res brava (de convertirla en una entretención futil) es el resultado estético: las posturas de Power Rangers de Perera y Tejela, los otros dos toreros, son un monumento en contra de la postura natural al torear: el toreo persigue la naturalidad como expresión en medio de una guerra, pero estos prohombres la cambian por la postura forzada y ridícula. Baste acusar que si la nota de prensa se llamó “Para hacerlo más difícil”, hay que sugerirle a estos amos de la dificultad, que si quieren probarse en este mundo hostil de la complicación extrema como una virtud, se permitan el reto de torear en redondo un Moreno de Silva, hierro de Saltillo puro que tiene la muy sana costumbre de agotar camillas en la enfermería de la plaza, cada vez que lidia en Madrid.


El Juli en la Santamaría de Bogotá: semidefrente, ofreciendo medio pecho, cargando la suerte en la pierna de salida  y abandonando el peso del cuerpo en ella; esto como aspecto destacable del muletazo


Poses y figuritas ridículas que degradan el arte taurino.


sábado, 20 de abril de 2013

TEORÍA DE LA COLOCACIÓN


Para empezar, “colocarse” es una palabra horrenda, que a petición del escritor animalista Fernando Vallejo, debe reemplazarse por “ponerse”, del mismo modo que la horrenda “escuche” ha de ser reemplazada por “oiga”, para bien de nuestra amada lengua castellana. Sin embargo la tauromaquia es una cultura, y como tal, asume un metalenguaje o uso del idioma solo válido en esa cultura, por lo que si uso la palabra “colocarse” y sus demás cópulas, como la horrenda palabra “colocación”, es a causa de que esa palabra significa algo en la tauromaquia.

Chicuelo, quien realmente definió las bases dejadas por Belmonte, nos muestra qué es cruzarse
Colocarse pues, es un concepto territorial, que significa el sitio donde el torero se pone quieto a torear; debido a que hablamos de quedarse quieto, sin duda su introducción definitiva al arte del toreo se debió a Juan Belmonte, quien en un tentadero se percató de una cosa: si se cruzaba al pitón contrario las reses iban con mayor facilidad, aunque eso le sumaba el doble de riesgo al arte de torear, pues entre la trayectoria natural de la res se inmiscuía el torero.

Piénsese por ejemplo en que se toreará por naturales: la muleta está en la mano izquierda y el sitio natural del torero es entonces por el lado izquierdo del toro, o mejor, por el pitón izquierdo; cruzarse a pitón contrario, significa que el torero ha de pasar por el campo visual del toro, y del lado izquierdo al lado derecho, donde el toro seguro arrancará su embestida, pero donde hay mayor peligro, pues el cuerpo del torero está atravesado entre los dos pitones. Antes de analizar la gráfica explicativa, es necesario aclarar una patraña: hay algunos discursos infames que venden el toreo fuera de cacho como el peligroso; tal consideración ni siquiera merece que nos detengamos, aunque más adelante la mencionemos, aclarando por demás que es falso.
Bien, se pide que se considere la primera gráfica:



Lo que allí puede verse es que la mayoría de toreo hasta los años 90’s, correspondía a lo que el número 1 representa, como introducción básica de Belmonte: quedarse puesto sin cruzarse, pero en el campo por donde el toro ha de pasar irremediablemente. El número 2, que representa el toreo de Manolete, quien cargaba la suerte con todo su cuerpo (véase nuestra entrada sobre cargar la suerte), está un poco más cruzado, de hecho carga la suerte por ello, porque su cuerpo entero está ofrecido a la trayectoria del toro, y el torero ha de torear para que no lo atropelle. Y finalmente, el número 3 a través de Arruza, nombre al que deberíamos añadir al de Lorenzo Garza, se concluye que hay un total cruzamiento del torero, aunque mexicanamente arrimado. Bien, en el toreo posmoderno o actual, que bebe de la tauromaquia mexicana hasta un punto que no se ha analizado, se introduce una nueva posición, la número 4, que se relaciona además abajo con la trayectoria del toro en las 4 distintas tauromaquias; se ruega atención:

 
El desplazamiento del toro es de izquierda a derecha, el cuadrado rojo es el torero.
Como se anota, en la figura 4  el torero está absolutamente fuera de pitón, hecho que logra no solo poniéndose lejos de la trayectoria, sino además usando el pico de la muleta (la parte de la muleta más alejada del cuerpo del torero), por lo que el toreo posmoderno se llama “toreo en líneas”, y más que en la exposición del torero, consiste en la ligazón y la composición estética.

¿Cuál es el problema con la colocación entonces? Como dijo Antoñete, hasta para tomarse una cerveza hay que saber pararse. Del primer muletazo, cuando la serie es ligada, depende cómo será el resto de muletazos, pues el segundo muletazo debe enhebrarse teniendo en cuenta dónde está el toro ¿y dónde está el torito? Donde se le dejó tras el primer muletazo esto es: o en la cadera contraria cuando hay toreo auténtico, o lejos y por fuera, en el toreo ventajista. Todo esto depende del sitio.

Se censura la cara del torero para que no se piense que lo reventamos. Lo que se demuestra es que la trayectoria nunca va a coincidir con la colocación, asi que...¿aquí hay toreo señor José María Manzanares hijo?

En la colación de los números 2 y 3, el torero ha de vérselas con los dos pitones, mientras que en 1 y 4, solo con el izquierdo, con tendencia en la colocación 4 a solo vérselas con el costillar del toro al final del muletazo, si se torea en líneas, fuera de cacho con la suerte descargada y además con el pico de la muleta (de allí la patraña según la cual el torero se arriesga más toreando a lo mexicano que mencionamos arriba); lo anterior se explica de manera sencilla: el toro persigue el pico de la tela, lejos del torero, y cuando el brazo describe la curva, los pitones del toro ya han pasado, la pierna de salida escondida solo puede chocarse con el costillar del toro, si es que choca. La distancia con la que el torero aleja al toro embebiéndolo con el pico de la muleta, deja un espacio donde, según el adagio torista, “cabe otro toro”, esto es, sin peligrar, salvo en el 0.1%  de los casos (como la cornada de ayer de El Juli), cuando la ventana abierta es vista de inmediato por un toro con sentido y que manda derrotes de manso: entonces la cornada es segura, aunque lo sería más si el torero se cruzara, viéndoselas con dos pitones que mandan derrotes, y no solo uno.

Se censura como arriba para proteger al torero de ser reventado. El toreo lineal y con pico desemboca en esto: El Juli no corre peligro las más de las veces, pues en la ventana entre torero y toro cabe otro toro, con lo que serían: El Juli, el toro que cabe, y el toro que va sin obligación. Ya se imaginarán lo espectacular de esta serie.

La colocación es fundamental para que haya verdad. Se recomienda para la comprensión de su importancia, la lectura del maestro Navalón sobre la verdad a la hora de citar.

Supongamos, según algunos apostolados, que todas las tauromaquias son válidas. Pero supongamos otro principio, más general de la tauromaquia: lo que hace el torero tiene sentido porque arriesga su vida, ergo, tendrá más sentido, si la arriesga más. El torero más auténtico no puede resultar de la ligazón o la estética solamente, estas dos nociones posmodernas pierden interés si no hay sensación de riesgo; es obvio que el torero no estará cruzado en todos los muletazos, solo le basta en el primero, pues hay que recordar que la totalidad de la serie dependerá de cómo fue el primer muletazo en colocación; vamos a ver:

De la colocación depende dónde queda el toroà De dónde quedó el toro, depende el segundo muletazoà Y así sucesivamente hasta el de pecho.

Por ello, vemos tauromaquias como la de Manzanares III, donde solo se ve ajustamiento, y que el toro le pasa cerca, en el penúltimo muletazo y el pase de pecho, sin que sea un ajustamiento peligroso, pues el torero tapa su timidez acompañando con estética la embestida.
Esos grandes esperpentos de la tauromaquia actual, donde el torero debe corregir un sitio totalmente descompuesto, en una época donde se supone que a la previsibilidad del toro más previsible de la historia se le llama clase, solo es culpa de la mala colocación:

En resumen  podemos considerar a la posición 4 como una ventaja, si a ello se le añaden otras ventajas: torear con el pico, sin obligación del toro, hacia afuera, en línea, de perfil y con la pierna de salida escondida: allí el toreo sólo ocurrirá al final del muletazo, no en todo el muletazo si entendemos por toreo llevar al toro en contravía de su viaje natural, que es en vía recta. Por ello, la posición 4 también es una ventaja para la ganadería: si el toro solo va en líneas, sin que su columna se quebrante por el toreo de poder en curvas de la posición 3, el toro puede durar hasta 100 muletazos y sigue fresco como yogurt en nevera en la posición 4, pues no se le obliga en nada, salvo en tener buena caja respiratoria y estado de atleta, aunque la bravura no es ser rápido, sino crecerse demoniacamente al castigo. Por ello, un torero como Ponce, que conjuga todas las ventajas junto a un elegante y prestante toreo a media altura, es el torero que más toros ha indultado en la historia: nunca los somete, les puede pegar 100 muletazos y los toros siguen como si nada. Las cifras de indulto de Manolete o José Tomás, son ridículas frente a las de Ponce.

En definitiva, el sitio como compromiso del torear, debe ser la antesala a la verdad del muletazo,si no es así, indiscutiblemente es una ventaja:

Si a ponerse mal se le suma torear birrias que ni con el toreo lineal se sostienen en un grupo de toros-zombie....Se supone que este animal salió EN LA PAMPLONA MÁS TORISTA. SOLO HAY QUE VERLE LA AMPLITUD DE LA CAJA Y LA BRAVURA QUE DERROCHA. 


viernes, 19 de abril de 2013

TRATA SOBRE LA CORNADA QUE SUFRIÓ EL JULI EN LA SEVILLANA MAESTRANZA, POLO TAURINO ALEJADO DE LA PROVINCIA LLENA DE LEPROSARIOS

La cornada de El Juli hoy en Sevilla sin duda es un hecho desgraciado para el torismo (o purismo, o integrismo, o cualquiera que sea la corriente de taurinos que intenten defender ciertos principios en la tauromaquia). Fundamentalmente, porque llenó de falsas razones a getas ignorantes y aprovechadas, y porque también impidió que el diestro de Velilla toreara la corrida de Miura el domingo.  Antes que nada, como taurino, expreso mi estupefacción y desazón ante el hecho del dolor humano, reacción que es espontánea y versa sobre la solidaridad que nos debemos unos a otros como seres de una misma comunidad moral: la humanidad. Por eso mismo, me repugna indeciblemente que algunos adalides del torerismo, se aprovechen de este gravísimo percance para fustigar a los toristas, integristas y puristas, a través de texto injuriantes, por demás plagados de ignorancia histórica y rencor crítico. Como entristece el hecho de la cornada, repugna que otros la aprovechen para atacar taurinos. Pero veamos de cerca una geta ignorante:


Click sobre la foto para verla grande y poder leer el genial texto
Este progenio, que califica de “lepra” a quienes ven 3 corridas menores en pueblos, como si en Cenicientos se supiera menos de toros que en México D.F., no solo peca de un petulante clasismo; sus incursiones poco afortunadas, incluyen genialidades como sacar tema para fustigar a quienes protestan en España por los desahucios, a partir de una media verónica de Morante. Su defensa a ultranza del torerismo y las figuras es tan respetable como la defensa del torismo y la diversidad de encastes en otros; allí hay un punto en el que el aprovechamiento del dolor humano, no puede ser un argumento torista, pero sí torerista. Por ello vemos este infortunado comentario de la geta ignorante, quien pareciera se congratulara de la cornada y la sangre humana, pues esto, se supone, es un argumento. Señor geta ignorante, vamos a acotar un poco se columna, le pido atención:

1)El toro que corneó a El Juli, un presentado animal de Victoriano del Río, ha sido declarado unánimemente por la crítica como MANSO. Desde Mundotoro hasta Ignacio Sánchez Mejías, esto es, desde la parcialidad hasta la imparcialidad, la crítica ha señalado que el toro manseó en el caballo, en la capa, en las banderillas, y en la muleta. Cuando eso sucede, regularmente el toro no es considerado como BRAVO; espero sepa entender tal principio. En consecuencia, si usted pretende demostrar la bravura y la peligrosidad del monoencaste basándose en un toro MANSO, el argumento se vuelve contra usted. Demostrar que una ganadería o un encaste tienen peligro, pero hacerlo a través de un toro manso, es tan descabellado como demostrar la seguridad de los viajes en avión, citando un accidente aéreo, o sea, se juega a la mentira más ridícula.


2) La “negativa lepra”, como llama usted a quien no confunde un manso con un bravo, por lo menos tiene un poco de juicio histórico: Granero no lidiaba los toros fáciles de su época, esa mentira es casi tan intragable como suponer que Paquirri era el maestro consumado de su era. Su comentario, que vuelve a Granero un ventajista y a Paquirri un torero de época, demuestra una vez más su ausencia de pudor para manipular los hechos en conveniencia a sus tesis: se mete usted con un herido actual, y con dos hombres muertos en el ruedo.

3) Si vamos a santificar a los toreros porque caen tras cornada y a las ganaderías porque sacan toros que dan cornadas, creo que debe invertir sus preferencias: las corridas lejos del monoencaste se lidian 4 veces menos, pero pegan muchísimas más cornadas. Las dos últimas grandes cornadas, las de Padilla y la del maestro Fernando Cruz, precisamente no fueron con toros de Domecq. No recuerdo haber leído su nota sobre la cornada a Fernando Cruz, una cornada en el vientre terrible y mucho más impactante que la de El Juli, pese a que según su método, cornadas a toreros significa que hay verdad. Por el contrario, usted no pierde oportunidad para pedir que se mande al matadero a todas las ganaderías que no son de encaste Domecq, petición tan increíble como verlo a usted en un restaurante raspando un postre, precisamente con los señores Domecq, por lo que habría que añadirle a sus virtudes, además de los profundos conocimientos en historia taurina, y respeto a la provincia, la virtud de ser un periodista imparcial. La cornada de El Juli nos aterriza en una verdad más profunda: que precisamente el toro cornea, es su deber.

4) Exige respeto para la sangre de El Juli, pues yo se lo exijo también para que no la utilice como tinta de su tintero para insultar a los demás.

La cornada; puede verse la boca y los belfos del toro retratados en la tela.

Tan sencillo como esas 4 cosas: el toro era manso, un toro manso no prueba la bravura de nadie, la historia no se puede mentir, y hay que tener la suficiente altura para no aprovecharse del dolor humano. Lo del señor Paco Mora, recuerda el oportunismo de Nat Geo y de Purina, quienes publicaron la foto de la cornada a pesar de no tener nada que ver con la antropología naturalista o la comida para perros, del mismo modo que lo de Paco Mora no tiene nada que ver con saber de toros.

¿Por qué el toro corneó a El Juli? Por la misma razón que un toro de la misma ganadería le perforó a Castella una pierna hasta llegar a tocar el hueso pubis el año pasado: los Victoriano del Río son toros de cabeza aparatosa y loca, sin líneas armónicas de cuello, y que por ello, naturalmente se defenderán revolviendo su cabeza, razón ésta por la que necesitan un fuerte puyazo, o sea, un tercio de varas al derecho y al revés. Las figuras no pueden hacer un tercio de varas digno, porque se quedan sin toro. Según un terrible principio matemático, restarla la mitad a algo que ya es una mitad, da como resultado quedar con un 0 (cero, señor Mora). Si a eso le sumamos que el toro es manso, y que El Juli en una muestra de pudor quiso meterlo en la muleta para lograr torearlo, pero lo hizo con su estilo, que deja una larga distancia entre el torero-tela y el toro, pues tenemos que la ventana quedó abierta para la infortunada cornada. Si algo hay que reprocharle a El Juli, es que no se haya doblado primero con el toro. Y hasta aquí puede llegar cualquier comentario sensato y educado sobre la cornada. De perros sin gracia es usarla para legitimar principios, pues esto es pisotear la sangre de El Juli.

Inicié este pequeño desagravio diciendo que quienes más lamentan que El Juli haya sido cogido son los toristas. No me considero torista a ultranza, pero entiendo que la tauromaquia atraviesa por un momento definitivo. Estamos a semanas de que desaparezca el encaste Coquilla, y a meses de que pase lo mismo con Urcola, y a poco menos tiempo de que pase con los Gallardos de Partido de la Resina. Los toros están muriendo en el matadero, y si perdemos la diversidad de encastes, y el encaste Domecq toca su techo, nos daremos cuenta de que ya no tenemos toros para torear. Por eso encuentro ciertas reivindicaciones como válidas: los toristas piden diversidad de encastes. Hoy, solo dos hechos pueden ser gestas de verdad: El Juli toreando y triunfando con los Miuras, y Fandiño por la puerta grande de Las Ventas; si una de estas gestas se cumple, consumaríamos una época entera: unir la historia del torerismo y el torismo, o sea, la historia de la bravura pura y la del arte puro. Un hado infortunado nos privó de la primera gesta.

Con la boca llena de sangre y su pierna derecha perforada, lejos de imaginar que su cornada será usada por revisteros para criticar a quienes le aplaudieron de pie cuando lidió Guardiolas, Miuras, Victorinos y demás. 

martes, 16 de abril de 2013

TRATA SOBRE EL HIMNO DE ESTE BLOG

Como no podía ser de otro modo en un reventador amargado de tierras colombianas
 Reventamos estamos que reventamos.....

lunes, 15 de abril de 2013

MORANTE NO ES COMO LO PINTAN


Este pequeño escrito es una reivindicación histórica justa: Morante, a pesar de estar inserto en la trama infame del monoencaste, no debe meterse en el saco de las figuras actuales. Permítanme aclararlo: con José Tomás, no es una figura del toreo, es un torero de época, cosas hartos distintas. André Viard alguna vez le dijo al Juli una frase lapidaria, 15 años no son nada en una historia de siglos. Así parece ser. Se recuerda a Paco Ojeda con el mismo olvido que a Jesulín de Ubrique. La figura del toreo es una categoría históricamente desechable, contrario a ser un torero de época. Esos 15 años que no son nada si lo confrontamos con esta historia de siglos, ilustran lo siguiente: el torero de época hace una época, la única gran época de la tauromaquia, y lo hace respetando unos valores eternos que lo ponen al nivel de otros maestros que también los respetaron, y estos valores versan sobre la dificultad, no sobre el alivio y la ventaja.

Si bien es cierto que Tomás y Morante se permiten ventajas inaceptables, como la del monoencaste, también lo es que sus historias han sido más dilatadas y con más encastes que los toreados por las figuras actuales. Vaya y venga, a Joselito se le reclamó al final de su carrera su preferencia por lo de Urquijo, y a Belmonte el trasteo de su toreo de la cargazón al perfilismo, con lo que decimos que nuestros santos patrones también tuvieron sus serios cuestionamientos. Lo que sucede, es que hay que ponerlo en contraste con otras figuras: algunos toreros usan absolutamente todos los medios de alivio desde el corral hasta la espada. Todos. Y dando con la fortuna de llegar a la cima, siguen acentuando esos alivios; pero en cambio, los maestros tienen algo que contrarreste ese alivio; ruego que nos fijemos en este toreo de capa:


Resumen 7º de abono. Morante de la Puebla, Sebastián Castella y Alejandro Talavante from Maestranza Pagés on Vimeo.

Morante, al igual que Tomás, respeta ciertos principios de la dificultad que los distancian del resto de figuras, valores que podemos resumir en: cargar la suerte, ofrecer el medio pecho, torear los muletazos, tener profundidad en la capa, noción del sitio para rematar los muletazos a pitón contrario, que es donde hay verdad, y una visión para llevar la estética taurina más allá: en José Tomás es una ruptura del cánon de Belmonte, pues el sitio de Tomás, casi sobrenatural, es llevar a sus últimas consecuencias el principio del torero como dueño de todos los terrenos, hasta los más mortales, para torear. En Morante, es el barroquismo, el sobrecargar de estética el toreo, pero sin traicionar su verdad. Entonces, así como carga la suerte, al mismo tiempo está componiendo su figura o expresión corporal según los cánones (metiendo riñones, encajando la barbilla en el pecho, expresando tensión, etc). Ambos toreos están llenos de grandeza trágica.
Revolera cargando la suerte y sin aspavientos violentos, hay arte.

La media verónica que hoy pegó en Sevilla es una caracterización. Hubo un baile de corrales donde se rechazaron hasta 7 toros por falta de trapío. Ya en plaza, le salió un toro leve; luego, en 2:25 en el video de arriba, le pegó una media verónica absolutamente templada, rematada en la pala del pitón contrario aunque pegada de frente y a pies juntos, con lo que el toro quedó absolutamente roto y toreado, con el terreno cortado, en la cadera contraria del torero. Es lo que Belmonte, mil excusas por la exageración comparativa, preconizó al inventar este lance: que fuera un reflejo de su toreo moderno, al llevar desde el cite hasta el remate, al toro toreado, con lo que se le llevaba a terrenos que el toro no quería, recorriendo en curva, y se le añadía la dificultad de hacerlo en torno a la cadera del torero con el riesgo mortal de la cornada, pues se estaba quieto el torero; lo increíble es hacerlo, pero en la capa, y con esa profundidad para romper al toro. Muchos se sorprenden por la lentitud del lance, su eternidad: yo por su profundidad toreada, y si juntamos ambas cosas, tenemos que con una simple media verónica, Morante aplastó el toreo artificial que hacía dos días en la misma plaza, un muchachejo instrumentó hasta aburrir al público aficionado.


Esta foto es el transcurrir de un lance que al final hizo que el toro resultara en la cadera derecha de Morante. ESO ES TOREAR! 

Pero recordemos que Morante ya había instrumentado una tauromaquia absoluta con toros de Victorino en la misma plaza, según los principios que Molés llama añejos, pero que en realidad son eternos, por lo que la conclusión es que Tomás y Morante deben lidiar otros encastes, pues a diferencia de otros toreros, ellos sí pueden con ellos, cosa que han demostrado en el pasado. Hay que dejarlo claro: el monoencaste es una ventaja inexcusable; de haberle pegado esta media verónica a un toro mejor presentado y de mayor transmisión de casta, estaríamos hablando de la media verónica más importante de la historia reciente. Por desgracia la ausencia de un toro siempre pone una sombra gigante sobre cualquier faena, incluida esta. Es como si le faltara la mitad al sol, pero esta mitad existente es capaz de poner en duda cualquier otra tauromaquia actual. ¿Cómo se puede decir que un torero X o Y es el mejor del momento, si no supera en el capote a Morante? ¿Cómo se puede aseverar de manera similar, que X o Y torero es el mejor del momento, e incluso de la historia (pues demencialmente se ha comparado a un torero actual con Joselito El Gallo desde una geta demente), si no tiene el sitio y la profundidad de Tomás en la muleta? ¿Qué sería de la historia taurina, si Tomás y Morante hicieran lo que hacen, pero con toros de todos los encastes? Nuestra historia sería más rica, como primera respuesta:

 
Pero también, la otra cara de la moneda, que deja en entredicho la perfección de lo imperfecto: